domingo, noviembre 20, 2005

«No me dejen por inútil»

Noelia López, abogada, paralítica cerebral, 76% de discapacidad

Tengo 33 años. Nací en Latre (Huesca) y vivo en Madrid en una residencia para minusválidos. Soy licenciada en Derecho. El buen gobierno tiene que estar basado en la defensa de los derechos civiles y humanos por encima de cualquier ideología. Creo en la ética y en los valores humanos y en una energía creadora no politizada

- Nací en un pueblecito rural de 30 habitantes. Soy hija de un agricultor con 13 hijos. Al poco de nacer me diagnosticaron una meningitis vírica y, a consecuencia, parálisis cerebral. Sufrí muchas operaciones, escayolas, diagnósticos erróneos... Era una niña que iba muy a menudo al médico, a curanderos y a brujas.

- ¿Le ayudaron las brujas?

- El recuerdo es de muchísimo dolor porque te manipulan sin tener conocimientos de anatomía, y también de frustración. ¿Conoce la parábola de Lázaro?

- Levántate y anda.

- Todos los curanderos que visité decían haber conseguido que algún paralítico caminara; así que si yo no me curaba era por vaga. Con 5 años ya tenía sentimiento de culpa; pero crecí con la idea y la ilusión de que a los 14 años podría andar, eso me decía mi entorno.

- ¿Fue usted una niña triste?

- Al contrario, era vitalista, aprendí a leer con 3 años y mis abuelos me enseñaron a hacer las cuentas,escribir y cantar.

- ¿Qué ocurrió cuando llegó a los 14?

- En esa edad en la que das más valor a lo físico que a lo psíquico fui consciente de que no andaría. Durante dos años me hundí, me culpaba porque creía que no había hecho todo lo necesario para estar bien.

- ¿Qué le hizo salir de ahí?

- Pensar y trabajar. Llevaba cuatro años acudiendo a una asociación de paralíticos cerebrales en Huesca, y viendo a la gente que me rodeaba me di cuenta de que podía ser peor. A los 15 años me rebelé y conseguí llegar a un instituto en Huesca.

- ¿Y qué tal le fue?

- Como no había transporte adaptado a mis necesidades, llegué en la furgoneta que repartía el pan. Así me di de bruces con la vida real. Mi nivel escolar era bajo y mis compañeros me veían como un bicho raro; fui yo la que tuvo que acercarse a ellos. Durante el recreo me quedaba en clase porque no podía bajar las escaleras. Pero llegué a COU con buenas notas y amigos que todavía conservo.

- ¿Se enamoró de algún chico?

- ¿Quién me iba a querer a mí?... Me conformaba con tener amigos y demostrar a mi familia que podía ser como los demás, que yo también crecía y maduraba, porque me trataban como una niña. La superprotección de la familia te acaba aislando. Tuve que luchar contra mi padre para poder matricularme en la universidad.

- Y luego a la capital.

- Ir arriba y abajo en metro y autobús... ¡Qué gusto! Mire, tengo algo muy claro: quien quiere puede. Nosotros los discapacitados debemos concienciar a la sociedad de que hay una serie de barreras que hay que erradicar para que no seamos ciudadanos de segunda, sino personas corrientes con nuestros deberes y nuestros derechos.

- ¿Es más duro para una mujer estar en una silla de ruedas?

- Sí, la cultura paternalista y machista se hace asfixiante. Nosotras no respondemos a los estereotipos de lo que debe ser una mujer, así que se nos deja por inútiles, hay menos índice de formación entre mujeres con discapacidad que entre los hombres. Y por supuesto no respondemos al estereotipo de belleza.

- ¿Cómo se siente?

- Nada atractiva; al hablar, mis gestos son torpes y lentos, es difícil que la gente te dedique el tiempo que requiere una conversación contigo. Yo percibo la incomodidad del que se para a hablar conmigo, pero he aprendido a ser selectiva.

- ¿Qué ha sido lo mejor hasta el momento?

- La propia vida, ¡es tan hermosa!... No debemos vivirla pensando en lo que nos falta, sino disfrutando lo que tenemos.

- ¿Qué es lo más duro?

- Que para llevar a cabo cualquier acto esencial de la vida esté condicionada a la ayuda de una tercera persona y que esa ayuda suponga dinero. Tanto dinero tienes, tanto derecho a hacer cosas, y me duele que la sociedad no asuma que mañana cualquiera puede estar en mi situación.

- ¿Qué es lo que más a menudo se repite?

- "Si te empeñas, lo conseguirás". Nunca debe uno tirar la toalla por grandes que sean las adversidades. La felicidad son destellos fugaces, cuando los tengo los saboreo; eso es lo que he aprendido: a disfrutar.

- Más de uno envidiará su optimismo...

- Nos dejamos llevar por el entorno y por la inercia, y eso nos deja insatisfechos. Hay que parar y pensar, dejar que aflore tu propio criterio y respetarte. Yo me paso muchas horas quieta, viendo la gente pasar.

- ¿Y qué ve?

- Veo que la prisa y el ensimismamiento nos impiden valorar una mirada o un gesto tierno. Veo en los cafés cómo las parejas, los amigos, no se escuchan el uno al otro.

- Usted tiene una riqueza que mucha gente en mejores condiciones físicas no tiene.

- Yo creo que la fuerza está en la mente, quien no se saca partido a sí mismo es porque no se ha parado a pensar. La independencia emocional es algo que para una persona con parálisis cerebral es muy difícil de conquistar, más incluso que la física.

- ¿Por qué?

- Porque desde niño lo deciden todo por ti y, cuando llegas a adulto, tu capacidad crítica y el discernimiento están atrofiados. Asumir que la torpeza y la equivocación son fases del aprendizaje es bueno para todos.

- ¿La voluntad ha sido su herramienta?

- Sí, sin ella no se avanza.

- ¿Se ha sentido sola?

- Le debo mucho a la soledad: para llegar a conocerte, a crecer como persona y a valorar compañías que te enriquecen, es necesaria.

Adopción espiritual

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