miércoles, marzo 08, 2006

Acoger a un niño condenado a morir: trisomía 18


Un hijo para la eternidad

El testimonio de una madre de familia ante la muerte de su recién nacido. ¿Qué hubiera hecho yo en su lugar? ¿Qué me dice este testimonio?

PARÍS, miércoles, 2 marzo 2005 (ZENIT.org).- ¿Qué sucede cuando una madre sabe que el hijo que lleva en sus entrañas está enfermo y morirá con toda probabilidad poco después de nacer?

A esta dramática pregunta responde en el libro «Un hijo para la eternidad» (Edicioines Rialp, 2005 Isabelle de Mézerac, madre de otros cuatro hijos.

La contraportada del libro dice: «Nuestro Emmanuel nació a las 11.18. Su corazón dejó de latir a las 12.30. ¡Cuánta emoción en una vida tan corta! ¡Qué intensidad en esos minutos que tienen valor de eternidad!».

--¿Por qué ha decidido publicar un libro sobre su experiencia?

--Isabelle de Mézerac: He aceptado escribir la historia de nuestro pequeño Emmanuel a petición de los médicos del Hospital Universitario de Lille, donde fui atendida. Sin su insistencia, nunca hubiera sacado esta historia de nuestro círculo familiar. Junto al médico que me ha acompañado durante el embarazo y que ha participado en el libro, el doctor Jean-Philippe Lucot, queremos mostrar que hay otro camino que el del aborto en caso de enfermedad letal diagnosticada a un bebé que todavía no ha nacido. Es la opción de acompañar esta pequeña vida hasta su ocaso natural. En este contexto de fin de vida, ciertamente es un camino doloroso, pero puede vivirse serenamente, tomándose el tiempo de amar a este pequeñito y construir recuerdos juntos.

--¿Ha conocido otros casos como el suyo, en los que las madres han decidido dar a luz a su hijo?

--Isabelle de Mézerac: Tras la publicación del libro, me he encontrado con numerosas mamás que han hecho o están haciendo la misma opción: todas me confirman que experimentan los mismos sentimientos descritos en el libro, independientemente de su edad o situación personal. No soportamos el que se piense que hemos hecho esta opción porque somos católicos: es simplemente la expresión de nuestro amor maternal por los pequeños. De hecho, me he encontrado con mamás ateas que no han tenido la posibilidad de tomar esta opción y que les hubiera gustado hacerlo, para poder escoger el vivir este acompañamiento hasta el final.

Para mí fue una prueba de fe, pues vivía en mi propia carne la confrontación con la muerte, con el más allá, con la eternidad… ¿Qué sentido tienen estas palabras? ¿Qué es la fe?

--¿Por qué piensa usted que este quinto niño llegó tan tarde, teniendo usted 45 años, cuatro hijos y después de dos embarazos fracasados?

--Isabelle de Mézerac: No sé cómo responder a su pregunta. La llegada de Emmanuel, justo antes de que fuera demasiado tarde para mí, sigue siendo algo totalmente incomprensible, incluso misterioso. Esperamos durante mucho tiempo a este quinto hijo… Me ha enseñado a no decir nunca «jamás»…

--El nombre Emmanuel («Dios con nosotros»), ¿fue decidido antes de su nacimiento?

--Isabelle de Mézerac: El nombre de Emmanuel fue escogido unos meses antes de su nacimiento, después de que tuvimos conocimiento de la terrible enfermedad que le aquejaba. ¡Varios de la familia tuvimos la misma intuición por este nombre!

Para mí no significaba «Dios con nosotros», sino que representaba más bien al hombre más pequeño entre los pequeños, el más pobre entre los pobres, como era el caso de mi bebé por nacer, pues estaba enfermo e iba a morir. Entonces pensé en el Emmanuel, nacido hace dos mil años en un establo, entre los más pobres…

--¿Qué testimonio les ha dejado el pequeño Emmanuel?

--Isabelle de Mézerac: Al hacerme vivir una extraordinaria historia de amor, Emmanuel me ha enseñado la belleza de la vida y la posibilidad que representa. Me ha enseñado la potencia de este amor gratuito, entregado de todo corazón y sin pedir nada a cambio: me ha permitido descubrir la plenitud y esto me ha hecho profundamente feliz, a pesar de que todavía hoy sigo llorando por su ausencia.

