jueves, octubre 25, 2007

El trauma del aborto y sus secuelas

Cuando me disponia a leer en almudi.org otro artículo he topado con esto

El trauma del aborto y sus secuelas


E. Joanne Angelo

Arguments


Las madres y los padres de hijos abortados sufren en soledad los sentimientos de desolación, de dolor, de culpabilidad, y frecuentemente sin admitirlos ni mencionarlos entre ellos mismos. La sociedad no otorga validez a sus insoportables sentimientos


Recientemente se ha activado ese debate, en Estados Unidos, por la proyección de un documental, “pretendidamente neutro”, que presenta -durante más de dos horas y media- testimonios y opiniones a favor y en contra del aborto; también muestra sin tapujos los diversos procedimientos abortivos.


Dejando de lado ese documental —que aunque sea un film de impacto no parece que vaya a aclarar nada sobre el valor de la vida humana—, lo que parece claro es que, después de la indefensa criatura a quien se mata, la segunda víctima del aborto es la mujer.


Dice Pilar Gutiérrez Vallejo en aciprensa.com: "Casi todas las mujeres que han abortado -por no decir todas- están sufriendo o sufrirán tarde o temprano lo que se conoce como Síndrome Post-Aborto.


Son síntomas parecidos a los que sufren los soldados que regresaron de la guerra del Vietnam, o los que ahora vuelven de Irak, mutilados físicamente y alienados mentalmente.


Dice Gutiérrez Vallejo: “La misma angustia, la misma desesperación, la misma culpa: pesadillas, insomnio, alcoholismo, agresividad o depresión, psicosis... y suicidio.” (…) “Siete veces más suicidio entre mujeres que habían abortado descubrió el Gobierno de Finlandia en un estudio de 1997 sobre una muestra de 9.129 mujeres tomada de la base de datos nacional..., un estudio impecable y estremecedor.”


Y sigue más adelante: “A los ojos del mundo, no les pasa nada porque el aborto es ‘legal’, y por definición, lo que es legal debe ser bueno, y lo que es bueno no puede hacer mal. Ergo, a las mujeres que abortan no les puede pasar nada, y si les pasa es su problema, es que, además, son idiotas o están desequilibradas... pero no por el aborto, claro. La sociedad no puede admitir que una mujer esté atormentada por algo que la sociedad misma le ha procurado, no puede reconocer que le ha dado veneno para beber y que por eso se está quemando por dentro.”


Publicamos ahora la traducción española de un reciente artículo aparecido en The Human Life Review (Spring 2007), titulado “The Aftermath of Abortion Trauma”. Ha sido escrito por E. Joanne Angelo, Doctora en Medicina y ha sido traducido para arguments por el Profesor José Luis González-Simancas.



Por E. Joanne Angelo




En el ejercicio de la psiquiatría, durante los últimos 40 años he ayudado a cientos de mujeres, hombres y niños que se dolían por la pérdida de un ser querido. El dolor y la tristeza son una experiencia humana universal, compartida por todas las culturas.


Cuando fallece una querida persona mayor, su pérdida se siente profundamente por esposas, hermanos, hijos y nietos, y sus amistades. El proceso doloroso se alivia si se preveía la muerte y se había proporcionado un cuidado cariñoso al enfermo. Es más doloroso si había una relación discrepante con el fallecido, o si la muerte no se preveía o resulta traumática.


Es más difícil sentirse afectado en otras situaciones, tales como la muerte inesperada por violencia, o por una catástrofe natural, o en caso de suicidio, especialmente si el cadáver se reduce a trozos mutilados o resulta imposible hallarlo para poder enterrarlo. Surgen entonces, espontáneamente, piezas escultóricas en el sitio del fatal accidente o de la catástrofe, donde la gente deposita flores, recordatorios y cartas, como puede verse en la Zona Cero de Nueva York.


La muerte de un chiquillo es la más difícil de sobrellevar por la familia y la sociedad. Algunos Directores de tanatorios me han dicho que cuanto menor es la edad del fallecido, mayor es la multitud que acude al velatorio y al funeral. A sus compañeros de clase y vecinos, así como a padres y hermanos les resulta duro aceptar y encontrar sentido a la pérdida de un niño. El gran grupo de apoyo que se reúne en torno a la familia les ayuda enormemente durante sus días de profundo dolor. En la tumba de un niño, una ve con frecuencia juguetes, caramelos y ramos de flores, pero el vacío que produce la temprana pérdida de una persona joven queda como una herida abierta durante muchos años, incluso por toda una vida.


