miércoles, enero 19, 2005

En vistazoalaprensa.com

Caso Sampedro y aborto, dos ejemplos de asesinatos legalizados
Jorge Berenguer

S E ha engendrado una película comercial impulsada veladamente por el movimiento Pro-Eutanasia, que aún mostrando la humana cobardía de su protagonista –se entiende cobardía para vivir su vida- ha sido elevada a las alturas meritorias por varios premios pretendidamente artísticos.

El caso es que su personaje no es de ficción, sino claramente identificado con una persona real, cuyo reciente proceso de fallecimiento fue abundantemente proclamado a los cuatro vientos en olor de heroísmo, así como la mujer que tan eficazmente contribuyó a su ejecución sin juicio previo.

Eutanasia según sus impulsores, y asesinato, aunque consentido, según el más somero análisis de los hechos. Además, últimamente la ejecutora real del hecho, presume por todos los platós de televisión de haber suministrado la pócima mortal al presuntamente peticionario fallecido, cuya media hora de dolorosísima agonía no se vio capaz de presenciar.

Evidentemente, aunque la muerte fuera consentida, no deja de ser un asesinato, pues, en definitiva, ha habido un fallecimiento no amparado por ninguna ley, y por supuesto, menos aún la ley moral que debe imperar sobre la judicial.
Mas ello me lleva al verdadero motivo de esta carta-denuncia, porque recientemente se ha quitado la vida a un ser, con permiso judicial, pero sin haber sido oído en juicio el sujeto, o sea, sin posibilidad de defensa alguna.

Se trata de un niño a los 7 meses de embarazo de su madre. La clave está en que el niño alevosa y premeditadamente asesinado tenía ya 7 meses de vida y, por lo tanto, era ya tan persona como usted y como yo. Incluso ya tenía su nombre: “Pelayo”. No se le reconocieron malformaciones, y un aborto en esta etapa de embarazo suponía un grave riesgo para la madre. Claro que como se trataba de una “deficiente”...

Hubo abundantes solicitudes de adopción, y oposiciones de todo tipo. Pero como un mal llamado juez autorizó el aborto, se procedió de inmediato. En definitiva, cada cosa tiene su nombre: el pan es pan, el vino es vino, y el arrebatar la vida a un ser es un asesinato, se mire por donde se mire.

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