domingo, diciembre 02, 2007

ANTICONCEPCIÓN Y ABORTO: UNA CONEXIÓN FUNDAMENTAL


Por el Padre Walter J. Schu, L. C.

¿Evita el aborto la anticoncepción?

En los años de 1950, tuvo lugar un acontecimiento revolucionario, que afectó las relaciones más íntimas entre hombres y mujeres: la píldora. Las repercusiones se sintieron en las parejas, las familias, la sociedad y hasta en la Iglesia Católica.

Frente a las objeciones morales que surgieron, los promotores de la píldora ensalzaron sus muchos beneficios potenciales. El principal era que se esperaba que la píldora redujera la cantidad de nacimientos fuera del matrimonio, que en ese momento y todavía hoy es un indicador significativo de la pobreza. ¿Quién iba a dudar que el uso extendido de los anticonceptivos eliminaría los embarazos no deseados? ¿Y acaso no son los abortos mayormente el resultado de embarazos no deseados? Muchos llegaron a la conclusión de que al aumentar el uso de anticonceptivos, se reducirían drásticamente los nacimientos fuera del matrimonio. Aun luego de legalizar el aborto en los Estados Unidos, cuando se disparó rápidamente el número de abortos, se recomendó usar más anticonceptivos como solución para reducir las tasas de abortos.

Detrás de este argumento se esconde una tremenda falacia. Hoy, cuando el uso de los anticonceptivos se ha extendido durante más de cuarenta años, los hechos desmienten claramente que tal uso conduzca a una reducción del aborto. Desde la decisión del caso Roe vs Wade en el 1973, siguen practicándose cerca de 1. 3 millones de abortos al año. De hecho, nuevos estudios sugieren que el acceso fácil a los anticonceptivos ha empeorado el problema. Un estudio publicado el 18 de agosto de 2000 en la revista British Medical Journal muestra que las adolescentes que consultan con un médico sobre los anticonceptivos de hecho poseen una tasa más elevada de embarazos que aquellas que no lo hacen. i Y sobre el punto de que los anticonceptivos reducen la cantidad de abortos, otros estudios muestran que “más del 80% de las jóvenes que se han practicado abortos tienen experiencia con anticonceptivos”. ii De hecho, de acuerdo al Alan Guttmacher Institute, más de la mitad de las mujeres que se han practicado abortos, dicen que estaban usando anticonceptivos el mes que salieron embarazadas.

La Dra. Janet Smith, profesora de Teología moral en el Seminario Mayor del Sagrado Corazón en Detroit, reversa el silogismo de los anticonceptivos con una lógica irrefutable: La mayoría de los abortos son el resultado de embarazos no deseados, la mayoría de los embarazos no deseados son el resultado de relaciones sexuales fuera del matrimonio, y la mayoría de las relaciones sexuales fuera del matrimonio se facilitan por la disponibilidad de métodos anticonceptivos. Si volteamos esta progresión: los anticonceptivos provocan que haya más relaciones sexuales fuera del matrimonio, más relaciones sexuales fuera del matrimonio producen más embarazos no deseados; más embarazos no deseados provocan más abortos. iii Hay otra razón por la cual la anticoncepción provoca más abortos. Es que existe una conexión fundamental, o concepción mental entre ambos. Esta concepción mental visualiza la vida humana como algo que no siempre es bienvenido, y cuando no lo es, se puede desechar. Como resultado, “La gente frecuentemente utiliza el aborto como un respaldo para cuando no resultan los métodos anticonceptivos”. iv El teólogo católico Germain Grisez nos da una concisa descripción de las dos formas en que la anticoncepción puede fomentar el aborto: En primer lugar, fomentar los métodos anticonceptivos, especialmente entre los jóvenes, excusa y hasta estimula la actividad sexual inmoral. Aun si se proveen y utilizan los anticonceptivos, esta actividad puede provocar muchos embarazos, pues todos los métodos anticonceptivos tienen un porcentaje de falla. Más aún, los niños que son concebidos y no deseados, es probable que sean abortados, o abandonados o abusados, porque, a diferencia de los niños no planificados pero por parejas abiertas a una nueva vida, ya fueron rechazados por adelantado. v La conexión antropológica En la raíz de este modo de pensar yace un error antropológico fundamental, un error que da en el corazón de lo que somos como seres humanos. Esto solamente puede combatirse eligiendo la alternativa a la anticoncepción— la planificación familiar natural. vi Tal como Juan Pablo II afirmó enfáticamente, la anticoncepción y recurrir a los períodos naturalmente recurrentes de fertilidad e infertilidad en el ciclo de la mujer se basan en “dos conceptos irreconciliables de la persona y de la sexualidad humana”. vii Detrás de la mentalidad pro anticoncepción se asoma la concepción materialista que ve el cuerpo humano como un objeto que puede ser manipulado. Cuando tenemos esa visión de la persona y de la sexualidad, no resulta sorprendente que cuando falla la anticoncepción, con frecuencia se recurra al aborto. Las relaciones sexuales se reducen de un acto de entrega personal a uno de gratificación sensual libre de cualquier responsabilidad hacia una nueva vida.

