¿Cuántos miles de embriones mueren desde el uso de las técnicas de  fecundación artificial? Un estudio publicado en 2009 por la Sociedad  Europea de Reproducción Humana y Embriología (en inglés, European  Society of Human Reproduction and Embryology, ESHRE) puede darnos una idea,  aunque bastante incompleta, de la situación.
El estudio se refiere a 30 países (29 de Europa a los que se agrega Turquía),  con datos de los tratamientos realizados en 2005. Ha sido publicado en la  revista Human Reproduction (vol. 24, año 2009, páginas  1267-1287), con el título “Assisted reproductive technology and  intrauterine inseminations in Europe, 2005: results generated from European  registers by ESHRE”.En el mismo se recoge la información facilitada por un buen número de  clínicas (923), si bien no son todas las que existen en los 30 países  objeto de estudio (que serían 1134 clínicas, en ese año 2005, según se  indica en la tabla III, p. 1271).
Vamos a fijarnos en la información ofrecida sobre dos técnicas: la  fecundación in vitro (en inglés, IVF, que será la abreviación que usaremos  en adelante, en vez de la forma española FIV), y la inyección  intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI). Tendremos también  presentes algunos datos sobre el uso de embriones congelados obtenidos después  de haber recurrido a la IVF o a la  ICSI.
En las estadísticas ofrecidas en el estudio destaca un vacío importante: no  se facilita información precisa sobre el número total de embriones implicados en  los distintos procedimientos. La mayoría de las tablas organizan los datos  alrededor de los ciclos tratados, las aspiraciones de óvulos, las  transferencias, los embarazos clínicamente constatados y los partos. Sólo la  tabla V (p. 1273) alude a cuántos embriones fueron transferidos (1,  2, 3, 4 ó más embriones) en cada intervención.
En ningún momento se ofrecen datos sobre el número de óvulos extraídos en los  ciclos tratados, ni sobre cuántos embriones fueron “producidos” gracias a la  IVF o a la ICSI en el laboratorio, ni sobre  cuántos embriones fueron congelados como “sobrantes” o disponibles para futuros  tratamientos, ni sobre cuántos embriones murieron o fueron destruidos  intencionalmente por el personal técnico implicado (con o sin permiso de los  padres de esos embriones).
A pesar de que las omisiones anteriores no permiten conocer el número exacto  de embriones que mueren tras el recurso a estas técnicas, es posible hacerse una  idea de la situación desde los demás datos hechos públicos por la  ESHRE.
En los 30 países indicados, durante el año 2005 hubo 108 mil 769 aspiraciones  registradas para la IVF entre quienes enviaron datos (tabla  VI, p. 1274). De ese número, se baja a 96 mil 729 transferencias y a 29 mil  302 embarazos clínicamente constatados. Es evidente que entre transferencias y  embarazos se ha producido la muerte de miles de embriones (más de 67 mil  427, como explicaremos con ayuda de la tabla V, pues en muchos casos son  transferidos dos o más embriones).
La tabla no permite conocer cuántos embriones fueron producidos tras las  aspiraciones de óvulos y, por lo tanto, no da una idea del número de embriones  “perdidos” (nunca transferidos) en los más de 12000  mujeres que empezaron el tratamiento pero sin llegar a recibir en su seno a  ningún embrión.
La tabla VI facilita información parcial sobre el número de partos  (nacimientos) obtenidos gracias a la IVF, por la falta  de datos de algunos países. Podemos hacernos una idea de cuántos embriones y  fetos cuya implantación fue constatada y luego fallecieron desde los datos de  algunos países que enviaron información al respecto.
En Gran Bretaña, de los 4 mil 182 embarazos constatados hubo  3 mil 698 nacimientos. En Francia, de 4 mil 969 embarazos pasamos a 3 mil 752  nacimientos. En Alemania, de 3 mil 116 embarazos se obtienen mil 924  nacimientos. En Italia, de mil 724 embarazos se llega a 717 nacimientos (es  decir, menos de la mitad de los embriones sobrevive en el seno materno). En  España se nota una alta mortalidad de hijos: de 1292 embarazos sólo se  produjeron 437 nacimientos (como en el caso de Italia, menos de la mitad  sobrevivieron).
