viernes, noviembre 29, 2019

La vida de Berta floreció cuando dijo la verdad

La vida de Berta floreció cuando dijo la verdad pidiendo perdón a Dios y a su hijo mayor


La vida de Berta floreció cuando dijo la verdad pidiendo perdón a Dios y a su hijo mayor


"«Madre yo la perdono, pero no llore más». Yo le dije: «¡No mi amor! déjame llorar porque tengo mucho que reparar, algún día no lloraré más»".

“No hay nada imposible para Dios porque Él llega a lo profundo del corazón cuando uno se deja amar y se deja seducir por Él. Hace maravillas con uno. Lo digo yo que soy una pobre mujer…”

Es la certeza que comparte Berta Alarcón, una madre de 59 años, residente en Popayán (Colombia), quien decidió dejar registro en Portaluz del proceso y las consecuencias benéficas que atrajo a su vida el enfrentar y sincerar la verdad, de la mano de Dios.

“En mi vida hice muchos disparates”

A fines de la década de los ochenta, con casi 30 años, Berta era madre soltera y apenas si había alcanzado a terminar el Bachillerato. Vivía allegada en casa de sus padres, ocupada en las labores de casa y el cuidado de sus dos hijos, de padres distintos, que los chicos ni siquiera conocían de nombre.

“De verdad que en mi vida yo hice muchos disparates” comenta Berta y recuerda que por entonces seguía equivocando el rumbo de su vida pues mantenía una relación afectiva con un hombre casado. “Me duele haber puesto los ojos en un hombre casado, para que me diera cualquier peso, para comprarle los zapatos o lo que mis hijos necesitaran”, sincera.

Pero pronto la vida de Berta sería remecida al fallecer su madre y hoy está convencida que aquél inmenso dolor fue una oportunidad para ella y en la que Dios tomaría el protagonismo. “Dios, como buen papá y pedagogo que es, me causó el dolor más grande de mi vida quitándome a mi madre, pues ya había perdido a mi padre. Aun así, no dejé a ese hombre casado. Entonces, al mes de morir mi mamá, se enfermó mi hijo menor y lo internaron en la clínica…” En este momento crítico, estando el hijo en riesgo vital, Berta suplicó a Dios y decidió, dice, “arrancar a ese hombre casado del corazón e irme de la mano de Dios con lo que fuera, sacar adelante mis hijos, con las deudas con todo lo que tenía encima me puse en las manos de Dios”.

No hay nada oculto que no haya de saberse

La conciencia y voluntad de cambio eran un primer paso. Pero aún faltaba reconciliar de forma efectiva su historia y para ello decidió sincerar a su hijo mayor un doloroso secreto. Recibió las gracias necesarias para esto, cuenta Berta, en un retiro espiritual predicado por la hermana Blanca Ruiz, de las Religiosas de la Comunidad Hijas e Hijos del Fiat (pulse aquí para conocerles). “Ella fue a dar un encuentro sobre sanación de la familia, entonces habló sobre el perdón y Dios me dio esa fuerza de ir donde mi hijo y pedirle perdón…”.

El hijo mayor tenía 17 años cuando Berta le explicó el por qué no podía dar respuesta a la pregunta que por años había estado haciendo: a saber, quién era su padre. Con la angustia apretada en el pecho pudo finalmente decirle que cuando tenía 16 años quedó embarazada luego de ser violada.

Pero había algo más, agregó, y por lo cual quería pedirle perdón. “Desde el momento que me violaron pasé tres meses intentando abortar por todos los medios… gracias a Dios y a la Santísima Virgen María no sucedió, hijo”, cuenta Berta que logró expresar, rompiendo luego en llanto.

Sanada para dar gloria a Dios



Hoy Berta Alarcón (imagen adjunta) recuerda nuevamente emocionada la reacción del primogénito… “Fue ese momento muy lindo porque mi hijo es muy noble; él me abrazó y me dijo: «Madre yo la perdono, pero no llore más».  Yo le dije: «¡No mi amor! déjame llorar porque tengo mucho que reparar, algún día no lloraré más»”.

