Al
pie de la Cruz, como María
María José Mansilla*
Presidenta Spei Mater
Hay
algo que nos resulta insoportable, quizá más insoportable que
nuestro propio sufrimiento, y es el sufrimiento de las personas a las
que queremos. Nos resulta tan doloroso que a veces preferiríamos
tenerlo nosotros y evitárselo a ellos. Qué madre no ha deseado
cuando ha visto a un hijo suyo enfermo que fuera ella la enferma y el
hijo el sano.
El
sufrimiento ajeno duele y por eso tratamos de huir de él de
distintas maneras. Cuando alguien está llorando y le pedimos que no
llore ¿no habrá también una parte de que no soportamos verlo
llorar porque nos incomoda?
Esto
resulta también evidente en la eutanasia, ¿realmente estamos
tratando de evitar sufrimientos al paciente o es que no soportamos
verle así? A veces puede prevalecer lo segundo, puesto que un
paciente sedado no sufre, ni aquellos que pasan meses o años
inconscientes, el que sufre es el que lo ve y no quiere verlo.
Desgraciadamente
normalmente podemos hacer poco o muchas veces nada para solucionar el
sufrimiento del otro. Podemos procurarle atención médica si el
sufrimiento es físico y podemos procurarle ayuda para salir de una
situación que le ocasiona un grave sufrimiento emocional, pero poco
más.
En
una serie de televisión en la que se narran distintos casos
atendidos en urgencias me llamó mucho la atención que en el
encabezado de la serie sale la jefa de urgencias del hospital en el
cual se ha grabado la serie y dice lo siguiente: “nosotros hacemos
todo lo posible para salvar la vida de las personas que vienen a
urgencias, pero lo que verdaderamente necesitan es tener la mano
cogida de un ser querido y que le diga que nada malo va a pasar”.
Obviamente que una cosa no quita la otra, pero resalta la importancia
de sentirse acompañado y confortado y la necesidad de una esperanza.
Lo
que la persona que está sufriendo necesita principalmente es estar
acompañado. Recuerdo la formula antigua que se decía en los
funerales “Te acompaño en el sentimiento”, verdaderamente que
las frases populares a menudo tienen mucho trasfondo.
En
esta Semana Santa pensemos en el sufrimiento de María viendo los
indecibles padecimientos de su hijo. No creo que haya sufrimiento
comparable “ved si hay dolor semejante a mi dolor” y sin embargo
Jesús no quiso ahorrárselo ni ella lo hubiera querido. Jesús
también necesitó en su pasión poder mirar a los ojos de su madre
entre la multitud, mirarla desde lo alto de la cruz y encontrar en
ellos comprensión, apoyo, refugio.
Shutterstock |
A
veces sentimos una enorme impotencia ante el dolor y el sufrimiento y
nos preguntamos '¿qué puedo hacer?' Y la respuesta es que no podemos
hacer nada. ¿O sí? Lo que podemos hacer es acompañar en el
sufrimiento, esto es, compartir el dolor con el que sufre y darle
fortaleza para no desesperar. A menudo es lo que realmente la otra
persona más necesita, sentir que no está sola, sentir que es
querida, que todo tiene sentido, porque lo realmente insoportable no
es tanto el sufrimiento sino el sufrir solo y sufrir sin sentido.
Cuantas
veces he comprobado en los distintos acompañamientos que realizamos
en Spei Mater cómo simplemente “estar ahí”, ayuda más a la
persona que todos los esfuerzos asistenciales por solucionar sus
problemas.
En
estos momentos en que nos sentimos impotentes para ayudar a todas las
personas que están sufriendo por esta pandemia, hay algo que siempre
podemos hacer, acompañar, estar al pie de la cruz, como María,
quizá podemos físicamente, quizá solo telemáticamente quizás ni
siquiera eso, sino solamente con la oración. Sea como sea y sea el
sufrimiento que sea, el recurso de estar disponible, de acompañar,
siempre está disponible y siempre es el remedio más eficaz.
Publicado en REl
*María José Mansilla es la fundadora y presidenta de la Asociación Spei Mater. Es Licenciada en Ciencias Económicas y empresariales (ICADE) y miembro certificado del Consejo Europeo de Coaching y Mentoring y de la Asociación Internacional de Coaching pastoral. Después de varios años en el mundo de la empresa y la docencia decidió dedicarse en cuerpo y alma a su vocación: la proclamación del Evangelio de la Vida y la Misericordia y la atención a las víctimas de la cultura de la muerte a través de la fundación de Spei Mater, del acompañamiento individualizado y de la impartición de diversos cursos, capacitaciones (Proyecto Raquel y Proyecto Ángel) y conferencias sobre la implantación de la Cultura de la Vida.
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