viernes, agosto 13, 2010

Quiero ser el presidente de Estados Unidos




Son muchas las personas que, como Rubén, se están haciendo un sitio en el mundo y cada vez están más integradas en la sociedad


Rubén Ruiz Portillo tiene Síndrome de Down y, a sus 13 años, alberga los mismos intereses y exige lo mismo que cualquier chico de su edad. “Su día a día es muy normal”, asegura Milagros, su madre, que es la presidenta de la Asociación de Síndrome de Down de La Rioja (Arsido). “Es totalmente autónomo en casa, hace de todo: su aseo personal, elige su ropa, y es muy ordenado”.

Lo que más le gusta a Rubén es el deporte. “Juego a baloncesto y voy a natación. Además el año que viene me voy a apuntar a Kung Fu”, comenta el joven. “Los fines de semana voy al monte y monto en bici”. Pero también le encanta ir al cine y leer, sobre todo el género de terror -“aunque luego tenga pesadillas”, interrumpe su madre- salir con sus amigos, jugar con la consola… “Ahora estoy aprendiendo a tocar el piano”, dice orgulloso. “Hay que mantenerle ocupado por su propio interés, porque cuanto más alto le pones el listón más se interesa”, asegura Milagros, y añade que “estos chavales tienen la agenda como la de un ministro, porque tienen que ir al colegio, al apoyo que les da la asociación… apenas tienen tiempo libre”.

Rubén afirma muy serio que  le gusta mucho “trabajar y estudiar”, y que tiene “mucha fuerza”. Si por él fuera, iría al colegio mañana mismo, y es que sus ganas de aprender son insaciables. Ambicioso, declara: “De mayor quiero ser presidente de los Estados Unidos”, o por lo menos, tener un trabajo en el que tenga su propio despacho. Quiere aprender a cocinar y a conducir… Tantas cosas que a veces, según su madre, “le falta paciencia porque quiere hacer todo solo”. Pero hay muchos más objetivos que entran en sus planes de futuro: “Quiero buscar una novia y tener muchos hijos”.

Milagros dice que cada vez reivindica más autonomía, “quiere conseguir que le dejemos ir sólo pro Logroño y en parte ya lo hace, pide un teléfono móvil…”. También afirma que “estos chavales están demostrando que valen mucho, tienen ambiciones que hay que respetar y dejarles demostrar sus capacidades. No hay que colgarles el cartel de su discapacidad que es lo que se hace muchas veces”. Y es que Rubén es muy capaz y tal y como dice su madre, “necesita estar en el mundo”.

Para él, es fundamental el apoyo de la gente que le rodea: su familia, sus amigos, sus compañeros de clase, los miembros de Arsido… “Les quiero mucho”, dice cuando habla de todos ellos.

Son muchas las personas que, como Rubén, se están haciendo un sitio en el mundo y cada vez están más integradas en la sociedad, aunque todavía hay muchos estereotipos falsos sobre ellas: “Se dice que todos los niños con Síndrome de Down son muy cariñosos, pero también tienen picardía y se buscan la vida”, asegura Milagros. “Sí que son más inocentes y hay que protegerles más en algunas situaciones pero por eso no hay que dejarles en casa, tienen que salir y darse tortas como nos hemos dado todos”. Rubén no tiene rencor, no se enfada, “cuando le hacen algo se siente mal como todos y su inocencia hace que le conozcan. Vive más relajado”.

El problema está en que, como dice Milagros, “se les pone la etiqueta”, sin ver lo que hay detrás de cada persona, que es única. Estos jóvenes tiene sus propias preferencias, no piensan todos igual, y Rubén es perfectamente consciente de que se tiene que esforzar y trabajar duro para conseguir esa independencia que tanto desea, y para ser, como él dice, “un hombre”.




3 comentarios:

Leona catalana dijo...

Claro que son capaces de todo como cualquiera.
Yo conocí a Pedro. Era una niña y él, ya adulto pero joven, pasaba cada día por mi calle de camino a su trabajo. (Sólo lo veía en verano, cuando mi madre, mi tía y las vecinas salían a la calle con sillas, sola nunca me dejaron). Me llamó la atención porque con la chiquillería se comportaba como un niño, con lo grandote que era, pero si un adulto le hablaba, respondía como tal. Mi madre me explicó que tenía un problema pero que había otros como él y no era peligroso en absoluto por más que cuando algunos gamberretes lo provocaban se ponía colorado y hacía amago de ir a llevárselos a todos por delante. Cierto, nunca agredió a nadie y yo lo veía inteligente aunque algo raro.
Años después volví a esa calle. Pedro ya tenía las sienes plateadas y no llevaba su bolsa colgada al hombro de camino al trabajo, pero seguí viendo en él a aquel chico raro e inteligente a la vez.

Eran otros tiempos y no sé qué fue de él. Ahora estos chavales tienen más oportunidades por una parte, pero al mismo tiempo les toca afrontar más dificultades. La eterna espiral sinfín.

Lo verdaderamente importante es que son personas con inteligencia y sentimientos, de ningún modo una carga que algunos pretenden eliminar. ¡Nunca!

Galsuinda dijo...

Lo peor, Cata, es que ya no nacen, no los dejan nacer. Y lo más triste: http://hazteoir.org/node/32218

Leona catalana dijo...

La Biblioteca de los Posts Perdidos se complace en otorgar su premio a este post por la ternura y valentía del testimonio.

Ve a:

http://direc-torio.blogspot.com/

y hazte con la runa que simboliza el premio para pegarla aquí si te place.

Un fuerte abrazo.