El dolor que causa la pérdida de un niño prematuro es también una pesada carga para los padres y las familias. Las enfermerías para los cuidados intensivos de niños prematuros han elaborado programas para ayudar -a padres y personal- a encararse con la muerte de sus diminutos bebés. Equipos de enfermeras, médicos, asistentes sociales, capellanes y padres que han sufrido pérdidas similares, acompañan a la familia en su dolor y les ayudan a componer una pequeña caja memorial, en la que se incluyen fotos con el bebé en sus brazos, sus patines para los pies, sus ropitas, la pulsera de identificación del hospital, y los certificados de nacimiento y defunción. Se organiza un funeral y puede que un entierro, quizá en una fosa compartida con un familiar fallecido anteriormente.


Madres y padres que han perdido un niño por un aborto natural también sufren profundamente, aunque frecuentemente su dolor lo vivan en privado, o lo oculten. Un artículo de 2003, en la Revista Americana de Crianza Materno-Infantil, afirma: “Sabemos, por estudios sobre la mujer, que la pérdida natural del feto es un suceso que cambia la vida, y que las mujeres experimentan sentimientos de vacío, miedo, culpabilidad y tristeza. Tienen una mayor necesidad de apoyo y albergan muchos temores acerca de su futuro embarazo. Mantienen un elevado nivel de depresión y ansiedad, incluso un año después del suceso”. Temas recurrentes en mujeres que han sufrido un aborto espontáneo son el enfado y la frustración, el sentimiento de culpabilidad, sentirse sola, imaginarse que nadie podrá realmente comprender la profundidad de su dolor, y quedarse como atontada por el dolor.


Todas las mujeres incluidas en este estudio informaron sobre sus sentimientos de culpabilidad respecto a la causa del aborto espontáneo, aunque la mayor parte de ellas dijeron que sabían que, de hecho, probablemente no lo habían causado. En las primeras semanas de un embarazo, es frecuente que se produzcan sentimientos contradictorios que dificultan la triste situación que produce un aborto espontáneo. Con frecuencia estas mujeres pasan solas ese momento. Pero si lo comparten con alguien, los demás puede que no lo entiendan, y que respondan con algún comentario como este: “Debe de haber ocurrido algo terriblemente malo; es mejor que se haya producido de esa manera”, o bien, “Pronto tendrás otro bebé”. Las mujeres me cuentan sus sentimientos de vacío y desolación, o de sentirse incapaces de criar al niño. Y rumian interiormente sobre qué es lo que hayan podido hacer para que se produjese la pérdida: si demasiado ejercicio, si un vaso de vino, o poca alimentación, o una caída, o sentimientos negativos sobre el embarazo, e incluso el haber pensado en interrumpirlo.


La muerte de un niño por el aborto provocado es con mucho la más traumática de las pérdidas y del pesar consiguiente. La muerte es violenta y prematura, y el cuerpo queda desmembrado. Para esos padres no quedan restos, ni un niño que tener en brazos, ni fotos que conservar, ni una ceremonia religiosa, ni una tumba que visitar. Las madres y los padres de hijos abortados sufren en soledad los sentimientos de desolación, de dolor, de culpabilidad, y frecuentemente sin admitirlos ni mencionarlos entre ellos mismos. La sociedad no otorga validez a sus insoportables sentimientos.


La relación mutua entre padre y madre se deteriora con frecuencia, debido a sus actitudes contradictorias sobre el aborto y respecto del papel que cada uno ha tenido en ello. Dolor, culpabilidad, depresión, odio a uno mismo, abuso de medicamentos, le lleva a tener poca energía física o afectiva en sus relaciones personales, en el trabajo, o en el estudio. Sus vidas se revuelven y se vienen abajo.


