martes, diciembre 02, 2008

Un mensaje para todos los que defendemos la vida

Un mensaje para todos
los que defendemos la vida

Magaly Llaguno,
Directora Ejecutiva de VHI

Un mensaje para todos

Durante mi tiempo de oración y meditación una mañana, Dios trajo a mi mente enseñanzas que todos los cristianos conocemos, pero de las cuales a veces nos olvidamos. La lectura de la Liturgia de las Horas ese día era del Salmo 8: "Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el ser humano para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por las aguas. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!"

¡Qué maravillosa creación de Dios es el ser humano! Todos debemos reconocer este hecho y valorar a toda persona, nacida o por nacer. Los que somos cristianos sabemos muy bien que no debemos matar o maltratar a nadie. Y no sólo físicamente, sino tampoco de palabra. Es decir, no insultar, criticar, herir o menospreciar a nadie ni dañar su reputación. Y aquellos que trabajamos en defensa de la vida de todo ser humano, debemos cuidarnos mucho más de caer en estos pecados, porque tenemos que ser un ejemplo ante el mundo de lo que predicamos: el amor al prójimo. En las primeras etapas de la Iglesia, los cristianos eran identificados por el amor que se tenían. Del mismo modo debe el mundo poder identificar a los que defendemos la vida.

Otra enseñanza que también todos los cristianos conocemos, pero que necesitamos que nos recuerden a menudo, es poner amor siempre en todo lo que hagamos. San Pablo nos dice: "Tener amor es saber soportar, es ser bondadoso, es no tener envidia ni ser presumido ni orgulloso, ni grosero ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor, es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo" (1 Corintios 13:4-7).

Y las palabras de San Pablo, inspiradas también por el Espíritu Santo, son aun más fuertes, en lo que concierne a actuar siempre con caridad: "Y si reparto entre los pobres todo lo que poseo y aun si entrego mi propio cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve" (1 Corintios 13:3). En otras palabras, si lo que hacemos no lo hacemos por amor a Dios y al prójimo y con caridad, no dará los mejores frutos ni nos servirá para nuestra propia santificación. "Dios es amor, y el que vive en el amor, vive en Dios y Dios en él" (1 Juan 4:16).

A veces los que hemos emprendido la labor en defensa de la vida y la familia, creemos que somos imprescindibles o nos llenamos de orgullo si logramos grandes triunfos. Nos olvidamos de que sólo somos pobres instrumentos en las manos de Dios, y que toda la gloria en realidad es para Él. En el Diario de Santa Faustina, leemos que Jesús le dijo al encomendarle su gran obra: "Quédate tranquila, hija mía, esta obra de la misericordia es mía, no hay nada tuyo en ella." Del mismo modo, la obra que realizamos en defensa de la vida, es obra de Dios.

Cuando nos enfrentamos a dificultades y obstáculos en la difícil labor de defender la vida ante la cultura de la muerte, a veces nos desesperamos porque creemos que no avanzamos. Jesús le dijo a Santa Faustina cuando le encomendó la gran obra de difundir la Divina Misericordia: "Haz lo que está en tu poder y no te preocupes por lo demás. Estas dificultades demuestran que esta obra es mía, quédate tranquila si haces todo lo que está en tu poder." Y cuando San Pablo le pidió a Jesús que le quitara el sufrimiento que era como "una especie de espina clavada en el cuerpo", Jesús le dijo: "Mi amor es todo lo que necesitas; pues mi poder se muestra plenamente en la debilidad" (2 Corintios 12:7-10).

Si de veras queremos triunfar en nuestro apostolado y que éste dé los mayores frutos, antes de actuar siempre debemos tratar de discernir la voluntad de Dios, mediante la oración y los sacramentos. Hagamos no lo que nos gustaría hacer, o lo que preferiríamos hacer; sino aquello que creemos es la voluntad de Dios. Pidámosle a El que nos envíe su Espíritu Santo para que podamos discernir.

Y sólo podemos estar totalmente abiertos a la inspiración del Espíritu Santo y por tanto a la voluntad de Dios, si estamos en gracia. La necesidad de estar en gracia de Dios, es crucial para los que defendemos la vida, si queremos que nuestra labor dé los mayores frutos.

Por último, la obra que realizamos es difícil y controversial, llena de obstáculos y a veces hasta de peligros. Pero recordemos siempre las palabras de Jesús a Santa Faustina: "No tengas miedo de nada, yo estoy siempre contigo." Y de nuevo, el amor es la respuesta, como nos dijo el apóstol San Juan: "Donde hay amor no hay miedo. Al contrario, el amor perfecto echa fuera el miedo" (1 San Juan 4:18).




Adopcion Espiritual

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