Solamente existen unas pocas anomalías genéticas en las que el feto puede recibir tratamiento adecuado. Para la mayoría de los fetos afectados, como es el caso de un niño con síndrome de Down, no existe actualmente una terapéutica intrauterina que sea eficaz. De ahí que algunos asesores genéticos y médicos lleguen a recomendar que se ponga fin al embarazo si se encuentra que el feto tiene trisomía 21. Algunos de los que proponen el diagnóstico prenatal consideran que todo niño debe tener derecho a nacer sano, y que deben interrumpirse los embarazos en los que el feto presente anomalías cromosómicas; sin embargo son muchos los profesionales y padres de niños con discapacidades del desarrollo que discrepan de esta opinión.
Por supuesto, el diagnóstico prenatal goza de muchas aplicaciones que son potencialmente beneficiosas, especialmente en los casos en los que se puede aplicar un tratamiento al feto afectado, o si se puede asesorar a los padres respecto a futuros riesgos de reproducción. Sin embargo, estos usos justificables no deberían verse empañados por el hecho de consentir que las técnicas de diagnóstico prenatal se estén convirtiendo en una práctica de ejercicio estricto de aborto selectivo.
La madre de un niño con síndrome de Down expresó su punto de vista de la siguiente manera:
Por una parte deseábamos y planeábamos tener este hijo y no pensamos que teníamos derecho a elegir, como diciendo: "lo conservaremos en tanto reúna lo que esperamos de él..." Nunca sabemos lo que vamos a obtener cuando nos decidimos a crear otra persona. ¿Y por qué decidir de antemano que un niño con minusvalía ha de ser una experiencia negativa? Doy las gracias a todos nuestros hijos, con sus defectos y sus cualidades, por la alegría y la riqueza que han traído a nuestras vidas.
Cuando Pearl S. Buck reflexionó sobre lo que significaba su hija, que tenía retraso mental, afirmó:
Si me hubiese sido posible conocer de antemano la frustración de su vida, ¿habría deseado un aborto? Con plena conciencia de mi angustia y desesperación, mi respuesta es no. No lo hubiera deseado. Incluso con pleno conocimiento, hubiera escogido la vida; y esto por dos razones: primero, porque me da miedo este poder de elección entre la vida y la muerte en manos de los hombres. No alcanzo a ver un ser humano en el que pueda confiar tal poder. No basta la sabiduría humana, ni la integridad humana. Segundo, la vida de mi hija no ha carecido de significado. Verdaderamente, ha proporcionado consuelo y apoyo práctico a muchas personas que son padres de niños retrasados, o que ellas mismas tienen alguna discapacidad. Bien es verdad que lo ha conseguido a través de mí, pero sin ella yo no hubiera logrado aprender a aceptar esa pena inevitable ni hacer que esa aceptación fuera útil a los demás.
En este mundo en el que la crueldad prevalece en tantos aspectos de nuestras vidas, yo no añadiría esa nueva carga que supone el poder elegir la muerte en lugar de la vida. Un niño retrasado, una persona disminuida, brindan a la vida su propia aportación, incluso a la vida de los seres humanos normales. Esta donación se resume en las lecciones de paciencia, comprensión y piedad, lecciones que todos necesitamos volverlas a vivir y practicar unos con otros, seamos los que seamos.
Adopcion Espiritual
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