«¿De
qué te sirve la Pascua si sigues enamorado de tus cadenas?»
1
de mayo 2020
Queridos
amigos de la misión.
¡Cristo
nuestra pascua ha resucitado! Resurrexit sicut dixit!
¡Cuántas
cosas han cambiado en la vida de la misión desde que os escribí la
carta anterior! ¡Cuántas cosas han cambiado en el mundo! No cabe
duda de que Dios es el Señor de la historia y que ¡sólo a Él
pertenecen el honor, el poder y la gloria! Él nos habla a través de
los signos de los tiempos y quien así lee la historia de los pueblos
y las naciones, hace que la historia se convierta en verdadera
historia de salvación.
Si
es verdad que esta pandemia del virus a todos nos ha cogido
desprevenidos, no es menos cierto que ni este ni ningún otro
acontecimiento escapa de la mano amorosa de Dios y que: “para los
que aman todo les sirve para el bien”, ya que… «¡todo es
gracia!».
Aquí
en Sudan del Sur, el virus covid-19 ha tardado mucho más en entrar
que en el resto del mundo occidental y los casos son mucho menores en
número. Nuestra única esperanza es que no haya un contagio masivo
(el gobierno tiene contabilizado en este preciso momento que escribo,
34 casos de personas infectadas y ninguna muerte). Como el virus se
extienda por esta región de África va a acabar con masas
interminables de pobres gentes. No tenemos ni medicinas, ni
enfermeras, ni médicos, ni hospitales… No tenemos nada.
Orad
por nosotros. No hace falta que os diga que en África nuestras
pandemias son muchas otras que, lamentablemente, no salen en las
páginas de vuestros periódicos ni son noticia en las portadas de
vuestros telediarios. Tenemos cólera, tétanos, fiebre amarilla,
hepatitis A y B, meningitis, ébola, SARS, malaria, fiebres
tifoideas… Oremos unos por otros para que, en todos, Dios sea
glorificado en la vida y en la muerte.
Paso
a contaros cómo van los proyectos que ya están en marcha, gracias a
vuestra colaboración y los que próximamente iniciaremos.
Pozo
de agua.
Una
de mis grandes preocupaciones desde que llegué a Naandi, en estas
selvas de la Ecuatoria Occidental de Sudán del Sur fue el acceso al
agua potable. Si bien es verdad que aquí tenemos lluvias
torrenciales ocho meses del año y cuatro meses en los que a los
cielos le ponen cremallera y no cae ni una gota. De las escenas que
más me han impresionado es ver a mujeres y niños (¡cómo siempre!)
cargando garrafas de agua pesadísimas en la cabeza y caminar
distancias verdaderamente inhumanas.
Nosotros
mismos pasamos muchas dificultades, sobre todo en los primeros meses,
para poder recoger agua de lluvia de los tejados de la casa, para
beber, lavar, fregar, bañarnos y cocinar… ¡Cómo corríamos todos
medio dormidos a las 2 o 3 de la madrugada a poner palanganas debajo
de las canaletas y los caños del tejado en medio de la tormenta,
empapándonos de arriba abajo!
Con
vuestra ayuda pudimos construir una cisterna subterránea de más de
50,000 litros, junto a la casa y poner canaletas a los dos lados del
tejado y así recoger toda el agua de lluvia. Ha sido un éxito. Aquí
no llueve ni una gota desde primeros de diciembre y, sin embargo, no
nos ha faltado el agua ni un solo día. Eso sí, aquí las gotas de
agua que caen del grifo son más preciosas que los diamantes.
Contacté
con una empresa que se dedica a la perforación de pozos y nos
pusimos manos a la obra. Ya me habían advertido de que muchas otras
organizaciones internacionales y ONGs lo habían intentado sin éxito.
Perforamos cerca de la casa y después de llegar a los 120 metros de
profundidad solo sacamos una nube de polvo de roca grisácea… Los
ánimos de todos por los suelos…
Seguimos
intentándolo donde los aparatos de los ingenieros decían que podría
haber agua. Segundo intento y lo mismo. Más polvo de roca… Fracaso
total.