Las mujeres que no pueden dormir por la noche, con pesadillas recurrentes de niños a los que se mata o se hace trozos, con frecuencia recurren al alcohol, a las pastillas somníferas o a las drogas ilegales para conseguir dormir. Imágenes que les recuerdan su experiencia vivida del aborto provocado les acosan durante años, provocadas por cosas tan normales en el día a día como el sonido de una aspiradora de limpieza, o del aparato de succión en la clínica dental, o el sonido de la música que escucharon en la clínica abortista, o ver a un niño en un anuncio en la televisión, o un examen ginecológico. Escenas retrospectivas que les hacen revivir el procedimiento abortivo que sufrieron. Les envuelve una ola de ansiedad, palpitaciones, hiperventilación, e hipersensibilidad al sonido.


Cada año, la fecha en que debía haber nacido el niño y el aniversario del aborto provocan dolor y sentimiento de culpabilidad. Los nuevos embarazos pueden ir acompañados con sentimientos de incapacidad para ser madre, lo que conduce a múltiples abortos. Y los fallecimientos en la familia provocan dolor y remordimiento por pérdidas pasadas también.


Los síntomas depresivos pueden hacerse insoportables y conducir a imaginar un suicidio, o a cometerlo realmente. Un reciente estudio longitudinal en Nueva Zelanda, donde el aborto es legal, siguió la trayectoria de más de 1.000 mujeres, desde su nacimiento hasta los 25 años. Cuarenta y uno por ciento de las mujeres de este grupo resultaron embarazadas antes de la edad de 25 años, con un 14,6% que llevaron a cabo abortos provocados. Las que abortaron acusaron índices elevados de subsiguientes problemas de salud mental que incluían depresión, ansiedad, conductas suicidas y desórdenes por abuso de bebidas o drogas, Estos índices eran significativamente más altos que los de problemas de salud mental en mujeres que no quedaron embarazadas, o que quedaron embarazadas y no procedieron a abortar. Estos hallazgos no cabría atribuirlos a los problemas de salud mental de estas mujeres jóvenes con anterioridad al aborto. Un estudio realizado en Finlandia encontró que el índice de suicidios de mujeres, un año después de cometido un aborto, (37,4 por cada 100.000) era casi seis veces mayor que el índice de suicidio entre las que tuvieron el nacimiento normal del niño (5,9 por cada 100.000) y significativamente superior al índice de suicidios cometidos en la población general de mujeres con edad adecuada para el embarazo (11,3 por cada 100.000).


También pueden alterarse las relaciones con otros niños, en familias en las que ha habido abortos. Los niños que han venido después pueden ser objeto de sentimientos maternos contradictorios o de una sobreprotección por parte de la madre..Saber que ha habido hijos que se han abortado por tener malformaciones puede llevar a que los otros niños crean que cualquier actuación por su parte que sea “menos-que-perfecta” puede ser también un motivo para ser rechazado. Los abuelos, amigos, orientadores y enfermeras escolares que aconsejaron abortar, así como los que practicaron el aborto, tampoco escapan de la onda expansiva de esta epidemia actual de dolor y culpabilidad.


Otras culturas también sufren las consecuencias del trauma abortivo. En Japón, a los niños abortados se les llama “bebés aguados” y creen que no quedarán libres para volver a Dios hasta que no sean rescatados por medio de oraciones ofrecidas en el templo budista por los monjes, y de los regalos de juguetes y caramelos que sus padres colocan ante las pequeñas esculturas de piedra que hay en los templos. En Taiwán, a los niños abortados se los considera como “bebés espíritu” que volverán para acosar a sus padres, destruyendo sus matrimonios y sus negocios, a menos que se ofrezcan oraciones por ellos en los templos.


Los cuarenta y cinco millones de abortos que se han producido en este país durante los 34 años transcurridos desde la sentencia Roe V. Wade, y los 1.200 millones más de cada año, han producido una charca desbordante de dolor en los corazones de mujeres y hombres que han perdido a sus hijos de un modo prematuro y violento; un dolor que, hasta recientemente, han estado ocultando con un gran coste emocional. Cuando los padres de niños abortados superan su silencio y nos cuentan la tragedia que ha supuesto el aborto en sus vidas, y la comunidad científica corrobora los síntomas con datos irrefutables de investigación, el estrago que el aborto ha provocado en nuestra sociedad ya no puede ser denegado.


Cuando se reconoce el aborto como el trauma que realmente es, y el tratamiento profesional, junto al apoyo compasivo y la atención pastoral, se hace posible para madres y padres, entonces los que han sufrido por el aborto pueden convertirse en los que, ya heridos, sanen a nuestra sociedad, proclamando, en silencio o a gritos, un “¡Nunca más!”. El lago de lágrimas se está vertiendo en una encrespada riada de dolor, lista para inundar nuestra cultura y lavarla hasta dejarla limpia.


