sábado, agosto 29, 2015

El aborto fue peor que la violación

por Tammy

A la edad de 16 años, salí con mi primer novio. Era un chico popular que jugaba a fútbol y me emocioné. Comimos juntos, vimos una película y como todavía tenía tiempo conduje por nuestra zona rural un rato. Visitamos los establos de la familia y estuvimos con los caballos. Pero mi primera cita se convirtió en una pesadilla cuando él me violó en un granero.

No se lo conté a nadie porque él enseguida me amenazó diciendo que si lo contaba haría mi vida y la de mis seres amados desgraciada. A las dos semanas se lo conté a un amigo pero por entonces él ya había ido difundiendo su versión de los hechos y nadie me apoyaba, así que decidí olvidarlo y seguir adelante.
No pensé mucho en que podía haber quedado embarazada hasta que empecé a notar los primeros síntomas y me hice una prueba de embarazo en el aseo de una gasolinera. No quería que nadie supiera nada. Antes de hacerla ya tenia pensado qué haría si daba positiva y me había buscado ya el teléfono de una clínica donde me aconsejarían. Efectivamente, dio positiva y yo me enojé con Dios que había permitido no sólo la violación sino el embarazo.

Desde el teléfono público llamé a la clínica y me dieron hora enseguida. Decidí que nadie lo supiera, ni padres ni amigos y fui a la clínica a la espera de conseguir que me visitaran ese mismo día.
Fueron muy amables conmigo y me explicaron todo lo referente a la vida y al embarazo. Pero sólo hacían ecografías ciertos días y hubiese tenido que volver. Les dije llorando que estaba muy asustada y que no sabía qué hacer y me respondieron que, aún si decidía abortar, siempre tendría las puertas abiertas. Aún hoy, 17 años después, mantengo relación con uno de los consejeros.

Asustada por el bulo que el padre de mi bebé estaba extendiendo y con terror a quedar en evidencia me dirigí a una clínica abortista. Era lo opuesto a la anterior clínica que era acogedora y cálida. Ésta era fría y la gente que esperaba no se miraba las una a la otra. La recepcionista hablaba en voz alta por lo que no existía ninguna privacidad. Me dijo que ese día no me podían atender pero yo rogué y rogué porque no me podía perder un día más de colegio. Así que la convencí y entré de inmediato.

No hubo preguntas, ni les importó que estuviera sola. Sólo querían saber si tenia dinero para pagar. Fue una experiencia peor que la violación. Me iba convenciendo a mí misma de que lo que hacía estaba bien porque el niño era fruto de una violación. Me enojé con Dios. Yo sabía que en mi seno había un bebé y que la vida empieza con la concepción pero a mis 17 años, ni lo consideré.

No me dejaron ver la ecografía  mientras abortaba y me dijeron que estaba de 14 o 16 semanas. Pero por error escuché el latido del corazón de mi bebé. Le pedí entonces al médico que parase, que no quería abortar, pero me dijo que ya era demasiado tarde. Me dieron un Valium y tras el aborto me dieron prisa para que me vistiese y me marchara ya que necesitaban mi lugar pata otra. No se preocuparon de nada. Ni si me encontraba bien, ni si podía conducir, nada.

Me pasé dos horas llorando en mi coche. Realmente, no estaba bien para conducir. Dialogaba conmigo misma y me justificaba diciendo que había hecho lo que debía. Pero mi conciencia me alertaba de que había asesinado a no hijo y me repetía continuamente si yo era de verdad cristiana.

Durante muchos años oculte mi dolor y mi trauma. En la universidad tuve un desorden alimentario y aún no sé cómo sobreviví. Seguía frecuentando la iglesia pero me sentía vacía y muerta. Me preguntaba cómo Dios podía perdonarme por haber asesinado a mi hijo.

Con esfuerzo superé mi anorexia y dejé la bebida. Trabajé para superar la violación pero siempre obvié el tema del aborto. Incluso mi terapeuta llegó a decirme en algún momento que hice lo adecuado al abortar.
Conocí a un chico en la iglesia y decidimos abstenernos de tener relaciones sexuales hasta la noche de bodas. Quería hacer las cosas bien. Pero pasaba el tiempo y yo todavía tenía resquicios de mi anorexia y depresión.