El
contrato firmado tenía una cláusula que decía que la compañía se
comprometía a tres intentos. Buscamos un lugar dónde los más
viejos del lugar creían recordar que en su tiempo habían instalado
los misioneros una pequeña bomba manual… No recuerdo haber rezado
tanto a la Virgen María tantos “Memorares» (Acordaos, Oh Virgen
María…). ¡A 180 metros encontramos agua! No os podéis ni
imaginar la alegría de todos. Aunque la perforación está a casi un
kilómetro de casa, vamos a instalar una tubería para tener agua de
sobra aquí en la misión y, por otra parte, vamos a poner una serie
de grifos para que todo el pueblo pueda tener acceso a agua limpia.
Gracias
con todo mi corazón por vuestra s ayudas económicas y vuestras
oraciones.
Os
adjunto un testimonio gráfico:
Primer
intento fallido de perforación junto a la misión, que terminó en
fracaso…
Segundo
intento y más fracaso, más polvo de roca para nuestra desesperación
…
Y
a la tercera… ¡Fue la vencida! ¡Torrentes de agua viva!
Es
verdad que ha supuesto un gasto enorme para la Fundación Misión de
la Misericordia, en total serán unos 34,000 EUROS.
Nos
faltan 10,000 EUROS por pagar, cuando se termine de instalar la bomba
sumergible, el cableado eléctrico y la tubería de casi un kilómetro
hasta la casa; pero creedme ¡ha valido la pena! ¡un día histórico
para la misión, para este pueblo y para los miles de personas que
por primera vez tendrán fácil acceso al agua, en vez de tener que
caminar las pobres mujeres varios kilómetros con garrafas de agua
sucia en la cabeza.
¡POR
FAVOR AYUDADNOS A COMPLETAR EL PAGO QUE FALTA!
Escuela
Primaria “Santa Teresa» o “Proyecto SUKURU»
Como
bien sabéis, este fue nuestro proyecto-insignia desde que llegamos a
esta misión en el corazón de la selva. Junto con la escuela
secundaria “San Pedro y San Pablo”, también dependiente de
nuestra parroquia.
Estamos
totalmente convencidos de que la educación es el aporte más bonito
y útil que puede aportar la Iglesia Católica a estos cientos de
niños que por senderos y vericuetos llegan cada día al colegio de
la misión. El encuentro con Cristo Maestro, Cristo Vida Nueva, es la
esperanza de una vida diferente, en la que lleguen a ser
verdaderamente personas, conscientes de su dignidad, de sus derechos,
de haber sido creados para amar y para ser amados, creados a imagen y
semejanza de Dios que es amor.
¡Queremos
inaugurar la escuela!
Nos
faltan aún dos aulas por pagar y el edificio administrativo – que
no existía – para el director, los profesores, la contabilidad,
almacén… Por favor ayudadnos cuanto podáis a completar esta obra.
La
escuela también servirá para educación de adultos
Nuevas
iglesias
Vivo
ahora en Sudán del Sur porque soy sacerdote; hago todo lo que hago
solo porque soy sacerdote. Que no lo olvide nadie y que nadie olvide
lo que es un sacerdote, quienes son los misioneros.
Hay
mucha gente, bienintencionada sin duda, que ya no sabe lo que es un
misionero (lamentablemente, también me he encontrado misioneros que
no saben, o se les ha olvidado lo que es ser misionero). No somos
agentes de promoción humana católicos, no somos los sustitutos del
ministerio de educación ni de salud pública. Yo no vine aquí, ni a
construir escuelas ni a perforar pozos.
Vine
porque siendo sacerdote, mi misión es anunciar a Cristo, ser testigo
del amor de Dios, ser transparencia de Jesucristo sacerdote único,
buen pastor, esposo de la Iglesia. Por tanto, lo más grande que hace
un misionero es celebrar la Santa Misa. Su tarea fundamental –
donde quiera que esté – es dar gloria al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, por la celebración de la santa liturgia, la
predicación y anuncio de la Palabra de Dios, la oración…
Yo
estoy aquí porque Dios le ha hecho una promesa a su pueblo: “Os
daré pastores según mi corazón que os apacienten» (Jer 3:15).
