lunes, septiembre 13, 2021

Los modernos castrati

Este verano me ha sobrevenido una gran afición por la vida y la música de los castrati. Empezó el tema explicándole a una persona las diferencias de registro en técnica vocal entre varones y mujeres, luego me puse la famosa película “Farinelli” y acabe siendo toda una apasionada en el tema y escuchando la única grabación que disponemos del último castrato, Alessandro Moreschi.

Los castrati fueron cantantes castrados que entre los siglos XVII y XIX, sobre todo en la época barroca eran muy famosos y apreciados gracias a sus bellas voces agudas. Pero para obtener aquel refinado tono eran sometidos de niños a la emasculación, con devastadores efectos psicológicos y físicos.

¡Y de eso quiero hablar, de los devastadores efectos psicológicos y físicos que tiene la castración! ¡Qué espanto! ¡Es algo terrible castrar a un niño! ¡Menos mal que ya no existen! Pero resulta que esta práctica no solo no ha desaparecido sino que se acepta, y no solo se acepta sino que se fomenta. Aunque ahora la castración empieza de forma química con los inhibidores de la pubertad.

Antes de explicar las devastadoras consecuencias de la castración química o quirúrgica, debido a temas musicales o a los supuestos “transgénero” quiero advertir sobre una leyenda negra que corre sobre los castrati y la iglesia.

Si leemos artículos sobre los castrati parece que fue la Iglesia la que empezó con esta bárbara costumbre alegando que estaba prohibido que las mujeres actuaran en los escenarios y cantaran en la iglesia y por eso había que castrar varones. Nada más lejos de la realidad.

Cierto es que en algunos momentos de la historia las mujeres tuvimos estas prohibiciones que no pertenecían únicamente al ámbito eclesiástico sino civil, pero esto no significaba que la Iglesia promoviera la castración, al contrario, la Iglesia siempre se ha opuesto a la mutilación genital, es más, era un acto castigado con la excomunión.

De hecho, para entrar en un coro eclesial los castrati que solicitaban el ingreso tenían que mentir y decir que la castración había sido de forma natural y no provocada. Porque la realidad es que los padres castraban a sus hijos para que triunfaran en el mundo de la opera cosa que obviamente solo conseguían unos pocos

El fin por lo tanto era no el conseguir una voz aguda de soprano, cosa que era perfectamente posible a través de contratenores y falsetistas, sino que fue la industria operística del momento la que prefería castrati, puesto que juntaba lo mejor de la voz masculina y femenina.

Las consecuencias físicas eran devastadoras: “Físicamente, a consecuencia del hipogonadismo primario o falta de testosterona, muchos castrados parecían grotescos y monstruosos, puesto que el desajuste hormonal hacía que brazos y piernas se alargaran desproporcionadamente durante la adolescencia y creaba desproporción con respecto al torso.

También eran barbilampiños y poseían un exuberante cabello, aunque carecían de vello en las extremidades. La grasa subcutánea se desarrollaba más que en un hombre normal y se acumulaba en caderas, glúteos y áreas del pecho, lo que les daba una silueta afeminada

Algunos castrados tenían ginecomastia, senos grandes y grasos que parecían de mujer, o depósitos lípidos en los laterales de los párpados, que les creaban distorsiones faciales e hinchazón y arrugas.” (Chequeo médico a los castrati)

Psicológicamente les afectaba también profundamente y tenían constantes cambios de humor, depresión severa y eran frecuentes los suicidios

El impedir que un niño varón se desarrolle y tenga su pubertad es verdaderamente un acto infame y aberrante que tiene terribles consecuencias para la persona en todas sus dimensiones.

Que dicha castración sea química o quirúrgica, que sea justificada en el virtuosismo musical o por una ideología transgénero (y usemos el eufemismo de “inhibidores de la pubertad” y lo hagamos hasta obligatorio por ley so pena de quitarle la custodia al padre que se niegue o la licencia al médico que se niegue) no cambia la realidad del horror, solo es una vuelta de tuerca más de la cultura de la muerte y de destrucción de la persona.

María José Mansilla

Publicado en Rel 


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