Cuando se retire la riada, mi esperanza es que dejará sus riberas fértiles para una nueva vida: para una cultura de la vida que surgirá en nuestra tierra y se extenderá por todo el mundo.

Llamó al 900 500 505

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Publicado en Qué 25-10-07

sábado, octubre 20, 2007

Mis hijos, mi esperanza, sobrevivieron




Lo acabo de leer en un foro:

Hola a todos:
Es la primera vez que escribo y lo ago para contarles algo que jamás conté pero comprendí que los errores se comparten para que nadie mas lo vuelva a cometer:

Cuando tenia 16 años salía de la fiesta de la casa de una amiga acompañada por mi primo en la esquina antes de tomar el carro de regreso a casa dos tipos nos intentan asaltar. Mi primo intento defenderme pero lamentablemente los tipos eran más grandes y más fuertes, el solamente tenía 15 años y uno de ellos sacó un puñal y lo hirió de gravedad y a mí me violó el otro frente a mi primo que se desangraba a mi costado. A los pocos minutos llego mi papá a recogernos y encontró la escena, llamó a la policía pero ya era tarde. Cuando llegó la ambulancia yo había logrado ponerme de pie y abrazar a mi primo: él falleció en mis brazos y a mí se me murió el alma, él era mi compañero de travesuras, de juerga, de vida.

Pasaron 2 meses y me enteré por unos análisis que yo estaba embarazada. El mundo se me vino encima: de nuevo aún no me recuperaba de la muerte de mi primo y otra vez me daban una mala noticia. Tenía 16 años no quería hijos, menos niños que me harían recordar ese funesto día que yo tanto ansiaba olvidar. Así que en contra de mi religión y de mi familia me fui a una clínica y aborté y fue donde me dijeron que había abortado gemelos. Pasados unos 4 meses notaba que había engordado, así que fui al doctor y este me dijo que yo seguía embarazada de gemelos y que ya tenia 6 meses y que eran niño y niña. Maldije a todo el mundo que me había hecho creer que me estaba deshaciendo de un cúmulo de sangre. Al verlos por el monitor de la ecografía le di gracias Dios por esos ángeles; mi familia, en especial mi mamá, se alegró que no ese aborto no haya sido bueno.

A los 7 meses de embarazo nacieron mis dos hijos: Esperanza y Jesús. Nacieron con muchas deficiencias el varoncito nació con un 30% de su cuerpo quemado, pues a mi me practicaron un aborto por inyección salina y retardó del crecimiento; la niña con parálisis cerebral. Han pasado 8 años ya desde aquel día y mis hijos están conmigo son mi alegría y mi vida el niño "Jesús" ha superado sus problemas de quemadura y solo tiene algunas cicatrices y todos los años me trae una medalla de oro de su colegio especial. Compite en las olimpiadas y su problema de crecimiento es algo que lo superamos día a día. Mi niña mi "esperanza" es mi alegría me levanto y ella está a mi lado con sus hermosos ojos sonriéndome lista para jugar. Antes de los 3 años le amputaron una pierna: caminó muchos años con aparatos, hoy camina solo con ayuda de un bastón; tiene problemas del habla pero asiste a una escuela normal, le gusta la pintura y le agradece a Dios por su vida. Yo le agradezco a Dios que me haya permitido tener estos hijos tan hermosos con sus necesidades especiales; jamás me arrepiento de habérmelos quedado pese a las infaltables propuestas de adopción, los amo y sin mi vida ¿? no cometan los mismo. Los hijos son la mayor alegría para una madre aunque vengan en cualquier circunstancia ellos no tienen la culpa

Mishijosmivida




Adopcion Espiritual

El aborto y los derechos de las mujeres


Frederica Mathewes-Green


El debate sobre el aborto parece un conflicto de derechos irresoluble: el derecho de las mujeres a controlar sus propios cuerpos, el derecho de los niños a nacer. ¿Se pueden apoyar los derechos de las mujeres y oponerse al aborto?.