Siempre había querido trabajar apoyando a las muchachas que se quedan embarazadas como voluntaria. Un día se lo comenté al pastor de la iglesia y él me dijo que el centro más cercano que él conocía estaba a más de una hora. Me animó a que lo empezara yo en nuestra zona pues era muy necesario. Me animé y entonces empecé a estudiar y leer por mi cuenta todo lo relativo a la gestación y a la depresión post aborto y me di cuenta que éste esta mi problema real y que por él había sufrido tanto.

Hace un par de años entré en un grupo de terapia post aborto  en la que me ayudaron a aceptar lo que había hecho y a pedir perdón. Por fin he superado mi anorexia. A veces aún me deprimo pero salgo adelante y no me afecta en el día a día. En nuestro centro local de ayuda a la mujer gestante llevo un grupo post aborto y ayudo a estas mujeres que han abortado en su proceso de sanación.

Quiero decirles que el aborto no es nunca la solución y sólo hace que una situación difícil aún sea peor. Mientras abortaba yo preguntaba qué pasaría después pero nadie me respondió. Querían ir rápidos por si cambiaba de parecer. Durante años tenía ataques de pánico cada vez que escuchaba algo parecido al latido de un corazón. Sólo con los años, cuando estuve ya casada y embarazada de mi primer hijo hice la conexión entre el tic tac y mi miedo.

Hasta que entré en el grupo post aborto no superé mi problema y cuantas veces sentí que me iba a suicidar. Pensaba que no merecía vivir ni ser feliz por lo que hice. Y de hecho, me intenté matar en alguna ocasión.
Quiero contar lo que sufrí con la violación pero mucho más con los posteriores años de remordimientos. Me justificaba por la violación pero sabía que había matado una vida dentro de mí. El dolor de asesinar a un hijo concebido en una violación es el mismo que el de cualquier otro aborto. Lo he observado en nuestro centro local de ayuda a la mujer embarazada.

Mi empeño ahora es que los casos de embarazo consecuencia de una violación no sean la excusa para legalizar el aborto. No hay día que no piense en ese hijo que aborte al igual que pienso en los que tengo. Pienso que podría haberla dado en adopción pero lo que tengo claro es que su vida tuvo un sentido y su importancia. Si yo estoy aquí en el frente provida y ayudando a embarazadas es gracias a ese bebé que aborté y al que nunca olvidaré.

Tammy esta casada y tiene dos hijos. Es coordinadora del Ministerio post aborto y voluntaria en un centro de recursos para el embarazo. Ahora bloguera también de Save the 1

domingo, agosto 23, 2015

Una mujer denuncia haber sido traicionada por Planned Parenthood: Me arrepiento de mi Aborto


Durante décadas se les ha dicho a las mujeres que pueden abortar con pocas o ninguna consecuencia. Nada podría estar más lejos de la verdad


Ya no pueden negar los hechos ni escapar de los titulares. La organización Center for Medical Progress ha presentado las evidencias en video (ya van siete) que confirman al aborto como negocio de sangre y en particular, la infernal práctica de Planned Parenthood, principal facilitadora de abortos en U.S.A. con influencias sobre cientos de otras organizaciones en Europa, Asia y Latinoamérica 


Se trata de promover y facilitar el aborto para obtener los órganos de esos seres humanos abortados (en las más aberrantes formas) y traficar con ellos, comerciándolos entre entidades que se dicen ser de investigación científica.

Cuando de sostener su negocio se trata, Planned Parenthood no tiene límite. Incluso engaña a mujeres haciéndoles abortar, sin que ellas lo sepan. Esta es la denuncia y testimonio que Debby Efurd ha hecho público desde el blog Bound4Life.

¿Su razón para hablar después de años en silencio? El constatar, dice Debby, que los grandes medios de comunicación no dan cobertura a la verdad de las mujeres que han abortado. Millones que sufren en silencio -dice-, para quienes el aborto ha sido una experiencia traumática que ha cambiado sus vidas, desde su legalización en 1973. Yo estoy prestando mi voz en nombre de la comunidad del post-aborto, que para nadie cuenta… ¿Nuestro mensaje para Planned Parenthood?: ¡Nos has traicionado!

Debby Efurd pone el acento sobre el engaño en los objetivos que dicen defender entidades como Planned Parenthood (P.P.).

