jueves, marzo 20, 2008

Nuestros hijos no nos necesitan perfectos. Nos quieren auténticos y valientes

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Pedro-Juan Viladrich en La Cuestión Disputada.- A partir de octubre de 2007 se produjo un giro muy importante en la actitud social ante el aborto. Se derrumbó el tabú progresista del aborto. Muchos vieron con sus propios ojos (sic) los cuerpecitos descuartizados de niños concebidos, algunos ya viables. Muchos supieron, con pruebas evidentes e irrefutables, que las clínicas abortistas eran mataderos humanos, negocios corruptos y tenebrosos, que incumplían gravemente la ley que despenalizó solamente en tres supuestos el delito de abortar. Lo hacían desde antiguo y por sistema, como quien está seguro de quedar impune. ¿Qué hizo el gobierno ante el escándalo? El gobierno de Rodríguez Zapatero recibió a los representantes de esas clínicas. Lo hizo para garantizarles, sotto voce, que no serían investigados sus desmanes legales ni sus cuentas. Lo hizo para quitarles el pánico a responder ante la ley en los tribunales. Lo hizo para que siguieran practicando abortos. La reacción del gobierno, además de intolerablemente indigna, tuvo también el tufo de la soberbia. Dio la espalda a las verdaderas víctimas, los niños y sus madres. Se puso de parte de los delincuentes y su negocio. ¿Cuándo reconocerá esa izquierda progresista que ha cometido un error histórico colosal al defender el aborto, militando contra el derecho a la vida y a nacer de los niños concebidos, los seres humanos más inocentes e indefensos? ¿Cuándo reconocerá que el aborto, lejos de dignificar, está degradando a las mujeres? ¿Cuándo admitirá que su arsenal de argumentos abortistas lo desmiente categóricamente la ciencia moderna? La soberbia se lo impide.

Ya es hora de recobrar nuestra dignidad y valentía. Consentir esa masacre humana, cerrando los ojos, está teniendo un efecto devastador sobre nosotros mismos, sobre la formación de nuestros hijos e hijas, unos por varones y otras por mujeres, a los que estamos enseñando violencia, hipocresía y corrupción en estado químicamente puro. ¿Con qué autoridad moral podemos pedir a nuestra juventud que se respeten en sus relaciones íntimas, que destierren toda forma de violencia de género, si consideramos un valor progresista que la madre, en apuros, mate al niño en su vientre y que el padre, que siempre lo hay, pueda evadirse irresponsablemente o, incluso en muchos casos, amenazar a la madre para forzarla a abortar? La autoridad educativa ante nuestros hijos no la tenemos por perfectos, que nadie lo es, sino por ser valientes en nuestras convicciones, fieles en nuestros compromisos, auténticos en nuestros amores.

Ahora esta caricatura de científico que es Bernat Soria anuncia una ley de plazos, para poder abortar sin necesidad de probar ninguna “causa justificante”, y adelanta que los cuerpecitos de los cadáveres de los niños concebidos y abortados no tendrán la consideración de “restos humanos”, para así poder desembarazarse de ellos libremente o usarlos para fines inconfesables y lucrativos. Apelo a su recta razón. ¿Cómo vamos a reaccionar? ¿Con aquella dignidad y valentía que exige la “verdad de las cosas” a nuestra íntima conciencia? ¿Preferiremos anestesiarnos con aquellos argumentos que disfrazan nuestra cobardía, hipocresía y crueldad? Decidan libremente, por supuesto. Pero recuerden que, precisamente porque somos libres, nos convertimos en nuestros actos, comportamientos y compromisos.



Adopcion Espiritual

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