WASHINGTON, Distrito de Columbia, 28 de enero 2011 (Notifam) – En un final agridulce a una feliz Marcha por la Vida este año, docenas de madres que abortaron subieron las escalinatas del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América el lunes por la tarde, para contar sus historias de temor, angustia, y redención, ofreciendo un vistazo, poco visto, del terrible costo humano de Roe v. Wade (la decisión judicial estadounidense de 1973 que despenalizó el aborto).
De las 45 que hablaron, 40 eran recién llegadas, según informó Georgette Forney de la organización Silent No More Awareness (Campaña No Más Silencio), incluyendo un grupo de 12 de ellas que habían viajado desde el Estado de Arizona, para enfrentarse a un clima de mucho viento en el mes de enero. Más de 100 personas que sufren por un aborto, caminaron juntos durante la Marcha por la Vida.
Algunas de las mujeres describen en detalle el dolor “horrendo” del procedimiento mismo del aborto, lo que causó que muchas sufrieran luego de problemas de salud y de la pérdida permanente de su fertilidad. Pero, pero aún, fue la devastación emocional que le siguió: sentimientos de desolación, soledad, y desesperación, que sobrecogió algunas madres apenas momentos luego de perder a su hijo por medio del aborto.
“Todo lo que quedó fue el sentido de culpabilidad y la vergüenza, y las trizas de la persona que yo era antes de los abortos. El aborto no es una opción. Para mí fue una prisión,” dijo una madre.
Mary Jane D’Andries de la ciudad de Pittsburgh en el Estado de Pennsylvania, trajo a la memoria cómo se sintió “tan sola” durante la mañana pasado su aborto, que ocurrió hace cuarenta años. “Para mí estaba claro que la relación con el padre terminó, a partir del momento que él quiso que yo tuviese un aborto,” dijo ella. “La soledad no se debía a su ausencia, sino a la ausencia de mi hijo.”
Muchas mujeres dicen que sufren durante años –20, 25, 30, o más– y llevan una carga dolorosa de culpabilidad, profundamente enterrada en ellas. Ellas describen los años de drogadicción, de relaciones disfuncionales, de promiscuidad sexual, y de una depresión que les sobrevino. Algunas de ellas dijeron que el rechazo de su bebé también condujo a sus otras relaciones humanas a la ruina – con amantes, con los padres, y con niños vivientes.
“Yo recuerdo que cuando fui a montarme en el automóvil (luego del aborto), mi hijo de un año de edad se me acercó para que lo cogiera en mis brazos, y no pude hacerlo,” recordó Cynthia Carney de la ciudad de Tulsa en el Estado de Oklahoma, apenas pudiendo hablar debido a su llanto. “Mi relación con él cambió a partir de ese día. Nunca ha sido la misma.”
Sin esperanza, sin opciones
Muchas de las historias revelan la desesperación que las mujeres experimentan cuando se dan cuenta que nadie las apoyará durante su embarazo – una desesperación que ha sido comparada a la de una persona que piensa en el suicidio, cuando toda esperanza parece desvanecerse.
Michelle Geraci describe el modo en que los empleados de la Federación de Planificación de la Familia de América (Planned Parenthood Federation of America/PPFA, la afiliada en los Estados Unidos de la Federación Internacional de Planificación de la Familia/International Planned Parenthood Federation/IPPF), le dieron la espalda, cuando ella guardaba la esperanza de que podría quedarse con su bebé. Una amiga le había recomendado que fuese allí, como un lugar que la podía ayudar.
“Cada vez que llamaba, yo tenía la esperanza de que alguien podía decirme a quién podía llamar que me pudiese ayudar para poder quedarme con mi bebé. Ellos solamente me decían que eso era un problema mío,” dijo Geraci.
Luego de llegar para que le practicaran el aborto, accidentalmente ella logró ver fugazmente a su bebé en la ecografía. “Algo pasó por mí como una oleada,” ella dijo. “Le pregunté a la doctora qué era lo que había visto, y ella dijo que no era nada. Ella me vio la cara, y rápidamente se paró entre la pantalla y yo. Entonces ella se detuvo y me dijo que yo no tenía que hacer esto.
“Desesperada, yo le conté mi situación y que yo no quería hacérmelo, pero que yo no sabía que más hacer. Yo le dije que me sentía como si estuviese montada en una montaña rusa y que me quería bajar,” recordó Geraci. “Ella me miró, se encogió de hombros, y me respondió, “Está bien.” Lo próximo que supe, es que me pusieron una máscara sobre mi cara, y yo estaba pensando que lo que estaba tratando de decirle era que el querer bajarme de la montaña rusa no significaba que quería que me practicara el aborto.”
“Y lo próximo que sé, es que me estaba despertando en un cuarto lleno de mujeres llorando. La mujer a mi lado, con lágrimas, intentó sujetarme la mano. Yo también estaba llorando.
“Yo le di mi mano, pero yo la odiaba, y me odiaba a mí misma.”
