jueves, mayo 28, 2020

¿De qué te sirve la Pascua si sigues enamorado de tus cadenas?

«¿De qué te sirve la Pascua si sigues enamorado de tus cadenas?»
1 de mayo 2020
Queridos amigos de la misión.
¡Cristo nuestra pascua ha resucitado! Resurrexit sicut dixit!
¡Cuántas cosas han cambiado en la vida de la misión desde que os escribí la carta anterior! ¡Cuántas cosas han cambiado en el mundo! No cabe duda de que Dios es el Señor de la historia y que ¡sólo a Él pertenecen el honor, el poder y la gloria! Él nos habla a través de los signos de los tiempos y quien así lee la historia de los pueblos y las naciones, hace que la historia se convierta en verdadera historia de salvación.
Si es verdad que esta pandemia del virus a todos nos ha cogido desprevenidos, no es menos cierto que ni este ni ningún otro acontecimiento escapa de la mano amorosa de Dios y que: “para los que aman todo les sirve para el bien”, ya que… «¡todo es gracia!».
Aquí en Sudan del Sur, el virus covid-19 ha tardado mucho más en entrar que en el resto del mundo occidental y los casos son mucho menores en número. Nuestra única esperanza es que no haya un contagio masivo (el gobierno tiene contabilizado en este preciso momento que escribo, 34 casos de personas infectadas y ninguna muerte). Como el virus se extienda por esta región de África va a acabar con masas interminables de pobres gentes. No tenemos ni medicinas, ni enfermeras, ni médicos, ni hospitales… No tenemos nada.
Orad por nosotros. No hace falta que os diga que en África nuestras pandemias son muchas otras que, lamentablemente, no salen en las páginas de vuestros periódicos ni son noticia en las portadas de vuestros telediarios. Tenemos cólera, tétanos, fiebre amarilla, hepatitis A y B, meningitis, ébola, SARS, malaria, fiebres tifoideas… Oremos unos por otros para que, en todos, Dios sea glorificado en la vida y en la muerte.
Paso a contaros cómo van los proyectos que ya están en marcha, gracias a vuestra colaboración y los que próximamente iniciaremos.
Pozo de agua.
Una de mis grandes preocupaciones desde que llegué a Naandi, en estas selvas de la Ecuatoria Occidental de Sudán del Sur fue el acceso al agua potable. Si bien es verdad que aquí tenemos lluvias torrenciales ocho meses del año y cuatro meses en los que a los cielos le ponen cremallera y no cae ni una gota. De las escenas que más me han impresionado es ver a mujeres y niños (¡cómo siempre!) cargando garrafas de agua pesadísimas en la cabeza y caminar distancias verdaderamente inhumanas.
Nosotros mismos pasamos muchas dificultades, sobre todo en los primeros meses, para poder recoger agua de lluvia de los tejados de la casa, para beber, lavar, fregar, bañarnos y cocinar… ¡Cómo corríamos todos medio dormidos a las 2 o 3 de la madrugada a poner palanganas debajo de las canaletas y los caños del tejado en medio de la tormenta, empapándonos de arriba abajo!
Con vuestra ayuda pudimos construir una cisterna subterránea de más de 50,000 litros, junto a la casa y poner canaletas a los dos lados del tejado y así recoger toda el agua de lluvia. Ha sido un éxito. Aquí no llueve ni una gota desde primeros de diciembre y, sin embargo, no nos ha faltado el agua ni un solo día. Eso sí, aquí las gotas de agua que caen del grifo son más preciosas que los diamantes.
Contacté con una empresa que se dedica a la perforación de pozos y nos pusimos manos a la obra. Ya me habían advertido de que muchas otras organizaciones internacionales y ONGs lo habían intentado sin éxito. Perforamos cerca de la casa y después de llegar a los 120 metros de profundidad solo sacamos una nube de polvo de roca grisácea… Los ánimos de todos por los suelos…
Seguimos intentándolo donde los aparatos de los ingenieros decían que podría haber agua. Segundo intento y lo mismo. Más polvo de roca… Fracaso total.
