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Miles de chicos necesitan nuestra ayuda
Los fríos datos oficiales sobre la realidad social en la Argentina nos indican que durante los dos últimos años se duplicó la cantidad de pibes y adolescentes que pasan el día mendigando, trabajando o perdiendo el irrecuperable tiempo de su niñez en la calle; en lugar de estar en la escuela estudiando, jugando con amigos en su casa o practicando deportes. La mitad de la población del país es pobre... y allí están “los más pobres de entre los pobres”, los niños.
El problema de estos niños es doble, además de crecer de golpe hacia una madurez para la cual aún no están preparados, están hipotecando su futuro ya que son potenciales analfabetos, no estudiarán o abandonarán la escuela, serán desnutridos viendo imposibilitada su capacidad de desarrollo psico-físico, mendigarán hambreados por la calle ante muchas miradas indiferentes y serán desempleados crónicos. Niños que sin saberlo crecen con menos posibilidades, sin oportunidades, con derechos cercenados.
Es desalentador ver que la crisis profunda que afecta a nuestro país, arrasó también con las posibilidades de contención familiar. Antes un solo miembro del grupo familiar aparecía en las calles, ahora hay dos o tres por familia haciendo la misma tarea y los adultos, frecuentemente, están desocupados o subocupados. La violencia doméstica y las adicciones se han introducido en hogares debilitados haciendo mella sobre los más desprotegidos, los menores.
En la Fundación Felices los Niños hemos visto en ese mismo lapso, que se ha multiplicado sin límite la cantidad de asistidos por nuestra Obra. Casi no hemos podido dar abasto con una realidad tan alarmante, tan compleja en los números, en los papeles y tan incomprendida en las conciencias. Las bebitos, chicos, jóvenes y madres adolescentes embarazadas o con bebés que llegan a diario a los hogares y escuelas de la Fundación Felices los Niños reciben comida, educación, salud, vivienda y formación espiritual. Todo lo realizado es mucho, pero no basta.
¿Y ahora qué?
Los problemas estructurales no los podemos solucionar individualmente pero algo empieza a cambiar. La gente empieza a cambiar. Hagamos el cambio nosotros, crucemos la línea y no esperemos siempre que otros solucionen las cosas.
Los ladrillos transformados en hogares, aulas, comedores, centros de salud, talleres, gimnasios, gabinetes de computación, huertas y espacios recreativos, con su elocuencia son el testimonio de todo lo que se ha hecho pero también de todo lo que falta. Nos hemos extendido por el país urgidos por las necesidades apremiantes y olvidadas. Somos mucho más que un comedor, que un hogar, que una escuela, que un taller... somos una comunidad.
Ayúdenos a seguir adelante con esta Obra por amor a los chicos. ¡Dios ama a los niños! Pidámosle tener la Fe, la Esperanza y el Amor suficientes para hacer de cada chico rescatado de la calle, una persona digna.
Padre Julio César Grassi
Fundador
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