Luego de quedar embarazada por un acto de violación, Pam (Pamela) Messina del pueblo de Charlottesville en el Estado de Virginia, dijo que la decisión sobre si abortar o no “la atormentaba.” “Yo lloré durante muchos días y se me dijo que yo tenía que apresurarme y tomar una decisión,” ella recordaba. El día después de abortar a su hijo, Messina dijo que su madre intentó consolarla, al decirle que “ella me hubiese abortado si la práctica del aborto hubiese estado disponible para ella.” Ella pensó que esto haría que me sintiera mejor en cuanto a mi decisión. Sin embargo, eso hizo que me sintiera mucho peor – porque si a mí me hubiesen dado la oportunidad, yo hubiese optado por nacer,” dijo Messina. “Pero a mi bebé no le dieron la oportunidad, ni tampoco tenía voz para hacerse escuchar sobre este asunto.”
Para algunas, “la libertad para escoger”, que provee el aborto legalizado no se trata de libertad alguna. En su lugar, constituyó un arma que se usó en contra de ellas.
Cuando Jacquie Stalnaker de la ciudad de Birmingham en el Estado de Alabama le dijo a su novio sobre su embarazo, ella contó lo siguiente: “Para mi sorpresa él dijo que ello tenía que ser abortado. Él me dijo que, o era mi vida, o la vida del bebé, pero que uno de nosotros se iba a tener que marchar. Fuimos hasta la clínica, y había un revólver debajo del asiento del automóvil. Con eso, yo sabía que, lo que me dijo, iba en serio.”
“Mientras que el procedimiento se estaba llevando a cabo, a mí no me habían dado anestesia, ni me habían adormecieron, ni me habían dado medicina para el dolor,” dijo Stalnaker, una mujer joven, rubia y atractiva, que ahora tiene 45 años de edad. “Yo les puedo decir el momento preciso de cómo se sintió la bebé cuando fue eliminada de mi cuerpo. La pusieron en una vasija, encima de un estante, y me despacharon del lugar.”
Stalnaker dijo que su novio la dejó allí – ella no lo volvió a ver nunca más – y mientras ella caminaba hacia el estacionamiento, ella sufrió un colapso y casi se murió de una hemorragia. Desde entonces, ella ha sobrevivido de la enfermedad del cáncer en tres ocasiones, se le ha extirpado del útero un tumor que pesó 25 libras, y no se le ha hecho posible volver a tener más hijos. Según los médicos, estos fueron los efectos del aborto.
El rostro de la sanación
A pesar de la tenebrosidad de sus historias, todas las mujeres atestiguaron de un creciente sentido de esperanza que comenzó cuando ellas comenzaron una travesía hacia una re-integración personal, mediante el llanto de duelo por la pérdida de su bebé que las sanaba, y el agradecimiento por el perdón que obtuvieron de Dios.
Aunque su vida giró en espiral hacia abajo, pasado su aborto, una madre dijo que ella no estaba consciente de su dolor por años. Pero una vez que abrió su corazón para contar de su pérdida, ella dijo que vio a su hijo en el cielo en una visión.
“Cuando yo lo vi, yo supe quién era inmediatamente,” ella dijo. “Yo vi toda su personalidad, su potencial, su impacto en las vidas de otros durante su vida, y yo vi que yo había sido la responsable de que no lo tuviera.”
Una característica asombrosa que comparten las mujeres que se sometieron a un aborto, es un apego afectuoso y hasta una relación con el pequeño que fue condenado a muerte – algo que algunos describen como el único camino hacia la sanación.
Una mujer que se identificó como “Chris” (Christina), dijo que ella escuchó “a la pequeña vida dentro de mí clamando para vivir” en las últimas horas antes del procedimiento: “El clamor de Christopher para vivir permanecerá en mi memoria a partir de ese día.” Años más tarde, ella “comenzó a reconciliarse con Christopher y a sanarse” durante un retiro del Viñedo de Raquel.
Incluso, una mujer describió una experiencia mística que tuvo lugar, luego de implorarle a Dios que le diese la oportunidad de poder hablar con su niña concebida, pasados 23 años del aborto. Ella oraba diciendo: “Miriam, por favor perdóname por lo que yo te hice.”
“Y ella me respondió: “Oh, mamá, yo lamento tanto todos los sufrimientos que has padecido durante los pasados 23 años,” ella contó. “Yo no escucho voces, pero esa mañana, yo oí a Miriam, y su voz sonaba como si tuviese 23 años de edad. Más aún, su voz sonaba como si fuese la de una de mis sobrinas. Con la respuesta de Miriam, yo supe que ella me amaba.”
Un rostro y un nombre para su bebé, eso es clave para que estas mujeres regresen del exilio a su maternidad. Y es clave, según ellas dicen, para sacar a la luz las mentiras perpetuadas por el aborto legalizado.
“Yo me di cuenta de la verdad que había estado rehusando reconocer: ella no era una masa de tejido o un error,” dijo una madre. “Ella era mi pequeña Cecy (Cecilia), y porque era un inconveniente, yo permití que a ella la mataran. Si el aborto no hubiese sido legalizado, yo hubiese hecho cabida en mi vida para mi hija.”
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