El contrato firmado tenía una cláusula que decía que la compañía se comprometía a tres intentos. Buscamos un lugar dónde los más viejos del lugar creían recordar que en su tiempo habían instalado los misioneros una pequeña bomba manual… No recuerdo haber rezado tanto a la Virgen María tantos “Memorares» (Acordaos, Oh Virgen María…). ¡A 180 metros encontramos agua! No os podéis ni imaginar la alegría de todos. Aunque la perforación está a casi un kilómetro de casa, vamos a instalar una tubería para tener agua de sobra aquí en la misión y, por otra parte, vamos a poner una serie de grifos para que todo el pueblo pueda tener acceso a agua limpia.
Gracias con todo mi corazón por vuestra s ayudas económicas y vuestras oraciones.
Os adjunto un testimonio gráfico:
Primer intento fallido de perforación junto a la misión, que terminó en fracaso…
Segundo intento y más fracaso, más polvo de roca para nuestra desesperación …
Y a la tercera… ¡Fue la vencida! ¡Torrentes de agua viva!
Es verdad que ha supuesto un gasto enorme para la Fundación Misión de la Misericordia, en total serán unos 34,000 EUROS.
Nos faltan 10,000 EUROS por pagar, cuando se termine de instalar la bomba sumergible, el cableado eléctrico y la tubería de casi un kilómetro hasta la casa; pero creedme ¡ha valido la pena! ¡un día histórico para la misión, para este pueblo y para los miles de personas que por primera vez tendrán fácil acceso al agua, en vez de tener que caminar las pobres mujeres varios kilómetros con garrafas de agua sucia en la cabeza.
¡POR FAVOR AYUDADNOS A COMPLETAR EL PAGO QUE FALTA!
Escuela Primaria “Santa Teresa» o “Proyecto SUKURU»
Como bien sabéis, este fue nuestro proyecto-insignia desde que llegamos a esta misión en el corazón de la selva. Junto con la escuela secundaria “San Pedro y San Pablo”, también dependiente de nuestra parroquia.
Estamos totalmente convencidos de que la educación es el aporte más bonito y útil que puede aportar la Iglesia Católica a estos cientos de niños que por senderos y vericuetos llegan cada día al colegio de la misión. El encuentro con Cristo Maestro, Cristo Vida Nueva, es la esperanza de una vida diferente, en la que lleguen a ser verdaderamente personas, conscientes de su dignidad, de sus derechos, de haber sido creados para amar y para ser amados, creados a imagen y semejanza de Dios que es amor.
¡Queremos inaugurar la escuela!
Nos faltan aún dos aulas por pagar y el edificio administrativo – que no existía – para el director, los profesores, la contabilidad, almacén… Por favor ayudadnos cuanto podáis a completar esta obra.
La escuela también servirá para educación de adultos
Nuevas iglesias
Vivo ahora en Sudán del Sur porque soy sacerdote; hago todo lo que hago solo porque soy sacerdote. Que no lo olvide nadie y que nadie olvide lo que es un sacerdote, quienes son los misioneros.
Hay mucha gente, bienintencionada sin duda, que ya no sabe lo que es un misionero (lamentablemente, también me he encontrado misioneros que no saben, o se les ha olvidado lo que es ser misionero). No somos agentes de promoción humana católicos, no somos los sustitutos del ministerio de educación ni de salud pública. Yo no vine aquí, ni a construir escuelas ni a perforar pozos.
Vine porque siendo sacerdote, mi misión es anunciar a Cristo, ser testigo del amor de Dios, ser transparencia de Jesucristo sacerdote único, buen pastor, esposo de la Iglesia. Por tanto, lo más grande que hace un misionero es celebrar la Santa Misa. Su tarea fundamental – donde quiera que esté – es dar gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, por la celebración de la santa liturgia, la predicación y anuncio de la Palabra de Dios, la oración…
Yo estoy aquí porque Dios le ha hecho una promesa a su pueblo: “Os daré pastores según mi corazón que os apacienten» (Jer 3:15). Cada sacerdote es expresión de que Dios cumple su promesa a su pueblo. Por eso cada misionero es manifestación, transparencia, icono del corazón de Cristo Buen Pastor.
Vivo y trabajo en esta misión para predicar la palabra de Dios como profeta que soy; para celebrarla Santa Misa y los sacramentos porque soy sacerdote; cuido del rebaño y lo alimento porque soy su pastor.
Soy sacerdote para dar gloria Dios y trabajar arduamente en la salvación de las almas. Toda ocupación que no sirva para lo uno y para lo otro, sencillamente no es misión del sacerdote por bonito y útil que pueda parecer.