Apoyar verdaderamente los derechos de las mujeres debe implicar contar la verdad sobre el aborto y trabajar para que cese. Hace muchos años yo sentía de modo distinto; en la universidad defendí la derogación de las leyes sobre el aborto y apoyé a mis amigas que viajaban para abortar fuera del estado. En aquellos primeros días de feminismo las mujeres se enfrentaban con obstáculos que intimidaban. Se creía que la mujer típica era propensa a tener accidentes en el aparcamiento y a consolarse después con un sombrero nuevo. Desde luego no era alguien que debiera dirigir una sociedad anónima -quizás era alguien que ni siquiera debiera votar.


Pero los obstáculos con los que las mujeres se enfrentaban no sólo eran políticos; nos sentíamos físicamente vulnerables, puesto que las estadísticas de violaciones aumentaban y los cuerpos de las mujeres eran explotados en la publicidad y el espectáculo. El menosprecio de nuestras capacidades por el mundo exterior era agravado por la crueldad extra a la que estaban expuestos nuestros cuerpos, de la violencia desde fuera y la invasión desde dentro. Un embarazo no planificado parecía un invasor, un malvado extraño empeñado en colonizar nuestro cuerpo y destruir nuestros planes. Sentíamos que el primer derecho debía ser mantener el propio cuerpo sano y salvo y privado; sin esto, todos los demás derechos carecían de sentido.


Porque aún creo tan fervorosamente en el derecho de una mujer a proteger su cuerpo, ahora me opongo al aborto. Esa protección del cuerpo de una mujer debe empezar cuando empieza su cuerpo, y debe ser suya no importa donde viva -aunque viva en el seno de su madre. Lo mismo es también verdad para su hermano.


Durante años me tragué la postura de que el niño aún no nacido era sólo “una pequeña masa de tejido”. Cuando tropecé con una descripción de un aborto a mitad del embarazo, me horrorizó la descripción del centro de la jeringuilla moviéndose a trompicones contra el abdomen de la madre mientras su hijo pasaba por las angustias de la muerte. Me enteré que los abortos tempranos no eran más benignos: se hace pedazos al niño miembro por miembro y se le saca por aspiración a través de un estrecho tubo hasta una bolsa sangrienta. Lo peor de todo es que me enteré que de 400 a 500 veces al año nacen niños vivos después de abortos tardíos, y entonces se les hace morir por estrangulamiento, ahogándolos, o sencillamente se les deja en una chata en un water a oscuras hasta que cesan sus gemidos.


No podía negar que esto era una violencia horrorosa. Aunque hubiera alguna duda de que el niño aún no nacido fuera una persona, si hubiera visto a alguien hacer esto a un gatito me habría horrorizado. El feminismo que esperaba crear una nueva sociedad justa había adoptado como esencial un acto de injusticia. En Los hermanos Karamazov, un personaje desafía a otro en cuanto a si consentiría en ser el arquitecto de un mundo nuevo en el que todas las personas serían felices y estarían en paz, pero “fuera esencial e inevitable torturar hasta la muerte sólo a una diminuta criatura -aquella niña...por ejemplo- y echar los cimientos de aquel edificio sobre sus lágrimas no vengadas”. No sólo una muerte está por debajo de este edificio, sino decenas de millones, con miles más cada día. La justicia no se puede construir sobre unos cimientos tan sangrientos.


¿Se han beneficiado las mujeres de la legalización del aborto?. Alguien ha sacado provecho, pero no la mujer que sufre uno; la industria del aborto gana 500 millones de dólares al año, y la venta de partes de los niños aún no nacidos podría empujar la cifra a miles de millones. La mujer media no gana, sino que pierde, cuando tiene un aborto. Pierde, en primer lugar, los cientos de dólares al contado que debe pagar para recibir la cirugía. Segundo, debe sufrir un procedimiento humillante, una invasión más profunda que la violación, puesto que el interior de su útero se limpia crudamente por aspiración para eliminar toda pizca de vida. Algunas mujeres se obsesionarán toda su vida con el sonido de ese aspirador. En tercer lugar, puede perder su salud. Además de las mujeres a las que se hace una punición o mueren en las mesas de operación de los abortos, hay efectos perjudiciales más sutiles. La apertura del útero, el cuello del útero, está concebida para que suceda gradualmente durante varios días al final del embarazo. En un aborto, el cuello del útero se abre de un tirón violento en cosa de minutos. Se pueden dañar las delicadas fibras musculares -un daño que puede pasar desapercibido hasta que está muy avanzada en un embarazo deseado posterior y dejan paso a un aborto espontáneo. Según algunas estimaciones, se dobla la probabilidad de abortos espontáneos posteriores en mujeres que han abortado.