Cada sacerdote es expresión de que Dios cumple su promesa a su
pueblo. Por eso cada misionero es manifestación, transparencia,
icono del corazón de Cristo Buen Pastor.
Vivo
y trabajo en esta misión para predicar la palabra de Dios como
profeta que soy; para celebrarla Santa Misa y los sacramentos porque
soy sacerdote; cuido del rebaño y lo alimento porque soy su pastor.
Soy
sacerdote para dar gloria Dios y trabajar arduamente en la salvación
de las almas. Toda ocupación que no sirva para lo uno y para lo
otro, sencillamente no es misión del sacerdote por bonito y útil
que pueda parecer.
A
lo largo de mi larguísima vida misionera, una de las constantes que
siempre se han repetido y que, sobre todo en los inicios más estupor
me provocaba es que, invariablemente, en todas las misiones, en los
lugares paupérrimos, si las gentes eran cristianas, cuando les
preguntaba a las gentes: “¿Qué es lo que necesitan con más
urgencia?» Siempre, todos, a una sola voz, aunque se estuvieran
muriendo de hambre, respondían: “¡la iglesia!».
Tenemos
en nuestros países tan ricos y secularizados, la mala costumbre de
opinar en nombre de los pobres. Como si nosotros supiéramos y no
ellos lo que necesitan. Los pobres serán pobres, pero ni son tontos
ni son mudos. Los pobres tienen boca y se expresan muy bien.
Y
los pobres saben que sin Dios en el centro de su vida y sin la
iglesia (incluso el edificio) sus vidas no tienen sentido. Los ricos,
lamentablemente, en su prepotencia, muchas veces piensan que Dios es
algo superfluo decorativo que no sirve para casi nada. Y el rico
piensa que los pobres deberían pensar como los ricos. Piensan que,
si los pobres tuvieran escuelas, pozos y clínicas, serían felices y
sus vida tendrían sentido. Y yo te pregunto ¿Tú, por tener acceso
a la salud y a la educación, ya eres feliz y tu vida está repleta
de sentido?
El
sacerdote, ¡todo cristiano! Está llamado a ser como Jesucristo.
Deberíamos preguntarnos todos, con la mayor honestidad posible, el
día que Jesucristo ascendió al cielo, en realidad, ¿qué había
cambiado en el mundo? ¿Había menos pobres el día que Jesús
ascendió al cielo? Jesús, con su venida no abolió el hambre, ni la
injusticia, ni la ceguera; no hizo desaparecer los parapléjicos, la
gente seguía usando camillas… el mundo seguía lleno de leprosos…
Y
con toda razón alguno me podría preguntar, entonces ¿por qué al
comienzo de esta carta nos hablas de escuelas y pozos?
No
os voy a responder yo. Os responde el Catecismo de la Iglesia
Católica con un párrafo del todo antológico:
547
Jesús acompaña sus palabras con numerosos “milagros, prodigios y
signos» (Hch 2, 22) que manifiestan que el Reino está presente en
Él. Ellos atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado (cf, Lc 7,
18-23).
548
Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha
enviado (cf. Jn 5, 36; 10, 25). Invitan a creer en Jesús (cf. Jn 10,
38). Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe (cf. Mc 5,
25-34; 10, 52). Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquel que
hace las obras de su Padre: éstas testimonian que él es Hijo de
Dios (cf. Jn 10, 31-38). Pero también pueden ser “ocasión de
escándalo» (Mt 11, 6). No pretenden satisfacer la curiosidad ni los
deseos mágicos. A pesar de tan evidentes milagros, Jesús es
rechazado por algunos (cf. Jn 11, 47-48); incluso se le acusa de
obrar movido por los demonios (cf. Mc 3, 22).
549
Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre (cf. Jn
6, 5-15), de la injusticia (cf. Lc 19, 8), de la enfermedad y de la
muerte (cf. Mt 11,5), Jesús realizó unos signos mesiánicos; no
obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo (cf. Lc 12,
13. 14; Jn 18, 36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más
grave, la del pecado (cf. Jn 8, 34-36), que es el obstáculo en su
vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.