A lo largo de mi larguísima vida misionera, una de las constantes que siempre se han repetido y que, sobre todo en los inicios más estupor me provocaba es que, invariablemente, en todas las misiones, en los lugares paupérrimos, si las gentes eran cristianas, cuando les preguntaba a las gentes: “¿Qué es lo que necesitan con más urgencia?» Siempre, todos, a una sola voz, aunque se estuvieran muriendo de hambre, respondían: “¡la iglesia!».
Tenemos en nuestros países tan ricos y secularizados, la mala costumbre de opinar en nombre de los pobres. Como si nosotros supiéramos y no ellos lo que necesitan. Los pobres serán pobres, pero ni son tontos ni son mudos. Los pobres tienen boca y se expresan muy bien.
Y los pobres saben que sin Dios en el centro de su vida y sin la iglesia (incluso el edificio) sus vidas no tienen sentido. Los ricos, lamentablemente, en su prepotencia, muchas veces piensan que Dios es algo superfluo decorativo que no sirve para casi nada. Y el rico piensa que los pobres deberían pensar como los ricos. Piensan que, si los pobres tuvieran escuelas, pozos y clínicas, serían felices y sus vida tendrían sentido. Y yo te pregunto ¿Tú, por tener acceso a la salud y a la educación, ya eres feliz y tu vida está repleta de sentido?
El sacerdote, ¡todo cristiano! Está llamado a ser como Jesucristo. Deberíamos preguntarnos todos, con la mayor honestidad posible, el día que Jesucristo ascendió al cielo, en realidad, ¿qué había cambiado en el mundo? ¿Había menos pobres el día que Jesús ascendió al cielo? Jesús, con su venida no abolió el hambre, ni la injusticia, ni la ceguera; no hizo desaparecer los parapléjicos, la gente seguía usando camillas… el mundo seguía lleno de leprosos…
Y con toda razón alguno me podría preguntar, entonces ¿por qué al comienzo de esta carta nos hablas de escuelas y pozos?
No os voy a responder yo. Os responde el Catecismo de la Iglesia Católica con un párrafo del todo antológico:
547 Jesús acompaña sus palabras con numerosos “milagros, prodigios y signos» (Hch 2, 22) que manifiestan que el Reino está presente en Él. Ellos atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado (cf, Lc 7, 18-23).
548 Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado (cf. Jn 5, 36; 10, 25). Invitan a creer en Jesús (cf. Jn 10, 38). Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe (cf. Mc 5, 25-34; 10, 52). Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquel que hace las obras de su Padre: éstas testimonian que él es Hijo de Dios (cf. Jn 10, 31-38). Pero también pueden ser “ocasión de escándalo» (Mt 11, 6). No pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos (cf. Jn 11, 47-48); incluso se le acusa de obrar movido por los demonios (cf. Mc 3, 22).
549 Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre (cf. Jn 6, 5-15), de la injusticia (cf. Lc 19, 8), de la enfermedad y de la muerte (cf. Mt 11,5), Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo (cf. Lc 12, 13. 14; Jn 18, 36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado (cf. Jn 8, 34-36), que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.
Las obras de caridad y de desarrollo que realizan los misioneros no son el fin de su misión ni de su sacerdocio. Son «signos mesiánicos» que, como dice el CICat: «manifiestan que él Reino está presente en Cristo». Los pozos y las escuelas no son la razón de mi vida misionera. No me he hecho sacerdote para perforar pozos. Sino para que las gentes más pobres y olvidadas, en los rincones más recónditos de la tierra encontraran en Jesucristo “el tesoro escondido”, «la perla de gran valor».
El peor enemigo del hombre es el demonio, no la lepra o la tuberculosis. Y la cosa más horrible que le puede pasar a una persona no es no saber leer, es no tener fe en Jesucristo, pensar que Dios no existe y que la vida inexorablemente termina en un cementerio corroído por los gusanos. Vivir y morir sin la esperanza de la vida eterna.
El día que llegué a esta diócesis se celebraba una ordenación de diáconos. En la homilía el obispo dijo de manera lapidaría algo que jamás había oído, así tal cual, a ningún obispo en una predicación: «yo me hice sacerdote, yo soy obispo, para que todos vosotros vayáis al cielo».
