sábado, septiembre 24, 2005

Decálogo del profesor relajao


Mantener un estado de activación físico, mental y afectivo adecuado. Es decir, utilizar el nivel de tensión necesario para realizar o vivir cualquier actividad, sin pasarse ni quedarse corto.
-Hacer un balance diario. Dedicar 10 minutos al terminar las clases, o mientras se está tranquilamente en casa por la tarde, para reflexionar: ¿cómo he actuado en general? ¿Qué casos particulares se me han ido de las manos? ¿Cómo puedo afrontar mañana este problema? ¿Dónde me he pasado tres pueblos?

-Reconciliarse con todo el mundo. Al acabar el balance diario, pedirnos perdón a nosotros mismos por lo que nos hemos autocorroído, y felicitarnos por lo bien que hemos hecho la mayor parte de las cosas. Al día siguiente hacer lo propio en el colegio: pedir perdón si es necesario y felicitar al menor descuido a alumnos, compañeros, dirección...

-Utilizar un punto de vista ajeno. Contrastar con alguna persona de confianza las situaciones difíciles. En cualquier caso, compartir con otros los quemes diarios.
-Llevar un estilo de vida desenfadado. Es decir, no enfadarse por cualquier cosa, es más, tomarse las cosas con el buen humor aquel que teníamos cuando éramos alumnos.
-Poner las cosas en su sitio. Los niños son niños, y los adolescentes son adolescentes. No les pidamos comportamientos de adultos porque todavía están en ello. Los compañeros y dirección son gente como nosotros que hacen también lo que pueden. Si hay alguno un poco puñetero es sólo la excepción, y no nos van a amargar la existencia.
-Dedicar un tiempo al día o cada dos días para la práctica del ejercicio físico: pasear, nadar, montar en bicicleta, hacer aeróbic o bailes de salón, jugar al fútbol sala, hacer descenso de barrancos...
-Utilizar métodos físicos o mentales de relajación. Hay una gran variedad. De los físicos: método Jacobson, método Mitchell, técnica Alexander, Yoga... De los mentales: autoconocimiento, visualización, entrenamiento autógeno de Schultz, meditación trascendental, zen...



Un par de trucos:

-Antes de entrar a una clase o afrontar una situación difícil, apoyar toda la espalda en la pared y respirar profundamente 3 ó 4 veces, sin prisas... Y visualizar un paisaje fresco, por ejemplo, a orillas del mar, pensando lo bonita que es la vida.
l Para situaciones límite, después de un cabreo gordo, ir a la sala de profesores o departamento, sentarse en un sofá con las piernas estiradas, cerrar los ojos y dejar que alguien te dé un masaje en los hombros, mientras hacemos una respiración abdominal relajada, relajada, relajada...


Javier Fernández Lorca
profesor de Secundaria

Los hijos tiranos


Nacho, de 16 años, está sentado frente a mí. Me mira de forma intermitente, pero cuando lo hace clava los ojos, como si quisiera leer en mi interior. Sus padres me contaron que no pueden más, que no quieren ir a la policía ni al juzgado, que soy su última oportunidad.

– ¿Qué fue lo que pasó ayer? Tu madre me llamó muy angustiada…
– ¿Lo de ayer? Bueno…, no fue para tanto. Discutimos. Mi madre siempre cree que me aprovecho cuando mi padre está fuera de viaje, y que entonces la acorralo, eso dice. Pero sólo discutimos. De verdad, no pasó nada grave.
– Sin embargo, tu madre luego estaba muy alterada… Me dijo que estaba asustada, que habías vuelto otra vez a amenazarla…
– Mi madre exagera. Es una cobarde, siempre lo ha sido. ¡Una vez le tiré una patata a la cabeza y gritaba como si le hubiera tirado una bomba…!


Nacho lleva dos años mostrando un comportamiento muy violento hacia sus padres. Siempre había sido un niño difícil, pero en los últimos meses la cosa se ha complicado mucho, y ahora –a la vista está– se ha convertido en un hijo tirano de sus padres. Va mal en la escuela, y por toda explicación dice que los profesores son todos una mierda, y que no os preocupéis, que ya aprobaré (…)
Cada vez recibo más llamadas de auxilio de padres como los de Nacho, padres atónitos, asombrados ante una violencia que no pueden comprender. Pero no sólo yo, muchos de mis colegas están asistiendo a este mismo fenómeno (…)

¿Qué está pasando? ¿Cómo puede ocurrir que una niña de sólo 13 años eche a su madre de su propia casa, y la golpee continuamente? ¿Por qué hay tantos hijos que tiranizan a sus padres? Si fuera un caso aislado…, pero no lo es. Se trata de una auténtica epidemia. Los servicios sociales son unánimes a la hora de señalar que se trata de un fenómeno nunca visto.

El responsable de menores del Colegio de Abogados de Valencia declaró que las agresiones a los padres han sufrido una escalada terrorífica. Y, en efecto, lo es: esa violencia –llamada a ascendientes– creció en los juzgados de esa Comunidad catorce veces más en los últimos tres años. En Cataluña, los padres que denunciaron a sus hijos pasaron de ser 23, en el año 2001, a 178 en el año 2004. Para añadir más alarma a la situación, las niñas, desde siempre y en todas partes mucho menos violentas que los niños, están también haciéndose notar en esta rebelión cruenta de los hijos (…)

¿Ha existido siempre esta violencia hacia los ascendientes, o es un fenómeno nuevo? Desde luego, siempre ha habido padres golpeados y extorsionados por sus hijos, pero no me cabe duda de que esta violencia se ha incrementado de forma espectacular por varias razones.

En primer lugar, porque, con la perspectiva temporal de los últimos diez años, vemos que se han incrementado otras formas de violencia protagonizadas por los jóvenes como es la delincuencia juvenil (en particular el pandillismo –skins, ultras y bandas latinas– y las agresiones violentas, sexuales y homicidios) y el acoso escolar (bullying), es decir, la violencia física y/o psíquica que, de modo habitual, unos alumnos ejercen sobre otros. No tiene nada de extraño, por consiguiente, que también en esta peculiar forma de agredir se haya producido un incremento muy sustancial.

La segunda razón es que se trata de algo muy difícil de sacar a la luz. ¿A qué padre o madre le gusta denunciar a su hijo, o pedir el amparo de los servicios sociales? Cuando tantos casos han llegado a los organismos públicos, es porque muchos más padres se han visto afectados y desbordados en comparación a lo que ocurría antes.

Una tercera razón es que muchos de estos casos se paran en el sistema alternativo de la salud privada, particularmente en psicólogos clínicos o de familia, o bien en los psiquiatras; esto es posible porque, sólo en los últimos diez años, se ha extendido en España esta práctica generalizada de acudir al especialista cuando hay problemas: si esta red intermedia –entre el niño violento y la justicia o servicios menores– no existirera, estoy seguro de que las Administraciones públicas todavía estarían más inundadas de casos de esta índole.

Vicente Garrido Genovés
en Los hijos tiranos. El síndrome del emperador (ed. Ariel)
ABORTO

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