Queda claro que son muchos los embriones y fetos que mueren tras la  constatación del inicio del embarazo clínico.
Por lo que respecta a la ICSI (tabla VII, p. 1275, que tampoco ofrece  datos completos), de las 194 mil 156 aspiraciones registradas se pasa a 179  mil 012 transferencias de embriones, y la cifra baja a 55 mil 305 embarazos  clínicamente constatados. Es decir, que entre transferencias y embarazos han  muerto más de 123 mil 707 embriones, teniendo en cuenta, como vamos a explicar  en seguida, que en más de la mitad de las intervenciones son transferidos como  mínimo dos embriones.
Además, y de modo semejante a como vimos en la IVF, entre el  embarazo y el parto también se pierden miles de embriones en la  ICSI (según los datos, no de todos los países, ofrecidos  por la misma tabla VII). Por ejemplo, en Gran Bretaña se  pasa de 4 mil 076 embarazos clínicos a 3 mil 630 nacimientos; en Italia, de 4  mil 511 a 1 mil 958 (una mortalidad ampliamente superior al 50 %); en  Francia, de 7 mil 296 a 5 mil 639; en  Alemania, de 7 mil 324 a 4 mil 655; en España,  de 7 mil 206 a 3190 (de nuevo notamos que en España mueren más de la mitad  de los hijos entre el embarazo y el parto).
Fijémonos ahora en los números de embriones transferidos (sumando tanto  el uso de la IVF como el de la ICSI) con la ayuda de la tabla V (p.  1273), que tampoco recoge los datos de todos los países. Según dicha tabla,  en un total registrado de 236480 intervenciones fueron transferidos 486 mil 981  (quizá más) embriones.
La cifra tan elevada se debe al hecho de que junto a las 47 mil 348  transferencias de un único embrión, hubo 132 mil 683 transferencias de dos  embriones, 50 mil 841 de tres embriones, y 5 mil 436 de cuatro o más embriones  (la suma ofrecida arriba, 481 mil 981 embriones, supuso el número de cuatro  embriones para esas 5 mil 436 transferencias de cuatro o más embriones, pero  queda claro que la cifra puede ser ligeramente mayor).
Comparemos los datos sobre partos en algunos países (en IVF y en ICSI  simultáneamente, desde la información de las tablas VI y VII, pp.  1274-1275) con los datos de embriones transferidos (tabla V, p.  1273). Por ejemplo, en Gran Bretaña fueron transferidos 52 mil 987  embriones (la gran mayoría en transferencias de dos embriones),  mientras que hubo sólo 7 mil 328 partos. En España fueron transferidos 49 mil  630 embriones, y hubo sólo 3 mil 627 partos. Las cifras hablan por sí mismas del  gran número (en España, seguramente más del 90%) de embriones  fallecidos entre la transferencia y el parto.
Pasemos ahora a considerar el tema del uso de embriones congelados, con la  información ofrecida en la tabla VIII (p. 1276). Tampoco aquí tenemos  datos completos, pero se hace evidente la enorme pérdida de embriones  simplemente al constatar que de los 72 mil 347 procesos de descongelación de  embriones (no sabemos cuántos embriones fueron descongelados en cada  proceso), se realizaron 70 mil 151 transferencias, y se lograron sólo 13  mil 719 embarazos clínicamente constatados.
Es decir, salta a la vista la pérdida de más de 56 mil 432 embriones sólo  entre la transferencia y el inicio del embarazo clínico (seguramente más,  pues se transfieren en muchos casos dos o más embriones). A esa cifra hay  que sumar los embriones y fetos que mueren entre el embarazo clínico y el parto  (la tabla VIII no ofrece totales de nacimientos por carecer de datos para  algunos países).
Las cifras que acabamos de recoger hacen evidente que estamos hablando de  números sumamente altos, si bien el estudio de la ESHRE no  permite llegar a datos globales precisos, como ya dijimos.