Pues yo no lo sé decir mejor. Yo soy sacerdote, soy misionero para que todas estas gentes ¡todos vosotros! ¡todos vayamos al cielo!
Las impresionantes catedrales góticas, las pequeña y maravillosas iglesias románicas de nuestros pueblos, no las construyeron gente con mucho dinero en el banco, con tablet, lavadora, acceso universal a la salud y una magnifica pensión de jubilación. No, las construyeron pueblos que, viviendo en mucha pobreza y precariedad, tenían gran fe.
Yo, por ejemplo, me quedé horrorizado cuando hace unos años me reuní con la presidenta de Manos Unidas, no recuerdo su nombre, una mujer encantadora. Al preguntarme por mi proyecto le dije que lo más necesario era un convento para las monjas que vinieran a servir en la misión. La mujer ni siquiera me dejó terminar la frase. «¡NO! – me cortó en seco – ni conventos, ni iglesias, ni casas de curas, ni locales parroquiales». Me vio la cara de horror y sorpresa y añadió: «padre, comprenda que muchos de nuestros donantes insisten explícitamente en que su dinero no vaya a nada que tenga que ver con la Iglesia» ¡Toma ya! Una organización católica, fundada por mujeres católicas y dependiente de los obispos españoles. ¿Cómo hemos llegado a esto?
Porque hemos perdido la fe.
Aquí no la hemos perdido. Aquí la fe es lo que da sentido a la vida; la que enjuga sus lágrimas, sostiene la esperanza de un pueblo. Cada mañana, cuando aún se está desperezando el alba y camino hacia esta iglesia, me la quedo mirando en medio del silencio virginal de esta interminable selva; y pienso ¿quiénes serían los hombres y mujeres que construyeron este impresionante monumento, testimonio de su fe y de su amor a Jesucristo y a su Santa Iglesia? ¿Por qué no construyeron clínicas y proyecto para la promoción de la mujer? Qué diferentes, hermanos, aquellos misioneros de ayer de los que hoy nos llamamos misioneros…
Mirad estas fotos. Lo dicen todo. Hace ochenta años, los misioneros combonianos llegaron hasta aquí, con sus hábitos al viento y a la intemperie, a la lluvia torrencial, a golpe de machete y cuentas de rosario… Soy muy consciente de que aquí pisamos tierra santa, caminamos los misioneros de hoy sobre las huellas de los gigantes que ayer nos precedieron en la fe y en el amor, en la obra misionera.
Aquellos primeros misioneros sufrieron penurias incontables; aquí había leones, elefantes, rinocerontes, serpientes pitón, todos los insectos venenosos del mundo, sin energía eléctrica ni agua corriente, sin medicinas, sin caminos, sin Internet, sin correo postal que mandar a sus familias. En aquellos tiempos, ser misionero era un viaje solo de ida; te despedías de tu tierra y de tus gentes hasta la vida eterna. Algunos de ellos están enterrados aquí…
Me siento tan pequeño a su lado…
Pero como decía Francisco Javier en el Divino Impaciente: «que también tiene sus derechos la pobre imaginación». Pues a mí, aun con el paso de los años todavía me rebosa la imaginación y mis sueños se agrandan con el paso del tiempo.
Por eso os informo de que la semana pasada, en los dos siguientes poblados, donde no lograron llegar aquellos primeros misioneros y para continuar su obra, hemos comenzado la edificación de dos iglesias muy grandes para casi mil personas cada una.
La primera es la iglesia de Andari. Mi segunda parroquia, que se llama Santísima Trinidad. Recién erigida canónicamente por el señor obispo. Desde que llegué LO ÚNICO QUE ME HAN PEDIDO es «padre, queremos una iglesia».
La segunda está en la comunidad de Baragum, uno de los centros parroquiales de Andari. Con ambas poblaciones hice un trato (¡en vuestro nombre!). Yo les ayudaría edificar la iglesia si ellos fabricaban con sus manos los ladrillos y los donaban a la construcción. Hemos tardado justo un año. No tengo palabras para describir la alegría de las gentes. Quizá las fotos lo digan mejor que mis palabras…
¡Con sus manos han fabricado 85,000 ladrillos!