Con esta reconciliación vino un renacer de la fe en Berta, conversión que además generó otras buenas nuevas. Se casó con un hombre que asumió un rol protector hacia sus hijos a quienes apoyó en la educación; superó un cáncer; ha logrado sobrellevar el fallecimiento trágico en un accidente de su esposo; también pudo ver agradecida el desarrollo profesional y espiritual de sus hijos; y es una católica activa en su parroquia.

“Yo aprendí -destaca Berta- a descubrir a Jesús, el amor de Dios (…) No encuentro palabras para dar gracias a Dios porque mi vida es una alegría; yo me siento libre, y voy donde el Señor me quiere llevar”. 


Portaluz. Ana Beatriz Becerra.  



Elizabeth Peters cuenta el sufrimiento que produce el Síndrome post-aborto



Fue presionada para abortar: «Es fácil juzgar un pecado hasta que conoces a quien lo ha cometido»

“En mis pesadillas, veo como asesinan a un hombre. Siempre es un hombre. Yo sabía que mi hijo iba a ser un niño”, eso es lo que Elizabeth Peters ha estado contando durante años a su psicólogo. El recuerdo del aborto al que se sometió la ha perseguido durante mucho tiempo en forma de pesadillas y traumas.



Es lo único que podemos hacer
Peters había sido criada en el catolicismo. Cuando tenía 20 años, tuvo un aborto, según ha contado al CatholicSentinel. Su novio le decía que eran demasiado jóvenes para ser padres. “Es lo único que podemos hacer”, le decía. Pidieron cita y él pagó la factura. Ella no quería abortar.

Cuando intentó cancelar la cita, la clínica abortista le dijo que era difícil conseguir una y que, si no aprovechaba la oportunidad ahora, tendría que seguir adelante con el embarazo. Además, el reembolso del dinero no sería completo. “Era un miedo tras otro”, recordaba Peters.

Tras ver una ecografía de su bebé, Peters no quería tomar la pastilla abortiva que le ofrecían. “Pero eran tres personas presionándome. Solo quería acabar con aquello, así que me tragué la pastilla”, ha contado.


Pesadillas, cambios de humor y estrés post-traumático
Entonces comenzó el estrés post-traumático. Las pesadillas no la dejaron dormir durante años. Padeció una enfermedad mental que ni siquiera aparece en los códigos de medicina, el Síndrome post-abortivo.

“Las mujeres que han sufrido un aborto pueden llegar a tener depresión, problemas de autoestima, dificultades para sentir afecto hacia otros hijos que tengan en el futuro,ansiedad e incluso cambios bruscos de humor”, ha dicho Emily Noack, psiquiatra del Catholic Charities of Oregon (catholiccharitiesoregon.org), que dirige el Proyecto Rachel (projectrachel.ca). Este proyecto también tiene presencia en España (Proyecto-raquel.com).

Ayuda profesional y espiritual personalizada
Noack y el equipo de Proyecto Rachel han abierto una cuenta de correo electrónico y una línea de teléfono para que tanto hombres como mujeres que hayan pasado una experiencia traumática relacionada con el aborto puedan pedir ayuda. El equipo colabora con otras parroquias, y ofrece una ayuda espiritual personalizada. El paciente puede elegir hablar con un compañero de oración, un sacerdote, una monja… etc.

“Esa colaboración entre las parroquias es clave”, ha explicado Hether Zarrilli, directora de Familia y Apoyo dentro de Catholic Charities of Oregon.  “Los sacerdotes no tienen ninguna clase de formación médica, y nosotros no tenemos ninguna formación espiritual. Cuando juntamos ambas disciplinas, el apoyo al paciente es total”.

Es muy fácil juzgar, hasta que conoces a la persona
Cuando Peters volvió a quedarse embarazada, dio a luz a su hija, pese a que el padre las abandonó. “Yo iba a querer a mi hija, pasara lo que pasara. Quería que ella supiera lo importante que era”, ha dicho Peters. También se quedó con su segundo hijo, que, al igual que la primera, llegó de forma inesperada.