Al ingresar en el sitio web de la organización, sobre la imagen de una serena, sonriente y joven mujer una sugerente frase te recibe: Asistencia-Cuidados. No importa dónde. Haz una cita. Luego, en la sección Quienes Somos del mismo portal, se ufanan al proclamar: Somos un proveedor confiable de atención de la salud, un educador informado, un defensor apasionado y un socio internacional que ayuda a organizaciones similares de todo el mundo. Planned Parenthood facilita servicios vitales para atender la salud reproductiva, educación sexual e información a millones de mujeres, hombres y jóvenes en todo el mundo.

Debby les refuta señalando que las mujeres confiaron durante años en ese discurso, pero fuimos gravemente engañadas. Cuando entré en su clínica en 1973, estaba sola, con 21 años, embarazada. Planned Parenthood no vio a una mujer necesitada de ayuda... ellos vieron el signo del dólar.

Debby estaba agobiada, tenía miedo, dudas sobre cómo podría hacer frente al embarazo. Ella necesitaba acompañamiento, información, cariño y todo aquello que su maternidad y el ser humano que llevaba en su vientre requiriesen. Pero la trataron como el recipiente que carga una mercancía. No fui informada del procedimiento médico al que me someterían. Nunca recibí asesoría ni tampoco una llamada telefónica (post aborto)  de seguimiento…

Nada más entrar en el recinto dice Debby, lo primero que hubo de hacer fue pagar en efectivo por los servicios que le iban a otorgar. Luego, sin más trámite o servicio alguno, le llevaron a la sala de procedimientos. Sólo quien le practicó el aborto habló… "Buenas noticias, ya no tienes un bebé". Al terminar le mostraron la puerta de salida. No lloré -recuerda Debby- y escondí mis emociones, el dolor, durante mucho, muchísimo tiempo.

Tengo esperanza en que una investigación segura a la organización de abortos más grande del país, mostrará el alcance de este engaño; tal vez entonces las necesidades físicas, mentales y emocionales de las mujeres que están en sus momentos más vulnerables, finalmente serán lo primero en considerar, reflexiona esta mujer estadounidense. Durante décadas -prosigue-, se les ha dicho a las mujeres que pueden abortar con pocas o ninguna consecuencia. Nada podría estar más lejos de la verdad…

La mujer padece el síndrome post aborto, dolor psicológico, emocional, dolor físico incluso, angustias, depresión, enfermedades algunas de ellas, porque incluso el propio cuerpo -señala Debby-, de forma natural, se resiste al aborto. No soy la única que lo sabe, hay millones como yo, mujeres que nos arrepentimos de haber abortado y que hemos sufrido en silencio. Durante demasiado tiempo, escondimos un secreto que nos destruía lentamente. Pero estamos haciendo oír nuestras voces con cada día que pasa.

En 1964 la publicidad de Planned Parenthood para adolescentes y jóvenes decía en sus panfletos: El aborto mata la vida de un bebé después de que ha comenzado. Es peligroso para la vida y la salud.

Al respecto, Debby se pregunta si la decisión legal de la Corte Suprema en 1973, cambió en algo esa realidad. Categórica responde: ¡Por supuesto que no! Lo que cambió es que el aborto se convirtió en rentable, y esta verdad se esconde detrás de una retórica que dice promover los derechos de la mujer.

En Portaluz




domingo, agosto 02, 2015

Fue madre tras ser violada, a los 12 años. Hoy pide a Parlamentarios chilenos que rechacen ley de aborto


El aborto es violencia contra la mujer

Fue madre tras ser violada, a los 12 años. Hoy pide a Parlamentarios chilenos que rechacen ley de aborto
Lianna y su hija Jeannet
Lianna Rebolledo confía en que la razón, la ética y el apego al bien común harán que los líderes políticos generen leyes que aseguren el derecho a la vida de todos los seres humanos, desde la concepción.







