jueves, abril 09, 2020

Al pie de la Cruz, como María


Al pie de la Cruz, como María
María José Mansilla*
Presidenta Spei Mater

Hay algo que nos resulta insoportable, quizá más insoportable que nuestro propio sufrimiento, y es el sufrimiento de las personas a las que queremos. Nos resulta tan doloroso que a veces preferiríamos tenerlo nosotros y evitárselo a ellos. Qué madre no ha deseado cuando ha visto a un hijo suyo enfermo que fuera ella la enferma y el hijo el sano.
El sufrimiento ajeno duele y por eso tratamos de huir de él de distintas maneras. Cuando alguien está llorando y le pedimos que no llore ¿no habrá también una parte de que no soportamos verlo llorar porque nos incomoda?
Esto resulta también evidente en la eutanasia, ¿realmente estamos tratando de evitar sufrimientos al paciente o es que no soportamos verle así? A veces puede prevalecer lo segundo, puesto que un paciente sedado no sufre, ni aquellos que pasan meses o años inconscientes, el que sufre es el que lo ve y no quiere verlo.
Desgraciadamente normalmente podemos hacer poco o muchas veces nada para solucionar el sufrimiento del otro. Podemos procurarle atención médica si el sufrimiento es físico y podemos procurarle ayuda para salir de una situación que le ocasiona un grave sufrimiento emocional, pero poco más.
En una serie de televisión en la que se narran distintos casos atendidos en urgencias me llamó mucho la atención que en el encabezado de la serie sale la jefa de urgencias del hospital en el cual se ha grabado la serie y dice lo siguiente: “nosotros hacemos todo lo posible para salvar la vida de las personas que vienen a urgencias, pero lo que verdaderamente necesitan es tener la mano cogida de un ser querido y que le diga que nada malo va a pasar”. Obviamente que una cosa no quita la otra, pero resalta la importancia de sentirse acompañado y confortado y la necesidad de una esperanza.
Lo que la persona que está sufriendo necesita principalmente es estar acompañado. Recuerdo la formula antigua que se decía en los funerales “Te acompaño en el sentimiento”, verdaderamente que las frases populares a menudo tienen mucho trasfondo. 
En esta Semana Santa pensemos en el sufrimiento de María viendo los indecibles padecimientos de su hijo. No creo que haya sufrimiento comparable “ved si hay dolor semejante a mi dolor” y sin embargo Jesús no quiso ahorrárselo ni ella lo hubiera querido. Jesús también necesitó en su pasión poder mirar a los ojos de su madre entre la multitud, mirarla desde lo alto de la cruz y encontrar en ellos comprensión, apoyo, refugio.
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A veces sentimos una enorme impotencia ante el dolor y el sufrimiento y nos preguntamos '¿qué puedo hacer?' Y la respuesta es que no podemos hacer nada. ¿O sí? Lo que podemos hacer es acompañar en el sufrimiento, esto es, compartir el dolor con el que sufre y darle fortaleza para no desesperar. A menudo es lo que realmente la otra persona más necesita, sentir que no está sola, sentir que es querida, que todo tiene sentido, porque lo realmente insoportable no es tanto el sufrimiento sino el sufrir solo y sufrir sin sentido
Cuantas veces he comprobado en los distintos acompañamientos que realizamos en Spei Mater cómo simplemente “estar ahí”, ayuda más a la persona que todos los esfuerzos asistenciales por solucionar sus problemas.
En estos momentos en que nos sentimos impotentes para ayudar a todas las personas que están sufriendo por esta pandemia, hay algo que siempre podemos hacer, acompañar, estar al pie de la cruz, como María, quizá podemos físicamente, quizá solo telemáticamente quizás ni siquiera eso, sino solamente con la oración. Sea como sea y sea el sufrimiento que sea, el recurso de estar disponible, de acompañar, siempre está disponible y siempre es el remedio más eficaz.