Gracias a él, he descubierto los límites de nuestro mundo, mi fragilidad y la inmensa necesidad que tenemos de los demás: la vida es relación con los demás, nos hace responsables de esta relación, sobre todo cuando el otro se acerca a las orillas de la muerte.


Reseña del libro

Acoger a un niño condenado a morir

«Un hijo para la eternidad» describe la aventura emocionante de una madre enfrentada al diagnóstico prenatal de la trisomía 18, que decide continuar con su embarazo y acoger a su hijo condenado a morir a partir de su nacimiento. Es muy duro seguir paso a paso a esta madre que quiere con toda su alma al hijo que lleva en su interior y que está condenada a llorar su muerte inexorablemente anunciada. Estamos destrozados, como ella, su marido y sus hijos, ante la tormenta de sentimientos contradictorios a los que se enfrentan penosamente a lo largo de esta espera. Este camino conduce a un sentimiento asombroso de plenitud a pesar de la pena. "Plenitud de este amor gratuito, completamente entregado." Plenitud de este camino realizado en verdad. Plenitud de esta relación conducida hasta el final. "
"Ir lo más lejos posible en la relación con el que va a morir, incluso si se trata de un niño que va a nacer, nos ha dejado tiempo para dar todo, decirlo todo y nos autoriza a reanudar la vida". Isabelle de Mézerac da el siguiente testimonio: "aceptar los límites de la medicina, sin engañar, observar nuestro sufrimiento de frente, sin pretender esquivarlo, afrontar la muerte a su hora, sin querer anticiparla, es todo lo que aprendí con Emmanuel, es por eso que reanudo la vida!". También nos confía la reflexión de uno de sus hijos, la noche de la muerte de su hermano pequeño: "me miró intensamente, a través de sus lágrimas y me garantizó que ahora sabía que yo le habría amado y a mi, hasta el final, si hubiera tenido una minusvalía".

Malestar en torno al diagnóstico prenatal

La lectura de este libro nos causa una impresión violenta del malestar que rodea la práctica y el anuncio del diagnóstico prenatal. Ante el conocimiento de una malformación grave de su bebé antes del nacimiento, los padres se encuentran completamente vulnerables, pierden su libertad de elección y se encuentran en manos de los cuidadores, quienes generalmente les proponen el aborto. Isabelle de Mézerac habla de un engranaje infernal, de un juego de billar que se ha convertido en una locura, y dice que antes de la intervención de una amiga genetista, ni siquiera sabía si era médicamente posible proseguir el embarazo. En caso de malformación mortal, el aborto es lo normal, la continuación del embarazo una alternativa que se propone raramente...

Cuidados paliativos en maternidad

Con su experiencia y el reconocimiento hacia los médicos que le ayudaron, Isabelle de Mézerac completa su interesantísimo relato de reflexiones de médicos y juristas sobre la introducción de los cuidados paliativos en maternidad y el acompañamiento del embarazo y el luto del niño. Profesionales del entorno médico recuerdan que se perturbó la imagen mental del bebé enfermo hasta destruirla mediante las imágenes médicas que sólo mostraban sus malformaciones y de la importancia del papel del médico en reintroducir en la mirada de los padres una visión más global de la existencia de su hijo. Paradójicamente, la ecografía, anticipando la imagen de su bebé a la madre, permite, más allá de una posible desventaja, reintroducir su humanidad. ¡Rindamos homenaje con humildad a los profesionales que, a través de estas líneas llenas de esperanza, nos presentan el respeto a la vida como una nueva idea!

Unas palabras respecto al prólogo del Pr. Jean-François Mattei para decir que los más bonitos prólogos del mundo no compensarán nunca los efectos nocivos de las malas leyes. Para ser sincero y fértil, el amor necesita pruebas más que palabras. En política, inscribir el bien común en la ley es una exigencia absoluta de caridad para los que están responsabilizados de hacerlo. Es deseable que quien realiza el prefacio tenga la convicción del ministro.

Isabelle de Mézerac, Un hijo para la eternidad E. Rialp



Adopcion Espiritual

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