Peters también tuvo que enfrentarse al rechazo social de su comunidad. Aunque ahora se siente bienvenida, su familia y amigos la juzgaron muy duramente tras tomar esta decisión. “Es muy fácil juzgar un pecado hasta que compruebas que tiene una historia y una cara”, ha dicho Peters.

Ahora Peters está casada. Su marido ha acogido a los dos hijos de Peters como suyos, y esperan un tercero. 




El médico que almacenaba abortos: se veía a menudo con un sacerdote y un provida


Ulrich Klopfer guardaba en el sótano de su casa los restos de más de 2.200 bebés abortados


Ulrich Klopfer guardaba en el sótano de su casa los restos de más de 2.200 bebés abortado








J. Lozano / ReL
El pasado día 12 de septiembre las autoridades encontraron en la casa de Ulrich Klopfer, médico abortista que había fallecido días antes, los restos de más de 2.200 bebés abortados “preservados médicamente”. Ahora la Fiscalía tanto de Illinois, donde vivía este abortista, como de Indiana, donde se encontraban sus abortorios, investigan este extraño suceso y por qué trasladó, vulnerando numerosas leyes, estos restos humanos de un estado a otro hasta su sótano.
Sin embargo, pese a lo llamativo del caso y los enormes interrogantes que genera la actitud de Ulrich Klopfer, la cobertura mediática ha sido escasa o nula por parte de los grandes medios estadunidenses. Así lo refleja y denuncia David Mastio en Usa Today, que recuerda que ya ocurrió algo parecido con Kermit Gosnell, condenado ahora por el asesinato de bebés que habían sobrevivido al aborto.
Unas preguntas para que los medios no buscan respuestas
Y además, lanza varias preguntas a estos grandes medios que hacen de una anécdota un mundo mientras silencian historias como esta: ¿Cómo se mete un médico en problemas en cinco estados y puede seguir practicando abortos en otros estados que dicen preocuparse por las mujeres? ¿Cómo acumula un médico tantos cadáveres en su garaje para hacer una imitación aceptable de una fosa común de la Segunda Guerra Mundial? ¿Sus empleados no se dieron cuenta de que se llevaba a casa restos de bebés? ¿Cómo una historia tan sensacional, que en parte tuvo lugar en la ciudad natal del candidato presidencial Pete Buttigieg, donde él es alcalde, no recibe más que la atención superficial de los medios de comunicación nacionales?
El padre Scheidt se reunió en varias ocasiones con el médico abortista 
El sacerdote que conoció al médico abortista
Quien sí puede ofrecer más datos sobre este médico abortista que ha practicado más de 30.000 abortos es el sacerdote Daniel Scheidt, que durante su homilía dominical el pasado 15 de septiembre habló sobre Klopfer, al que tanto él como un voluntario católico de la parroquia San Vicente de Paúl en Fort Wayne conocieron y se reunieron antes de que muriera y se descubriera su horrorosa colección.
Este asesino era, según dejó entrever el sacerdote, un hombre muy herido, lleno de frustraciones, que no tenía amigos ni a nadie con quien hablar, y que era consciente del mal que había realizado durante tantos años. Por ello, solo como estaba, no dudó en hablar y reunirse cada semana con estos activistas provida y católicos.
El sacerdote recordó que Klopfer tuvo una clínica en Fort Wayne, en South Bend y en otros lugares. “Durante años, cada vez que él estaba en la ciudad, e incluso cuando no lo estaba, muchas personas iban y rezaban en ese lugar. Había un feligrés de San Vicente que durante muchos años hizo esto mismo. Y al final conoció personalmente a George Klopfer. Y George a él”, reveló.
Un encuentro cada jueves
Tal y como recoge Our Sunday Visitor, el sacerdote contó que cuando el estado de Indiana retiró la licencia médica a este abortista, Klopfer siguió yendo a su clínica para salir de su automóvil y sentarse en el asiento de copiloto de este católico provida de la parroquia para conversar. De hecho, todos los jueves este abortero conducía desde Chicago a Fort Wayne (270 kilómetros) para estar con su ‘amigo’.