Mientras se puede abrir el cuello del útero, el útero nunca fue destinado a ser limpiado con un aspirador. Los arañazos y rasguños pueden causar cicatrizaciones que pueden producir endometriosis. Si las cicatrices están cerca de la abertura de las trompas de Falopio, se pueden eliminar en parte las aberturas. El diminuto espermatozoide puede entrar nadando y fecundar el óvulo, pero el óvulo fecundado, cientos de veces más grande que un espermatozoide, no puede volver a pasar a través de ellas dentro del útero. El óvulo fecundado se puede implantar y crecer en las trompas hasta que el tamaño del niño alcanza el limite de las trompas; si no se diagnostica la condición, el tubo explota, el niño muere y la mujer puede morir. Algunos estudios demuestran un aumento por cinco en el riesgo de embarazo tubárico -en las trompas- de una mujer que ha abortado. Alternativamente, la cicatrización en la entrada de las trompas puede ser completa. En este caso, el espermatozoide nunca se puede encontrar con el óvulo, y la mujer es estéril; creía que estaba abortando un embarazo, pero estaba abortando todos sus embarazos para el resto de su vida.


Esto nos trae a la perdida más devastadora de todas: la mujer pierde a su propio hijo. La retórica del aborto describe al niño aún no nacido como un parásito, un grumo, “una pequeña masa de tejido”. De hecho, es el hijo de la mujer, tan parecido a ella como cualquier hijo que tenga alguna vez, compartiendo su apariencia, talentos y árbol genealógico. En el aborto, ofrenda a su propio hijo como un sacrificio por el derecho a evitar el cambio en su vida, y es un sacrificio que le obsesionará.


La ultima perdida es la perdida de su tranquilidad de espíritu. Planned Parenthood -Paternidad Planificada- reconoció recientemente que tantas como un 91 % de las mujeres que han abortado pueden experimentar un trauma después del aborto. Algunas sufren depresión, pesadillas, ideas suicidas; algunas se despiertan por la noche creyendo que oyen llorar a un niño. Un hombre que vio que su esposa se desintegraba gradualmente después de su aborto pregunto: ¿Qué clase de intercambio es control de tu cuerpo por control de tu mente?. El bebe perdido en un aborto no es uno que mantendrá despierto a su mamá por la noche --aún no.


Por todas estas perdidas, las mujeres no ganan nada sino el derecho a correr a su puesto. El aborto no cura ninguna enfermedad, no gana un aumento de salario a ninguna mujer. En una cultura que trata el embarazo y la crianza de los niños como impedimentos, quirúrgicamente adapta a la mujer para que encaje. Si las mujeres son un grupo oprimido, son el único grupo semejante que requiere cirugía para ser igual. En la mitología griega, Procusto era un anfitrión exigente; si eras del tamaño equivocado para su cama, te estiraría o cortaría para que encajarás. La mesa de operaciones del aborto es la cama de Procusto del feminismo moderno, para exigir la cual las víctimas realmente desfilan por las calles, en una horrorosa tergiversación.


Las tendencias anteriores del feminismo vieron esta cuestión más claramente. Susan B. Anthony llamó al aborto “infanticidio” y exigió “prevención, no meramente castigo...del espantoso hecho”. Las feministas del siglo XIX eran unánimes en oponerse al aborto. Elizabeth Cady Stanton lo agrupó con el infanticidio y afirmó que si era degradante tratar a las mujeres como propiedad, no era mejor para las mujeres tratar a sus propios hijos como propiedad. Su colega, Mattie Brinkerhoff,fue quizás más clara cuando comparó a una mujer que buscaba el aborto con un hombre que roba porque tiene hambre.


La cuestión sigue siendo: ¿quieren las mujeres el aborto?. No como quieren un Porsche o un cucurucho de helado. Como un animal caído en una trampa, que trata de arrancar su pierna con los dientes, una mujer que busca un aborto está tratando de escapar a una situación desesperada con un acto de violencia y perdida de si misma. El aborto no es un signo de que las mujeres sean libres, sino un signo de que están desesperadas.