Publicado en REl

*María José Mansilla es la fundadora y presidenta de la Asociación Spei Mater. Es Licenciada en Ciencias Económicas y empresariales (ICADE) y miembro certificado del Consejo Europeo de Coaching y Mentoring y de la Asociación Internacional de Coaching pastoral. Después de varios años en el mundo de la empresa y la docencia decidió dedicarse en cuerpo y alma a su vocación: la proclamación del Evangelio de la Vida y la Misericordia y la atención a las víctimas de la cultura de la muerte a través de la fundación de Spei Mater, del acompañamiento individualizado y  de la impartición de diversos cursos, capacitaciones (Proyecto Raquel y Proyecto Ángel) y conferencias sobre la implantación de la Cultura de la Vida.



viernes, abril 03, 2020

Resulta que sí que hay Vida Eterna


Resulta que sí que hay Vida Eterna
María José Mansilla
Presidenta Spei Mater


En estos tiempos de crisis se está hablando mucho de la vida, de la importancia de salvar vidas. A pesar de que está saliendo a la luz una ética utilitarista de que unas vidas son más prioritarias que otras, resulta esperanzador pensar que ahora por lo menos se hable de la vida, de su sacralizad y de que todos los esfuerzos son pocos cuando se trata de salvarla. Si no hay vida no hay nada, esto es una obviedad, que sin embargo se pone en duda cuando el derecho a la vida choca con los deseos y la ideología de algunos. El primer derecho y del que emanan todos los demás es el derecho a la vida

Pero hay algo de lo que se habla poco o nada. La vida no es solo la vida corporal, es que la vida es eterna, no acaba aquí, aquí solo estamos de paso y aquí no nos quedamos nadie.

Hay otro detalle del que se habla también poco o nada. Resulta que no solo hay vida eterna, sino que hay cielo y hay infierno, y son eternos. Y ya que vamos con los detalles importantes el cielo y el infierno depende de nuestra vida aquí, de que acojamos o no la salvación de Jesucristo, y acoger la salvación de Jesucristo no es decir si o no, que también, sino hacer su voluntad “no todo el que dice Señor, Señor se salvará sino el que hace la voluntad de mi Padre”. Hasta aquí nada nuevo, los novísimos.

La primera implicación de que se me ocurre es si a la vida temporal le quitamos la dimensión de la eternidad, pierde su sentido y su horizonte y las personas estamos como estamos, como ovejas sin pastor.

En la dimensión de la eternidad y el plan de Dios puedo dar un sentido a mi vida y a mi muerte, puedo saber para que vivo, puedo establecer prioridades en función de ello y tengo una base solida para asentar mi vida.

Si solo tenemos esta vida ¿qué sentido tiene arriesgarla por los demás? ¿qué sentido tiene esforzarme cuando de un día para otro puedo perderlo todo? ¿por qué voy a tener un comportamiento moral si a menudo los que no tienen escrúpulos son los que mejor les va (o por lo menos eso parece). Todo el edificio se derrumba si no hay vida eterna.

La segunda implicación es que si el infierno no existe yo no soy libre, porque entonces Dios se me impone y Dios no se impone nunca, si yo no quiero ser salvado, si yo no quiero ser redimido, Él respeta mi decisión. Y si el infierno no existe no habría justicia, sería indiferente ser Santa Teresa de Calcuta que Mao, que según las estadísticas es el mayor genocida de la historia.

Y vamos con la tercera implicación que es de la que quería hablar: me pregunto si el mismo esfuerzo o prioridad que tenemos en salvar vidas (por lo menos de los afectados por el coronavirus) lo tenemos también para que esas personas tengan Vida con mayúsculas, es decir, que una vez pasado el umbral en la muerte gocen de la felicidad eterna en el Señor.

Porque es muy importante salvar la vida física de las personas, y todo esfuerzo es poco para salvar una vida, pero tan importante o más si cabe el destino eterno de las personas, salvar su alma.

No es verdad que todo el mundo se salva, Jesús nos los repite continuamente en el Evangelio, no podemos caer en el “buenismo” de pensar que nuestras acciones en nuestra vida son indiferentes porque total Dios es bueno.

Tanto en estos tiempos de pandemia como en el tiempo ordinario no podemos centrarnos únicamente en ayudar solo materialmente, socialmente o médicamente a las personas, que, por supuesto es fundamental, sino también en las obras de misericordia espirituales: Enseñar al que no sabe, corregir al que se equivoca, dar buen consejo al que lo necesita, orar por los vivos y los muertos…

¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” No hay mayor bien para una persona que anunciarle la verdad y salvación de Jesucristo... Incluyendo la verdad sobre el pecado, porque el seguimiento de Jesucristo implica una moral bien concreta y esta no es opcional

Entonces, pongamos también todo nuestro esfuerzo y afán en que la salvación de Jesucristo llegue a todas las almas, puesto que esta es la mayor obra de misericordia, el mayor bien para las personas y finalmente nuestra principal misión como Iglesia.


Publicado en REl  Cuestión de vida 02 abril 2020