Portaluz
  



“Iba de regreso a casa cuando de improviso se detuvo a mi lado un coche rojo. Venían dos personas. El conductor me preguntó por una dirección y en los segundos que me tomé para pensar, el copiloto ya se había bajado y sin alcanzar siquiera a gritar me subió en la parte de atrás del coche…”


Así comienza narrando a Portaluz Lianna Rebolledo, las horas de pánico, terror y barbarie que a sus doce años padeció a manos de dos hombres que en la ciudad de Los Ángeles (USA) la secuestraron, torturaron y violaron. Hoy, a sus 35 años, las cicatrices por las heridas cortantes que le dejaron en su rostro  ya no son visibles, gracias a la ciencia médica. Pero el síndrome post traumático la acompañó por años. Incluso en los primeros días, luego de su calvario, intentó suicidarse ingiriendo todos los antidepresivos que le habían entregado para calmar su angustia y crisis de pánico. Cuando en urgencias del hospital le practicaron un lavado de estómago y luego una ecografía para controlar que no quedaban restos ni otros daños interiores, recibió una inesperada noticia: Estaba embarazada.

El pasado 2 de junio Lianna estuvo en Chile y dio su testimonio ante los parlamentarios de ese país sudamericano, argumentando el por qué considera al aborto una violencia contra la mujer, especialmente si su embarazo es –como en su caso- producto de una violación.

Lianna, tenías sólo 12 años cuando supiste que estabas embarazada. ¿Fue libre tu decisión de rechazar el aborto?
Luego de ser violada, cuando ya estaba en casa, me atormentaba pensando si podría haber hecho algo para evitar que me ocurriese. ¿Por qué no corrí? ¿Por qué no me fui por otra calle? ¿Por qué no grité? Me culpaba. Llegué a sentirme culpable de lo que me había pasado.  Y ese sentimiento de pánico si tenía que salir a la calle. No entiendes por qué tanta violencia, por qué tanto daño, por qué agreden… no lo puedes entender, no encuentras respuestas. Era un calvario, sentía terror. Miraba mi rostro en el espejo y sólo veía una cicatriz. Y en un momento, cuando no podía más con mis pesadillas me tomé todas las pastillas que encontré. Me llevaron a urgencias y allí el médico me dijo que tenía trece semanas de embarazo.. El médico me dice:
«Sí, estás embarazada, tienes trece semanas –decía el médico…-, pero la ley está de tu lado, la ley te va a apoyar. No tienes que vivir con las consecuencias. Además no sabes qué tipo de genes va a tener y como eres muy chica sería difícil que se logre completar este embarazo porque tienes un vientre infantil». Yo lo escuchaba con su oferta para que abortase pero en esos momentos a mí lo que me dolía era lo que me había pasado. ¿Qué resuelvo abortando?, pensé.  Yo no sé si fue madurez lo de mi reflexión, pero lo único en que pensé se lo pregunté al doctor y le dije: «¿Al abortar voy a olvidar la violación? ¿Ya no voy a tener pesadillas? ¿Voy a dejar de sentir miedo si salgo a la calle?» El doctor me respondió que no. Entonces en mi cabeza pensé… ¿por qué quiere que aborte si no voy a solucionar nada? Si hay una personita en mí ¿por qué la voy a hacer pagar por algo que no cometió?  Luego, cuando mi mami (Eloísa) supo que yo estaba embarazada no me dijo tenla o no lo tengas. « Lo que tú quieras hacer yo estoy contigo», fueron sus palabras. No influyó en mi decisión.

En tu portal lovinglife.org para ayudar a chicas que han vivido situaciones semejantes  dices que tu hija te salvó la vida y tú se la salvaste a ella…
El proceso de embarazo fue difícil, porque no podía ponerme de pie, si lo hacía corría el riesgo de perder la bebé. Yo decía ¡tiene mis genes, está dentro de mí! y no pensaba en quien era el papá biológico. Pasó el tiempo hasta que tras setenta y ocho horas de labor de parto conocí al amor de mi vida, que es mi hija Jeannet. La miré, sus ojos me veían y puso su manita en mi dedo.
Ella ha sido mi fuerza para levantarme, recuperarme,  estudiar, trabajar. Desde muy pequeña me hacía dibujos y a los cuatro años, estaba chiquita me escribió en una de sus cartas: «Mami gracias por no regalarme, gracias por tenerme, gracias por darme la vida». Corrí a abrazarla y le dije la verdad: «No mamita, fuiste tú quien medio la vida a mi».
Es que, fueron muchos los años que padecí el síndrome post traumático por el secuestro, torturas y violación que viví. Fue esta personita, mi hija, la que medio el coraje de superarme. No fue fácil, pero ella es lo único que tengo en la vida. Es la primera persona que con verdad me dijo te quiero, me abrazaba, extendía sus brazos, me daba una sonrisa cuando más difícil y oscura ves la situación. Entonces, ¿cómo no luchar por un angelito así?