Las
obras de caridad y de desarrollo que realizan los misioneros no son
el fin de su misión ni de su sacerdocio. Son «signos
mesiánicos» que, como dice el CICat: «manifiestan que él Reino
está presente en Cristo». Los pozos y las escuelas no son la
razón de mi vida misionera. No me he hecho sacerdote para perforar
pozos. Sino para que las gentes más pobres y olvidadas, en los
rincones más recónditos de la tierra encontraran en Jesucristo “el
tesoro escondido”, «la perla de gran valor».
El
peor enemigo del hombre es el demonio, no la lepra o la
tuberculosis. Y la cosa más horrible que le puede pasar a una
persona no es no saber leer, es no tener fe en Jesucristo, pensar que
Dios no existe y que la vida inexorablemente termina en un cementerio
corroído por los gusanos. Vivir y morir sin la esperanza de la
vida eterna.
El
día que llegué a esta diócesis se celebraba una ordenación de
diáconos. En la homilía el obispo dijo de manera lapidaría algo
que jamás había oído, así tal cual, a ningún obispo en una
predicación: «yo me hice sacerdote, yo soy obispo, para que todos
vosotros vayáis al cielo».
Pues
yo no lo sé decir mejor. Yo soy sacerdote, soy misionero para que
todas estas gentes ¡todos vosotros! ¡todos vayamos al cielo!
Las
impresionantes catedrales góticas, las pequeña y maravillosas
iglesias románicas de nuestros pueblos, no las construyeron gente
con mucho dinero en el banco, con tablet, lavadora, acceso universal
a la salud y una magnifica pensión de jubilación. No, las
construyeron pueblos que, viviendo en mucha pobreza y precariedad,
tenían gran fe.
Yo,
por ejemplo, me quedé horrorizado cuando hace unos años me reuní
con la presidenta de Manos Unidas, no recuerdo su nombre, una
mujer encantadora. Al preguntarme por mi proyecto le dije que lo más
necesario era un convento para las monjas que vinieran a servir en la
misión. La mujer ni siquiera me dejó terminar la frase. «¡NO! –
me cortó en seco – ni conventos, ni iglesias, ni casas de curas,
ni locales parroquiales». Me vio la cara de horror y sorpresa y
añadió: «padre, comprenda que muchos de nuestros donantes insisten
explícitamente en que su dinero no vaya a nada que tenga que ver con
la Iglesia» ¡Toma ya! Una organización católica, fundada por
mujeres católicas y dependiente de los obispos españoles. ¿Cómo
hemos llegado a esto?
Porque
hemos perdido la fe.
Aquí
no la hemos perdido. Aquí la fe es lo que da sentido a la vida;
la que enjuga sus lágrimas, sostiene la esperanza de un pueblo.
Cada mañana, cuando aún se está desperezando el alba y camino
hacia esta iglesia, me la quedo mirando en medio del silencio
virginal de esta interminable selva; y pienso ¿quiénes serían los
hombres y mujeres que construyeron este impresionante monumento,
testimonio de su fe y de su amor a Jesucristo y a su Santa Iglesia?
¿Por qué no construyeron clínicas y proyecto para la promoción de
la mujer? Qué diferentes, hermanos, aquellos misioneros de ayer de
los que hoy nos llamamos misioneros…
Mirad
estas fotos. Lo dicen todo. Hace ochenta años, los misioneros
combonianos llegaron hasta aquí, con sus hábitos al viento y a la
intemperie, a la lluvia torrencial, a golpe de machete y cuentas de
rosario… Soy muy consciente de que aquí pisamos tierra santa,
caminamos los misioneros de hoy sobre las huellas de los gigantes que
ayer nos precedieron en la fe y en el amor, en la obra misionera.
Aquellos
primeros misioneros sufrieron penurias incontables; aquí había
leones, elefantes, rinocerontes, serpientes pitón, todos los
insectos venenosos del mundo, sin energía eléctrica ni agua
corriente, sin medicinas, sin caminos, sin Internet, sin correo
postal que mandar a sus familias. En aquellos tiempos, ser
misionero era un viaje solo de ida; te despedías de tu tierra y de
tus gentes hasta la vida eterna. Algunos de ellos están enterrados
aquí…
Me
siento tan pequeño a su lado…
Pero
como decía Francisco Javier en el Divino Impaciente: «que también
tiene sus derechos la pobre imaginación». Pues a mí, aun con el
paso de los años todavía me rebosa la imaginación y mis sueños se
agrandan con el paso del tiempo.