Bendiciendo e inaugurando la obra. Un día verdaderamente histórico. Estas maravillosas gentes me dan cada día extraordinarias lecciones de fe y de vida. Para ellos la Iglesia (con mayúscula) lo es todo… la Iglesia es su casa, su vida, su refugio, la puerta del cielo, su protección, la cercanía de Dios… Y la iglesia, el lugar donde llorar sus penas, buscar fuerza y esperanza, el lugar de la fraternidad y el pan de vida compartido; el lugar de la reconciliación, el perdón y la gracia…
¿Nos ayudaréis a construir estas iglesias? El coste total son unos 85,000 EUROS. Ayudadnos a edificar un lugar precioso y digno para la gloria de Dios, para hacer presente a la Iglesia Católica, un lugar donde este pueblo martirizado pueda encontrarse con Dios y pueda construir la paz tan necesitada en este país.
Al final de la carta tenéis los datos de la cuenta del banco para hacer vuestros aportes. No os podéis imaginar la alegría que siento al poder comenzar en fe estas obras. Me trae tantos recuerdos de aquellas iglesias y capillas que pude ayudar a construir en la misión de San José de Los Llanos…
Para que a nadie se le olvide lo que es un verdadero sacerdote, os dejo esta preciosa oración…
Vivir en medio del mundo sin desear sus placeres… Ser un miembro de cada familia y no pertenecer a ninguna… Compartir todos los sufrimientos; penetrar todos los secretos; sanar todas las heridas… Ir diariamente de los hombres hacia Dios para ofrecerle sus peticiones… Regresar de Dios hacia los hombres para ofrecerles Su esperanza… Tener un corazón de fuego para la caridad y un corazón de bronce para la castidad… Bendecir y ser bendecido para siempre. Oh Dios, qué vida, y es tuya, Oh Sacerdote de Jesucristo! Padre Lacordaire
Ante el Sagrario de la misión oramos cada día por todos vosotros.
Padre Christopher
OS RUEGO, POR FAVOR, QUE RENVIÉIS ESTA CARTA A TODOS VUESTROS AMIGOS, A TODOS VUESTROS CONTACTOS, A TODOS LOS QUE SEPÁIS QUE NOS HAN AYUDADO Y A QUIEN NOSOTROS NO TENEMOS MANERA DE CONTACTAR ¡SEGUID AYUDÁNDONOS, OS LO RUEGO EN NOMBRE DE DIOS Y ESTAS POBRES GENTES!
Para colaborar con la misión de Sudán del Sur, aquí tenéis los datos.
Titular: Fundación Misión de la Misericordia Entidad: BANKINTER Número de Cuenta: 0128-0014-73-0100029293 Iban: ES080 1280014730100029293 Código SWIFT o BIC: BKBKESMMXXX
Visitad por favor http://www.missionmercy.org  nuestras páginas web



¡NO NOS OLVIDEIS, EN NOMBRE DE JESUCRISTO NUESTRO SALVADOR!


martes, mayo 19, 2020

Pequeñas historias llenas de esperanza


En esta situación tan compleja que estamos viviendo, nos hace tanta falta mantener la llama de la esperanza, avivar nuestra confianza en Dios, dejar que nuestro corazón se esponje y descanse en el divino corazón. He rescatado algunas historias que he vivido hace algunos años acompañando a mujeres embarazadas en riesgo de aborto. Son sencillas, inocentes, pequeñas, cotidianas, pero llenas de esperanza y sobre todo llenas de Dios. Ahí va la primera.
Cada vez que me llaman para ir a hablar con una mujer en peligro de aborto conozco un poquito más a Dios, conozco un poco más su modo de actuar. Dios piensa en todos, pero necesita brazos. Así es, en este caso, Dios se acordó de Sonia y le inspiró a su hermano seminarista que fuera aquella noche por casualidad a cenar a casa de su hermana y que esta, que, ya había tomado la firme decisión de abortar y que tenía ya la cita dada, se lo dijera a su hermano. En realidad, había hecho algo más que tomar la decisión, se había tomado hasta 4 pastillas de Cytotec, así como todo tipo de cócteles caseros para abortar ella misma. Pero Dios tenía otros planes, quería darle otra oportunidad, estaba empeñado en salvarla y ninguno de esos «remedios» caseros funcionó.