Las personas que abortan o apoyan el aborto tienen como argumento: El cuerpo es mío, yo decido. ¿Por qué consideras que no es lícito abortar en una situación como la vivida por ti?
Cuando te proponen y te dicen que la solución es abortar… y tú reconoces que al abortar no vas a solucionar nada, no vas a olvidar los golpes, la violación; al contrario, abortar sólo sería como una doble violación. Porque si de la primera es muy difícil recuperarse. Imagínate con una segunda. Porque el aborto es otra manera de violencia hacia la mujer. ¿Por qué hacerle pagar con la pena de muerte a una personita que no tiene la culpa, ni tiene por qué pagar el crimen de otras personas? A mí me la pidieron que la diera en adopción, pero en mi caso yo decía, es mía, yo la quiero conmigo. Pero si tú sientes que no estás en las condiciones de tenerlo, debes saber que es un gesto grande de amor entregarlo en adopción a padres que llevan muchos de ellos años esperando por un bebé. Pero de verdad les digo a las chicas que pudieren estar en mi situación y porque yo lo viví, que todas las mujeres tenemos ese instinto materno que nos hace luchar…
Nadie les enseña a las chicas, ni les habla del síndrome post aborto. Nadie les dice que ese momento del aborto nunca lo van a olvidar, que es una herida, un sentimiento de culpa que aflorará y habrán momentos donde van a tener secuelas físicas, mentales, emocionales. Nunca se les dice de qué manera quedan tan dañadas después de vivir una violencia tan grande como es el aborto. Yo estoy muy consciente de que si hubiese abortado no estaría viva.

¿Dios tuvo algo que ver en tu historia, con tu decisión por defender la vida de tu hija Jeannet?
 Yo no crecí con ningún valor religioso. A nosotros no se nos habló de que había un Dios. Hace seis años conocí a Dios y a la Santísima Virgen María. Yo no los tenía en mi vida. Es más, cuando yo estuve en ese auto, cuando fui secuestrada,  le grité a un Dios -a quien no conocía- que me ayudara. Pero por más que grité, lloré y rogué sentí que no me había escuchado. Entonces por muchos años estuve muy enojada. Yo decía, no, Dios no existe, porque si existiere, ¿por qué permite este tipo de cosas? Y esa fue la parte del síndrome post traumático, donde te cuesta mucho trabajo el perdonar. Siempre te preguntas por qué a mí y no entiendes por qué tanto dolor. Pero sin embargo, hace seis años una persona me dijo: Si tú ya lo has intentado todo en la vida, ¿por qué no intentas buscar a Dios? Y yo no quería, no quería. Pero como las secuelas de este desorden post traumático estaban ahí… los ataque de pánico, la ansiedad, momentos donde vuelves a sentir que estas personas todavía te están buscando y te van a hacer daño, con sentimientos tan reales que hube de estar hospitalizada muchas veces por los ataques de ansiedad. Llegó un momento de estos cuando estaba con desesperación en que me dije ¿qué hago? Yo necesito sanar, necesito hacer algo porque no quiero sobrevivir, ¡yo quiero vivir! Así fue como un sacerdote empezó a darme guía espiritual y me habló del perdón. Al comenzar le decía no, perdonar es imposible, no se puede. Yo voy a vivir odiando a estas personas hasta el último día de mi vida. Pero después de que empiezas esta terapia espiritual y proceso de sanación viene la fuerza para que hagas la decisión. Es personal y no es de la noche a la mañana, sino un  proceso gradual, un regalo que te haces a ti misma y te libera. Así llegué a conocer el amor más grande, Dios.  Hoy sé que Dios estuvo conmigo en esos momentos, porque de lo contrario yo no hubiera salido viva. Hay un Dios que me cuida, que está con mi hija y conmigo.
Él sabía que lo más necesario para mi vida era el amor y me lo dio en mi hija. Entonces la pregunta hoy ya no es por qué a mí, sino para qué a mí. Y fue así como me decidí empezar a hablarlo, resultando ser también como terapéutico.