“Lo sé porque su ‘amigo’ me invitó a unirme junto a George Klopfer en el coche. Hasta en dos ocasiones me senté junto a ese hombre que es responsable del final de más de 30.000 vidas humanas”, señaló.
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Imagen de la que fue clínica abortista de Ulrich Klopfer en Fort Wayne (Indiana)
Lo primero que este médico suspendido dijo al sacerdote tras conocerlo fue sobre el abuso que sacerdotes y obispos habían perpetrado contra niños. Para el religioso, “esta acusación fue en realidad una revelación de su corazón. Era un hombre que conocía el sufrimiento interno”.
Qué había en su corazón
El padre Scheidt le preguntó en uno de estos dos encuentros sobre su infancia. Le contestó que creció durante la II Guerra Mundial y que vio la guerra en primera persona con muchos cadáveres. “Tenía el recuerdo grabado en su mente de las tropas rusas ametrallando pequeños animales, no para comer, sino sólo por crueldad”, explicó.
Otra de las preguntas que realizó a este médico es qué le llevó a especializarse en abortos. Les habló de un fallo en una operación cardíaca en la que él participaba y en la que acabó falleciendo el paciente.
Bernard Nathanson, uno de los principales médicos abortistas de EEUU en la década de 1970 que se convirtió al catolicismo y se hizo provida, explicó que muchos médicos que acaban dedicándose a matar bebés han fracasado en otros ámbitos de la medicina previamente, encontrando su lugar en los centros abortistas.  Poner fin a una vida humana es menos complicado, médicamente, que tratar de salvarla, afirmaba Nathanson.
"Al cielo de Hitler y Stalin"
Igualmente, Klopfer les confesó que no tenía ningún amigo, y que las personas más cercanas en ese momento a él eran precisamente este activista provida y el sacerdote, motivo por el cual conducía tantos kilómetros para encontrarse con ellos.
En uno de estos encuentros, este médico abortista les dijo: “Creo que iré al cielo de Hitler y Stalin”. Había interiorizado el sufrimiento que provocaba. Sabía lo que era y lo que había hecho. Incluso les llegó a hablar de sus pecados y todos sus fracasos.
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Una situación surrealista
La última vez que el sacerdote vio a este médico abortista vivió una situación difícil de creer. En el coche estaban el religioso, el voluntario provida y el médico abortista. Este último vio entonces que un coche estacionaba y de él bajaba una mujer y su hijo. Sabía cómo se llamaba la mujer, que para colmo estaba abriendo un centro de la organización provida Right to Life en ese lugar.
Entonces Klopfer les dijo de bajarse del coche y saludar a esta mujer. “Fue uno de los momentos más surrealistas de toda mi vida. El sacerdote, el abortista, la mujer  que trabajaba en Rigth to Life, su hijo y un feligrés que intercede por un médico abortista”.
Una "oveja perdida" que hay rescatar
¿Qué sacó en claro el sacerdote de todo esto? El padre Scheidt dijo a los feligreses durante aquella homilía que “debemos ir en busca de la imagen divina de cada persona. Vi en George Klopfer no sólo a una persona que asesinó, sino una oveja perdida, alguien infinitamente más valioso que una moneda, alguien que necesitaba conocer su filiación". Precisamente, aquel domingo el Evangelio era el de las tres parábolas.
La última vez que el feligrés se encontró con el abortista le dijo: “George, no es demasiado tarde. Eres como el ladrón que está en la cruz al lado de Jesús. Perteneces a Jesús. Acepta a Jesús, aunque sea ahora a última hora”. Y este católico que tangas veces abandonaba sus encuentros con el médico frustrado por no ver cambios en él se despidió aquel día creyendo que esto le había llegado a su corazón.
Por ello, este sacerdote recordó que “sólo Dios sabe que ocurrió a última hora” y que “Dios posee la capacidad de transformar y sanar la vida humana”. Para ello, cuenta con instrumentos como este voluntario que dedicó su esfuerzo, tiempo e ilusión para intentar rescatar a un gran asesino
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