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Como consecuencia de la proliferación de la fecundación “in vitro”, millones de embriones humanos que no han sido implantados permanecen “almacenados” en refrigeradoras de laboratorios estadounidenses a la espera de su destino. Ante el problema ético, consecuencia de la instrumentalización de la vida humana, las opiniones están totalmente enfrentadas y no se encuentran soluciones moralmente clarificadoras. | |||
Millones de embriones permanecen congelados en Estados Unidos, sin que nadie haya formulado una respuesta ética concreta. El senador Bill Frist propuso, durante un discurso en el senado, que las células de los embriones que no fueran a ser implantados y que estuvieran destinados a morir, fueran usadas para investigaciones médicas y tratamientos. Frist, que comparte la opinión de muchas personas de que la vida humana comienza en el momento de la concepción, propone enmarcar esta investigación dentro de unas normas estrictas, para evitar la experimentación cruel con embriones. Así, únicamente se investigarían embriones creados para tratamientos de fertilidad, que no fueran a ser implantados y que estuvieran destinados a la destrucción. Todo ello, bajo el consentimiento expreso de los padres, los cuales, en ningún caso, deberían recibir subvención alguna por ello, para evitar el comercio con embriones. El tratamiento de extracción de células debería hacerse sin dañar ni destruir el embrión, que posteriormente se dejaría morir de forma natural. Sería un caso, según el senador, parecido al del transplante de un órgano de una persona en muerte cerebral a otra viva. Propuesta, que juega con los límites morales entre la ayuda a la sociedad y la experimentación con seres humanos. Las declaraciones de Frist han suscitado la polémica entre los grupos pro-vida. Por otro lado, la Santa Sede recuerda que “ningún objetivo, por más noble que sea, como algún avance científico para otros seres humanos o para la sociedad, puede, de manera alguna justificar la experimentación con embriones humanos o fetos”. Pero las opiniones están divididas entre los que creen que los embriones deberían ser descongelados y dejados morir de forma natural y los que creen que deberían ser usados para métodos de fertilización “in vitro” e impedir su muerte, aunque, dado que son varios millones, sería prácticamente imposible salvarlos a todos. Resulta extremadamente complicado encontrar una solución moralmente correcta y viable a la vez sin arriesgarse a provocar, en un exceso de permisividad, situaciones como el comercio o la creación de embriones para experimentos científicos. Lo único claro hasta ahora es la terrible consecuencia que ha tenido el querer hijos, a toda costa, sin tenerlos a ellos en cuenta primero. El “derecho a ser padres” choca ahora con millones de seres humanos abandonados, fruto de ese derecho. Ahora es necesario buscar la opción menos mala para el futuro de todos estos embriones. |
jueves, agosto 04, 2005
El gran volumen de embriones congelados en EEUU plantea graves dilemas éticos
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