¿Por qué viniste a Chile y visitas también otros países dando testimonio en defensa de la vida y rechazo al aborto?
Abortando solo dañan a una sociedad. Rechazar toda ley de aborto no es una cuestión de religión o ideología política. Es una cuestión de conciencia, de reconocer que lo que hay en nuestro cuerpo es otra vida. Es una vida que está en nuestro cuerpo, pero que no nos pertenece y tiene el mismo derecho a nacer que hemos tenido nosotros. Si está leyendo esto una mujer que ha sido violada o con un embarazo difícil, le pido que no olvide que sigue siendo siempre alguien valioso, independiente del daño que les hayan hecho. Cada día que nace es una oportunidad de dejar vivir  para poder vivir y luchar por lo que quieres.

El valor sagrado de la vida humana


 La vida humana encierra un valor inconmensurable, prácticamente divino, desde su comienzo hasta su natural término. 



Homo sacra res homini, el hombre es cosa sagrada para el hombre, escribió Séneca. «El embrión humano es algo divino, en tanto que es un hombre en potencia», escribió Aristóteles. Ambos pensadores son ajenos a la cultura judeo-cristiana; con todo, intuyeron que, aun con las limitaciones y miserias que acompañan la existencia en este mundo, la vida humana encierra un valor inconmensurable, prácticamente divino, desde su comienzo hasta su natural término. Sin embargo, será necesaria la revelación cristiana para hallar el fundamento claro y sólido de tal aserto. La sacralidad de la vida humana hace acto de presencia al menos por tres razones: la razón del origen, de la naturaleza y del destino.

SAGRADA POR SU ORIGEN


En la primera página del Génesis, bajo un ropaje en apariencia ingenuo y mítico, se narran acontecimientos históricos: la creación del universo y del hombre. Dios modela una porción de arcilla -semejando en su quehacer al alfarero-, sopla y le infunde un aliento de vida, el espíritu inmortal. La materia se anima de un modo nuevo, superior: nace la primera criatura humana, a imagen y semejanza del Creador. El hombre no es cabalmente un producto de la materia, aunque la materia sea uno de sus componentes; goza de alma espiritual, irreductible a lo corpóreo. Las almas son creadas directamente por Dios, sin intermediarios. Por esto cabe decir con todo rigor que cada vida humana es sagrada, pues desde su comienzo compromete la acción del Creador.


Dios es origen primero de cuanto existe. Pero ha otorgado también a sus criaturas capacidad y poder de hacer y propagar el bien, siendo origen causal unas de otras, por generación o composición. Con todo, el origen de cada persona humana es muy singular, pues aunque en su génesis intervienen los padres, poniendo la base material, biológica, a la vez Dios interviene produciendo de la nada el alma espiritual y la infunde en el minúsculo cuerpo engendrado por los padres. La espiritualidad del alma distingue esencialmente al hombre de las demás criaturas de este mundo, hace que el cuerpo humano no sea como los demás cuerpos, sino un cuerpo personal, con características específicas muy netas, apto para ser convertido por la gracia santificante en templo del Espíritu Santo. Pero ya desde el momento de la concepción, el alma rige todo el desarrollo del embrión y, salvo accidentes o atentados, lo llevará a la relativa perfección que cabe alcanzar en la tierra.

El hombre engendra y, simultáneamente, Dios crea; de tal modo que, en la generación, es muchísimo mayor la obra de Dios que la obra del hombre. Dice San Agustín que Dios es quien da vigor a la semilla y fecundidad a la madre, y sólo Él pone -creándola- el alma. Por eso, otro padre de la Iglesia nos hace esta sugerencia bellísima: Cuando alguno de vosotros besa a un niño, en virtud de la religión debe descubrir las manos de Dios que lo acaban de formar, pues es una obra aún reciente (de Dios), al cual, de algún modo, besamos, ya que lo hacemos con lo que Él ha hecho. Así pues, la vida humana, desde su concepción posee valor divino, sagrado.

Y la vida del cristiano en gracia de Dios, todavía más: El historiador Eusebio de Cesarea narra que el mártir de Alejandría de Egipto, Leónidas, padre de Orígenes, al primero de sus siete hijos, uno de los más insignes talentos que tuvo la humanidad, gozoso por la admirable precocidad de semejante hijo, y dando gracias a Dios por habérselo concedido, mientras el niño dormía, se inclinaba sobre él y le besaba el pecho, pensando que en él habitaba el Espíritu Santo (Eusebio de C., Historia Eccl., 1, VI, c. II, 11). Este es el secreto de la vida sobrenatural del cristiano: el ser vitalizado por la gracia, es decir, por la acción del Espíritu Santo.