En un intento de síntesis aproximada, y sólo respecto a la  IVF y a la ICSI (incluyendo el uso de la  descongelación de embriones), resulta claro que entre la transferencia y la  constatación del embarazo clínico se producen 247 mil 566 “fracasos”, muchos de  ellos con la muerte de dos o de tres embriones, por lo que podemos hablar de la  muerte de más de tres millones de embriones en 2005 en esa fase, según la  información facilitada por las clínicas que participaron en el estudio (como  dijimos, no son todas las clínicas activas ese año).
Por lo que respecta a la suerte de los 98 mil 326 embarazos clínicamente  constatados (IVF, ICSI y uso de embriones congelados), también se  pierden miles y miles de hijos, en un número difícilmente determinable, sea por  la falta de datos completos, sea por los casos de embarazos inicialmente  gemelares o plurigemelares que concluyen con la muerte de uno (o de  varios) de los gemelos y el nacimiento de otro (o de varios), sea  porque el número de partos gemelares es en muchos casos ligeramente superior al  20 % de todos los nacimientos que se producen tras el recurso a la  IVF y a la ICSI. Siendo minimalistas,  podríamos hablar de entre 25 mil y 40 mil muertes durante 2005 en la fase que va  desde la constatación del embarazo en adelante.
Uniendo estos últimos datos y el anterior, estamos hablando de entre 325 mil  y 340 mil embriones muertos, sin contar, hay que decirlo de nuevo, con los  embriones fallecidos en los procesos de descongelación.
Queda por analizar, hay que repetirlo, el dato más importante, sobre el cual  el artículo considerado guarda un silencio completo: ¿cuántos miles y miles de  embriones han sido producidos en los laboratorios, y luego congelados, o  destruidos, o descartados por motivos eugenésicos (por tener baja calidad,  por no tener el sexo deseado por sus padres, etc.), o simplemente  fallecidos “de muerte natural” durante el periodo de su vida en  probeta?
Hacer suposiciones implica el riesgo de caer en errores graves, sea por  exceso, sea por defecto. Lo cierto es que la sociedad está a oscuras respecto  del verdadero drama que ocurre en las clínicas de fertilidad.
Es cierto que en el estudio ofrecido por la ESHRE sobre las  clínicas de fertilidad no se ofrecen datos sobre esos miles y miles de muertes  “in vitro”. Lo único que el estudio evidencia son los cambios respecto  a algunas variables (aumento del número de clínicas que participan en la  recogida de información, de ciclos tratados, de porcentajes de nacimientos,  aumento de la ICSI respecto de la IVF,  disminución del número de transferencias de varios embriones, etc.).
Por otra parte, es obvio que las mismas clínicas no suelen hacer pública  información acerca de cuántos cientos de embriones mueren al año, pues tienen  como uno de sus objetivos atraer a las parejas estériles o con problemas de  diverso tipo a través de datos “positivos” sobre el nivel elevado de  “éxitos”; es decir, evidencian el porcentaje de hijos que nacen según  cada técnica, no los porcentajes de embriones fallecidos: nunca es buena  publicidad poner números (y muy elevados) de fracasos.
Surge aquí la pregunta: la inmensa alegría de tener un hijo entre los brazos,  ¿es motivo suficiente para olvidar la muerte de cientos de miles de otros hijos  que se “pierden” en el uso de las técnicas de reproducción  artificial?
En el Manifiesto de Zaragoza, preparado y publicado como  culminación del IV Congreso Internacional Provida  (Zaragoza, 6-8 de noviembre del 2009), se tuvo el valor de calificar al  aborto como “mega-genocidio”. En unas líneas que se refieren  explícitamente a la fecundación artificial, el Manifiesto aludía al hecho de que  “diversas prácticas de fecundación artificial, donde según las estadísticas  más fiables, sólo nacen poco más del 4% de los embriones, seres humanos (...)  provocan un número difícilmente determinable de víctimas”.
Hay que reconocer con números y con valentía que la legalización de las  técnicas de reproducción artificial ha provocado y sigue provocando en Europa y  en muchos otros países del mundo un mega-genocidio de embriones que no conocemos  en sus precisas proporciones y que debe ser denunciado con firmeza por quienes  desean tutelar la dignidad de cualquier vida humana, sin excepciones.
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