La figura de Morgentaler contrasta con la de Linda Gibbons, una activista pro vida de 60 años detenida por manifestarse pacíficamente ante una clínica abortista. En los últimos 14 años, esta diminuta abuela (pesa menos de 50 kilos) se ha pasado en total 75 meses en la cárcel por actuaciones similares, siempre pacíficas. En la última ocasión, Gibbons llevaba una inofensiva pancarta que decía: “¿Por qué, mamá? Si tengo mucho amor que dar”.






Linda Gibbons arrestada por manifestarse

contra el aborto



En un artículo publicado en el Calgary Herald (4-10-2008), Nigel Hannaford establecía un paralelismo entre Gibbons y Morgentaler. “Cuando el aborto estaba prohibido por la ley, un hombre la desafió y al final fue premiado por ello. Luego la ley cambió. No sólo se legalizó el aborto, sino que en muchos sitios se prohibió permanecer ante las clínicas donde se realizan para decir ‘eso está mal’.” En Toronto, es ilegal permanecer a la puerta, aunque no se diga nada. Allí no se puede ejercer la libertad de expresión.

Pero Gibbons siguió manifestándose pacíficamente, por lo que fue arrestada, enviada a la cárcel y, como no estaba dispuesta a prometer que no reincidiría, ha permanecido allí durante más de seis años en diversos momentos.

La última vez, a diferencia de las anteriores, fue absuelta. El juez decidió que su actitud no violenta y su no resistencia a la autoridad no podían ser consideradas como obstrucción a un agente en el ejercicio de sus funciones.

Al contar el caso, Nigel Hannaford señala el diferente tratamiento que se da al derecho a la libertad de expresión en este caso. “Si Gibbons fuera una sindicalista que participara en una huelga, podría gritar tanto como quisiera. En este país, la policía se mantiene a distancia aunque rompan los cristales a los camioneros. Entonces, ¿dónde está el problema si una mujer se dirige pacíficamente a otra que va a una clínica abortista? Ah, dice el otro lado, nadie debe interferir en un asunto que tiene que ver con la salud de otro. Es verdad. Pero la mujer no está enferma, está embarazada. Dada la sangrienta realidad del aborto, preguntar a alguien si realmente sabe lo que va a hacer parece justo”.

De hecho, en otro artículo publicado sobre Linda Gibbons, se mencionaba el caso de una niña de tres años, que estaba con vida porque Gibbons abordó a su madre a la entrada de la clínica.

También es llamativa la diferencia de pena. Cada vez que la pacífica Gibbons fue condenada, el castigo fueron seis meses de cárcel. Allí, compartió celda con otra reclusa condenada a la mitad de esa pena por una agresión con violencia.

¿Es esto justo?, se pregunta Hannaford. “Gibbons, como Morgentaler, tiene el coraje de defender sus convicciones. La diferencia entre su coraje y el de Morgentaler es que él nadaba a favor de una corriente que iba a llevarlo a la orilla. Ella no. Y que continúe haciéndolo sin ser jaleada en la prensa y en el Parlamento, dice mucho de sus convicciones”.

Como ha dicho Andrea Mrozek, “por mucho que los pro choice digan que los pro vida quieren meter a mujeres en la cárcel, en Canadá solo hay una mujer que está en la cárcel por el aborto, y es porque es pro vida”.

No habrá Orden de Canadá para ella, desde luego. La Orden es para gente que va en la dirección correcta. Pero, como pro vida y como partidaria de la libertad de expresión, la merece”, concluye Hannaford.