SAGRADA POR NATURALEZA

¿Qué resulta de la acción creadora de Dios con la participación de los padres, en la generación? Una imagen de Dios. Esta es la gran revelación sobre la naturaleza humana: Dios creó al hombre a su imagen (... ), varón y mujer los creó (Gen 1, 27). Esto -explica Juan Pablo II- es lo que se quiere recordar cuando se afirma que la vida humana es sagrada. Explica también que el Concilio Vaticano II afirme que el hombre es la única criatura que Dios ha querido por sí misma. Para Dios, todos y cada uno de los seres humanos poseen un valor excepcional, único, irrepetible, insustituible.

¿Desde cuándo? Desde el momento en que es concebido en el seno de la madre (Juan Pablo II, Enc. Redemptor hominis, nº. 13). Nuestra vida -enseña el Papa- es un don que brota del amor de un Padre, que reserva a todo ser humano, desde su concepción, un lugar especial en su corazón, llamándolo a la comunión gozosa de su casa. En toda vida, aún la recién concebida, como también incluso en la débil y sufriente, el cristiano sabe reconocer el sí que Dios le ha dirigido de una vez para siempre, y sabe comprometerse para hacer de este sí la norma de la propia actitud hacia cada uno de sus prójimos, en cualquier situación en que se encuentre.

Hoy, tras importantes hallazgos de la genética experimental y de la investigación filosófica y teológica, podemos y debemos mejorar aquella sentencia de Aristóteles -que hizo suya Santo Tomás- del siguiente modo: el embrión humano es algo divino en tanto que es ya un hombre en acto. Por minúsculo que resulte a nuestra mirada, encierra una estructura grandiosa, admirable, completísima, animada por un alma inmortal, que constituye un macrocosmos sagrado.

Estamos en peligro de perder la sensibilidad ante lo grandioso de la maternidad/paternidad. Cooperar con Dios en la procreación es intervenir activamente en un portentoso milagro, porque, en cierto sentido, es más milagro -dice Tomás de Aquino en Los cuatro opuestos- el crear almas, aunque esto maraville menos, que iluminar a un ciego; sin embargo, como esto es más raro, se tiene por más admirable. San Agustín queda incluso más admirado ante la formación de un nuevo ser humano que ante la resurrección de un muerto. Cuando Dios resucita a un muerto, recompone huesos y cenizas; sin embargo -explica ese grande del saber teológico- tú, antes de llegar a ser hombre, no eras ni ceniza ni huesos; y has sido hecho, no siendo antes absolutamente nada.

Si dependiera de nosotros que Dios resucitase a un muerto (pariente, amigo o desconocido), seguramente haríamos todo cuanto estuviera en nuestro poder, por costoso que resultase. Si Dios nos dijera: haz esto, y este hombre volverá a la vida; sentiríamos una emoción profunda y nos hallaríamos felices de ser cooperadores de un hecho portentoso, divino. Pues aún de mayor relieve es la concepción de un nuevo ser humano. De donde no había nada, surge una imagen de Dios.



 SAGRADA POR SU FIN Y SENTIDO DIVINOS

Toda vida humana es fruto del amor de la Trinidad que llama a cada hombre (varón o mujer) a la eterna comunión gozosa con las tres Personas divinas (Cfr. Mt 25, 21.23). Toda persona ha sido ordenada a un fin sobrenatural, es decir, a participar de los bienes divinos que superan la comprensión de la mente humana (DS 3005).

Todos los seres humanos -dice Juan Pablo II- deberían valorar la individualidad de cada una de las personas como criatura de Dios, llamada a ser hermano de Cristo en virtud de la encarnación y redención universal. Para nosotros la sacralidad de la persona se funda en estas premisas. Y sobre estas premisas se funda nuestra celebración de la vida, de toda vida humana. En rigor, las actitudes hostiles a la natalidad no sólo son deficitarias en conocimientos de matemáticas (porque no advierten el tremendo problema que se avecina con el envejecimiento de la población) sino que también son in-humanas, y, por supuesto, absolutamente extrañas al cristianismo. Se requiere haber perdido de vista lo que el hombre es y el sentido de la vida, para caer en esa suerte de nihilismo que prefiere la nada al ser; o suscribir el paradójico hedonismo que desprecia los bienes eternos por mantener, a toda costa, algunas comodidades provisionales. Es preciso recordar que el problema de la natalidad, como cualquier otro referente a la vida humana, hay que considerarlo, por encima de las perspectivas parciales de orden biológico o sociológico, a la luz de una visión integral del hombre y de su vocación, no sólo natural y terrena, sino también sobrenatural y eterna (Pablo VI, Humanae vitae)