¿Cómo llegó a ser predominante tal desesperación?. Dos tendencias en el feminismo moderno, ambas adoptadas de los valores de la estructura de poder masculina que le precedió, se combinaron para hacer necesario el aborto. El feminismo reemergente estaba preocupado principalmente en abrir puertas para las mujeres en la vida profesional y pública, y más tarde adoptó también la recomendación de la libertad sexual. La participación en la vida pública se complica significativamente con la responsabilidad de los niños, mientras que la actividad sexual sin compromiso es la manera más eficaz de producir embarazos no deseados. Este dilema -búsqueda simultanea de comportamientos que causan niños y que son turbados por los niños- encuentra inevitablemente su resolución en una mesa de operaciones para abortos.


Si tuviéramos que imaginar una sociedad que apoyara y respetara a las mujeres, tendríamos que empezar evitando los embarazos no planificados.


Los anticonceptivos fallan, y la mitad de todas las mujeres que abortan admiten que de cualquier manera no los estaban usando. Así, evitar los embarazos no planificados implicará un regreso a la responsabilidad sexual. Esto significa o evitar el sexo en situaciones donde no se puede dar la bienvenida a un niño, o estar dispuesta a ser responsable de las vidas concebidas no intencionadamente, quizás haciendo un plan para la adopción, contrayendo matrimonio, o con pagos fieles para el mantenimiento del hijo. Usar anticonceptivos no es un sustituto de esta responsabilidad, no más que llevar puesto un cinturón de seguridad da derecho a ir a toda velocidad. No es culpa de la niña cuando se la concibe, es el colmo de la crueldad exigir el derecho a hacerle trizas para continuar teniendo relaciones sexuales sin compromiso.


Además, tenemos que hacer que continuar un embarazo y criar un niño sea menos carga. La mayoría están de acuerdo en que las mujeres deberían desempeñar un papel en la vida pública de nuestra sociedad; sus talentos y capacidades son tan valiosos como los de los hombres, y no hay razón para restringirles el acceso a la esfera del empleo. Pero durante los años en que sus hijos son pequeños, la madre y el niño suelen preferir estar juntos. Si las mujeres tienen que ser libres para suprimir estos años en medio de una carrera profesional, deben tener, como antes se ha mencionado, hombres fieles y responsables que les apoyen. Ambos padres se pueden beneficiar también de más flexibilidad en el lugar de trabajo: permitir que los padres de niños en edad escolar fijen sus horarios para que coincidan con las de la jornada escolar, por ejemplo, o permitir que más trabajadores se escapen a los gastos de la oficina, el ir y venir regularmente al trabajo, y el cuidado al niño trabajando desde su casa.


También se debe dar la bienvenida a las mujeres que vuelven a la mano de obra cuando quieren regresar, explicando sus años en el hogar como una valiosa formación en dirección, educación y destrezas negociadoras.


Los derechos de las mujeres no están en conflicto con los derechos de sus propios hijos; la aparición de tal conflicto es un signo de que algo marcha mal en nuestra sociedad. Cuando las mujeres tienen el respeto sexual y la flexibilidad en el empleo que necesitan, ya no buscarán el sucedáneo de la sangrienta injusticia del aborto.


Frederica Mathewes-Green es vicepresidente para Comunicaciones en Feminists for Life -Feministas por la Vida- y directora de SISTERLIFE, su revista trimestral.





Adopcion Espiritual

miércoles, octubre 17, 2007

Salvan la vida a un feto con una técnica endoscópica pionera

JANOT GUIL
BARCELONA. Lucía nació el pasado mes de agosto en el hospital del Vall d´Hebrón de Barcelona, aunque su abrazo a la vida lo hizo dos meses atrás, cuando aún estaba en el vientre de su madre y fue intervenida con una técnica de cirugía endoscópica intrauterina que es pionera. Un equipo médico del hospital barcelonés logró salvar a Lucía tras practicarle una cirugía fetoscópica, cuando todavía era un feto de 21 semanas. Con un láser embutido en una cánula endoscópica de 3 milímetros de diámetro, cortaron una brida amniótica -un apéndice fibroso que se desprende de la membrana amniótica que rodea al feto-, que estrangulaba el cordón umbilical y la parte inferior de su pequeña pierna izquierda.