Hablé con su hermano, me dijo que al oír la noticia se había ido a rezar el rosario y que había acudido a un santuario mariano y, después de eso, había decidido llamarnos. Nada en esta vida produce tanto gozo como saberse «parte» del plan salvador de Dios.
Ella vive en un pueblo a las afueras y ahí fuimos, en realidad, dos veces, porque la primera no cogía el teléfono ni respondía al whatsapp, y ya nos volvíamos, pero finalmente llegamos. Nos abrió la puerta su hijo, un precioso niño de 3 años que me dejó encandilada. ¿Su historia? la de siempre: pareja que no quiere saber nada del tema, falta de medios económicos, sentimiento de enorme soledad, verse desbordada por la situación... y como siempre, la famosa frase de parte de todos de «es tu decisión». Todo el mundo sabe que esa frase lo que en realidad significa es: «es tu problema, a mí me da igual que decidas porque igualmente tú cargarás con las consecuencias» Y como siempre, ella no quiere abortar, solo que le parece el único camino viable que la queda. Además, tiene miedo de que si continúa le haya podido afectar al bebé todo lo que se había tomado.
El niño que tiene ya, acaba de cumplir 3 años. En un momento su madre le regañó y se echó a llorar. Yo le cogí en brazos y le acuné y le acaricié y sorprendentemente él se dejó. Lo disfruté enormemente. Al irme me dio un beso y me dijo que me quería. Me derretí.
Afortunadamente ella consintió en hacerse una ecografía y la llevamos. Yo en esa no estuve, pero me dijeron que fue la ecografía más bonita que habían visto nunca, que el niño hizo toda clase de monerías ante el ecógrafo. En realidad, no le llamamos a partir de entonces «niño» sino «nuestra negrita», porque decidimos que tenía que ser niña, y que íbamos a estar locas a ponerle coletitas en un pelo rizadísimo como el de su hermano que al acariciarlo parece de velcro. Todo estaba bien, esa negrita está muy protegida por Nuestro Señor, tiene mucha gente rezando por ella y parece que ya se nos ha metido a todos en el corazón.
A la semana siguiente volvimos a verla. Había encontrado un trabajillo, aunque temporal, y seguía convencida de abortar, decía que sus amigas lo habían hecho, y que no pasaba nada, se puso a la defensiva, parecía que empezaba a sentirse molesta ya. Llegamos así al día antes de su cita para abortar y no estábamos dispuestas a asumir que íbamos a perder a nuestra negrita y el estado en el que iba a quedarse Sonia.
Así que, que Dios nos perdone, pero dijimos una mentirijilla, la llamamos para decirle que teníamos otro caso en su pueblo y de los juguetes que yo quería dar elegimos un juguete para su niño de 3 años y un peluche precioso para nuestra negrita y nos plantamos otra vez en su casa. A las 11,30 de la noche y heladas de frío fuimos a su casa, todavía no había llegado y menos mal que alguien nos abrió la puerta del portal. Mientras esperábamos en el descansillo estuvimos riendo y haciéndonos fotos con el peluche. Dios estaba con nosotros y lo sabíamos, parecíamos unas locas ahí tiritando a esas horas, pero locas por Nuestro Señor.
Cerca de las 12 de la noche llegó Sonia y nos sentamos, estábamos ya como en casa, yo hasta le puse el pijama al niño. Era la una y media de la mañana y Sonia no cedía, había decidido abortar y nada la iba a hacer cambiar de opinión. De repente, dijo: «me estáis haciendo dudar»... ¡¡¡nos alegramos tanto!!! Quedamos en hablar por la mañana nuevamente porque su cita era a las 3 de la tarde. Volvimos en el coche rezando el rosario, los misterios dolorosos, ofreciéndolo por la vida de nuestra negrita. Todo estaba en manos de Dios. Quedamos en hablarnos al día siguiente.
Yo ofrecí la misa de la mañana y llamé para tener noticias, pero aún no se sabía nada. Finalmente me llaman ¡no había ido! no iba a abortar! ¡Alabado sea el Señor!
Esta historia es real 100 por 100, aunque obviamente la mujer no se llama Sonia. El embarazo llegó a término y efectivamente nació una hermosísima nena negrita a la que conocí y tuve en brazos. No existe una sensación de alegría y plenitud tan grande como ver a esos bebés y el agradecimiento y felicidad de sus madres. Es tocar a Dios. Más, es abrazar a Dios.