Por
eso os informo de que la semana pasada, en los dos siguientes
poblados, donde no lograron llegar aquellos primeros misioneros y
para continuar su obra, hemos comenzado la edificación de dos
iglesias muy grandes para casi mil personas cada una.
La
primera es la iglesia de Andari. Mi segunda parroquia, que se llama
Santísima Trinidad. Recién erigida canónicamente por el señor
obispo. Desde que llegué LO
ÚNICO QUE ME HAN PEDIDO es «padre, queremos una iglesia».
La
segunda está en la comunidad de Baragum, uno de los centros
parroquiales de Andari. Con ambas poblaciones hice un trato (¡en
vuestro nombre!). Yo les ayudaría edificar la iglesia si ellos
fabricaban con sus manos los ladrillos y los donaban a la
construcción. Hemos tardado justo un año. No tengo palabras para
describir la alegría de las gentes. Quizá las fotos lo digan mejor
que mis palabras…
¡Con
sus manos han fabricado 85,000 ladrillos!
Bendiciendo
e inaugurando la obra. Un día verdaderamente histórico. Estas
maravillosas gentes me dan cada día extraordinarias lecciones de fe
y de vida. Para ellos la Iglesia (con mayúscula) lo es todo… la
Iglesia es su casa, su vida, su refugio, la puerta del cielo, su
protección, la cercanía de Dios… Y la iglesia, el lugar donde
llorar sus penas, buscar fuerza y esperanza, el lugar de la
fraternidad y el pan de vida compartido; el lugar de la
reconciliación, el perdón y la gracia…
¿Nos
ayudaréis a construir estas iglesias? El coste total son unos
85,000 EUROS. Ayudadnos a edificar un lugar precioso y digno para
la gloria de Dios, para hacer presente a la Iglesia Católica, un
lugar donde este pueblo martirizado pueda encontrarse con Dios y
pueda construir la paz tan necesitada en este país.
Al
final de la carta tenéis los datos de la cuenta del banco para hacer
vuestros aportes. No os podéis imaginar la alegría que siento al
poder comenzar en fe estas obras. Me trae tantos recuerdos de
aquellas iglesias y capillas que pude ayudar a construir en la misión
de San José de Los Llanos…
Para
que a nadie se le olvide lo que es un verdadero sacerdote, os dejo
esta preciosa oración…
Vivir
en medio del mundo sin desear sus placeres… Ser un miembro de cada
familia y no pertenecer a ninguna… Compartir todos los
sufrimientos; penetrar todos los secretos; sanar todas las heridas…
Ir diariamente de los hombres hacia Dios para ofrecerle sus
peticiones… Regresar de Dios hacia los hombres para ofrecerles Su
esperanza… Tener un corazón de fuego para la caridad y un corazón
de bronce para la castidad… Bendecir y ser bendecido para siempre.
Oh Dios, qué vida, y es tuya, Oh Sacerdote de Jesucristo! Padre
Lacordaire
Ante
el Sagrario de la misión oramos cada día por todos vosotros.
Padre
Christopher
OS
RUEGO, POR FAVOR, QUE RENVIÉIS ESTA CARTA A TODOS VUESTROS AMIGOS, A
TODOS VUESTROS CONTACTOS, A TODOS LOS QUE SEPÁIS QUE NOS HAN AYUDADO
Y A QUIEN NOSOTROS NO TENEMOS MANERA DE CONTACTAR ¡SEGUID
AYUDÁNDONOS, OS LO RUEGO EN NOMBRE DE DIOS Y ESTAS POBRES GENTES!
Para
colaborar con la misión de Sudán del Sur, aquí tenéis los datos.
Titular:
Fundación Misión de la Misericordia Entidad: BANKINTER Número de
Cuenta: 0128-0014-73-0100029293 Iban: ES080 1280014730100029293
Código SWIFT o BIC: BKBKESMMXXX
¡NO
NOS OLVIDEIS, EN NOMBRE DE JESUCRISTO NUESTRO SALVADOR!