De no haberse resuelto, la anomalía, que se detectó con una ecografía de control rutinaria, hubiera causado la muerte fetal por sección del cordón umbilical y, en el menos traumático de los casos, habría producido la amputación parcial de la pierna izquierda por falta de riego sanguíneo.
Este tipo de intervención se ha realizado en otras ocasiones con cirugía abierta -abriendo el útero y no perforándolo por un solo punto-, pero es más arriesgada. De hecho, lo logrado por el equipo de Vall d´Hebrón, según confirmó ayer Elena Carreras, codirectora del programa de cirugía fetal de este centro, es un hito. Es la primera vez en el mundo que se aplica la técnica fetoscópica para liberar una brida amniótica que constreñía un cordón umbilical. Y la primera vez en Europa que se utiliza para salvar una extremidad comprometida por este tipo de apéndices fibrosos, ya que hasta ahora sólo se había realizado en tres ocasiones, y en Estados Unidos.

Según explicó el doctor José Luis Peiró, codirector del programa de cirugía fetal, la operación para salvar a Lucía duró 55 minutos y requirió de anestesiaa epidural para la madre y de general para el feto. Se introdujo en el útero de la madre una cánula endoscópica que contiene un láser y una cámara y, guiados a su vez por una ecografía, se seccionó la brida amniótica.

La intervención, como suele ocurrir en cualquier cirugía intrauterina, aunque más a menudo en las cirugías abiertas, adelantó el parto, por lo que Lucía nació prematura a las 28 semanas. Su estado de salud era óptimo y su maltrecha pierna, tras una nuevo retoque quirúrgico postnatal, se recuperó y ya ha sido dada de alta. «Podrá caminar y correr», afirmó el doctor Màrius Aguirre, ortopeda pediátrico, aunque precisó que falta por comprobar si en la pierna afectada la paciente perderá un poco de sensibilidad.

El origen de la formación de las bridas o bandas amnióticas es aún un tema en investigación, pero según explicó la doctora Carreras, en uno de cada 30.000 gestaciones aparece esta anomalía. El secreto para evitar problemas, dijo Carreras, es detectarla cuando antes mejor, mediante ecografías convencionales, aunque a menudo la dificultad radica en que no se hacen claramente visibles hasta que ya están estrangulando alguna parte del feto.


Adopcion Espiritual

viernes, octubre 12, 2007

La bebé operada de espina bífida por cirugía fetal abierta en Sevilla recibe hoy el alta médica

María, la pequeña operada de espina bífida por cirugía fetal abierta en el Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla, recibirá sobre las 10.00 horas de hoy el alta médica, según informó en una nota el propio hospital, que recordó que aquella intervención, pionera en Europa, tuvo lugar a las 26 semanas de embarazo y su nacimiento a las 32 semanas de gestación.

La bebé, que nació el pasado 6 de septiembre en el centro sevillano, fue intervenida por cirugía fetal abierta para la corrección del mielomeningocele que padecía y, tras 34 días de hospitalización en la Unidad de Gestión Clínica de Neonatología, necesarios para el correcto seguimiento de la pequeña, podrá volver a casa con su familia.

La intervención de cirugía fetal abierta se realizó el pasado 31 de julio, a las 26 semanas de embarazo por un equipo de 15 profesionales y por espacio de tres horas y 20 minutos. En aquel momento, el feto pesaba 900 gramos.

Para corregir el defecto del tubo neural fue preciso abrir el útero materno, sacar al exterior la región anómala del feto para su corrección y devolverlo a la cavidad uterina para proseguir su curso natural de maduración.

Todo ello se practicó en una compleja intervención que exigió una exhaustiva preparación y seguimiento, dentro del Programa de Medicina y Terapia Fetal del hospital, en el que participa un equipo multidisciplinar de profesionales de reconocida experiencia. Finalmente, María nació mediante cesárea a las 32 semanas de gestación, con 2,075 kilos y con una medida de 40 centímetros.

Este procedimiento, recalcó el hospital, ha vuelto a situar a la sanidad andaluza "a la cabeza en innovación y excelencia sanitaria", dando el primer paso en Europa para incorporar una nueva terapia que permite aumentar la supervivencia de los niños afectos de espina bífida y reducir el fuerte impacto de sus secuelas.


SEVILLA, 11 Oct. (EUROPA PRESS) -


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