UN CRIMEN ABOMINABLE

La vida humana es, pues, tanto por su origen, como por su naturaleza, como por su fin o sentido, una criatura muy de Dios, muy especialmente suya. Atentar contra esa vida es atentar contra Dios, como desafiarle cara a cara. En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis (Cfr. Mt 25, 40). Estas palabras de Jesucristo nos hablan del punto inaudito al que llega su amorosa solidaridad con cada uno de nosotros. Respeta infinitamente nuestra libertad, pero quien la use contra su imagen -varón o mujer-, quiérase o no, la usa contra Dios mismo. Y ante Él, más que ante tribunales e historias humanas, habrá que responder.

Se comprende bien así que, por encima de intereses más bien inconfesables, la Iglesia de Cristo haya enseñado siempre -también hoy porque es verdad perenne-, que el aborto procurado es un crimen abominable: Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión que deben cumplir de modo digno del hombre. Por consiguiente, se ha de proteger la vida con el máximo cuidado desde la concepción; tanto el aborto como el infanticidio son crímenes nefandos (Vat II, GS 51,3). La cooperación formal a un aborto constituye una falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana. "Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae" (CIC, can. 1398) es decir, "de modo que incurre ipso facto en ella quien comete el delito" (CIC, can 1314), en las condiciones previstas por el Derecho (cfr. CIC, can. 1323-24). Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad.

El infanticidio (cfr. GS 51,3), el fratricidio, el parricidio, el homicidio del cónyuge son crímenes especialmente graves a causa de los vínculos naturales que rompen. Preocupaciones de eugenismo o de salud pública no pueden justificar ningún homicidio, aunque fuera ordenado por las propias autoridades (CEC 2268).

Se comprende que hay situaciones límite en las cuales surge la fuerte tentación de claudicar y matar o matarse. Ni el aborto procurado ni la eutanasia suicida son caprichos de sólo gente enajenada. Pero la comprensión y la compasión no pueden convertirse en cómplices de un asesinato. A la persona humana, su conciencia moral puede pedirle un acto de heroísmo al servicio de la dignidad de la persona y de la sociedad. Y las leyes civiles han de hacerse eco de ello. El Estado no puede eximirse de defender absoluta y positivamente la vida de sus súbditos en particular y de todos en general. Es una cuestión de bien común, fin esencial del Estado. Y esto se puede entender desde la mera razón jurídica, como muestra la Encíclica Evangelium vitae.





NO HAY VIDA HUMANA INÚTIL

Para el cristiano no hay vida humana inútil, por más que las apariencias sugieran lo contrario. Toda persona, cualquiera que sea su estado físico o psíquico, está eternamente llamada a ser eternamente feliz en el cielo. Aunque a veces cueste entenderlo, también el dolor entra en los planes de Dios y lo encamina al bien de los que le aman.

Una tribulación pasajera y liviana -dice el apóstol Pablo-, produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria (2 Cor 4, 13-15). ¿Qué decir, pues, de una tribulación grave y duradera, como puede ser una vida con graves deficiencias físicas o psíquicas, tanto para quien la sufre como para quienes han de protejerla y mimarla? Somos pobres en palabras que expresen su grandeza y el honor eterno que alcanzarán. Considero, hermanos -insiste San Pablo-, que no se pueden comparar los sufrimientos de esta vida presente con la gloria futura que se ha de manifestar en nosotros (Rom 21, 8-18). El Apóstol se gozaba en sus sufrimientos, porque así cumplía en su carne una porción de lo que Cristo ha querido sufrir en su Cuerpo, que es la Iglesia, para el bien de sus miembros y de toda la humanidad (Cfr. 1 Cor 12, 27).

Por eso, la Iglesia -afirma el Papa- cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad. Contra el pesimismo y el egoísmo, que ofuscan el mundo, la Iglesia está en favor de la vida.

Publicado en Oleada joven