La conexión fisiológica La conexión entre anticoncepción y aborto es con frecuencia sutil y hasta capciosa. Esto se confirma a nivel fisiológico, donde algunos anticonceptivos evitan la implantación del embrión recién concebido en la matriz. Es de especial preocupación el caso de la “píldora de la mañana siguiente”. viii Pero se cree que otros métodos anticonceptivos, como los dispositivos intrauterinos y aquellos que manipulan las hormonas algunas veces también son abortivos, no solamente anticonceptivos. ix Una mujer que use la píldora ni siquiera se da cuenta si tal tipo de aborto temprano está ocurriendo en su propio cuerpo.

La conexión sociológica En el campo de la sociología, estudios recientes provenientes de fuentes inesperadas confirman la conexión entre la “revolución anticonceptiva” y el aumento de la cantidad de abortos. Uno de esos estudios fue realizado por George Akerlof, un economista ganador del premio Nóbel, profesor de Berkeley, ex-miembro de Brookings Institution y no se considera conservador. En dos artículos que publicó en conocidas revistas de economía, Akerlof detalla sus hallazgos y adelanta argumentos que reivindican las advertencias proféticas del Papa Pablo VI acerca de las consecuencias sociales de la anticoncepción. x Según Akerlof, la revolución sexual dejó a las mujeres tradicionales y moderadas (que no aceptaban el sexo premarital y los anticonceptivos) incapaces de competir con aquellas mujeres que no tenían grandes objeciones frente al sexo fuera del matrimonio. Si una mujer quedaba embarazada, esto no le daba derecho a esperar una promesa de matrimonio. El novio siempre podría decir que el embarazo era una opción de la mujer. Los hombres estaban menos dispuestos a un “matrimonio a la carrera” debido a un embarazo de lo que habían estado antes de la llegada de la píldora y del aborto.

Los hallazgos de Akerlof apuntan hacia la conexión sociológica directa que hay entre anticoncepción y aborto: Así, muchas mujeres tradicionalistas acabaron teniendo sexo e hijos fuera del matrimonio, mientras muchas de las mujeres permisivas acabaron teniendo sexo y anticonceptivos o abortos para evitar tener hijos. Esto explica en gran medida el porqué la revolución de la anticoncepción fue asociada con un aumento tanto en la cantidad de abortos como en los hijos ilegítimos. xi La inmoralidad de la anticoncepción La anticoncepción no es ética desde el punto de vista moral no solamente por su conexión directa con el aborto, sino en sí misma. El Papa Pablo VI, en su encíclica de 1968 Humanae Vitae, da una fuerte definición de la anticoncepción como “toda acción que, o en previsión del acto conyugal o en su realización o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación”. xii Pablo IV continua afirmando las enseñanzas constantes de la Iglesia de que dichas acciones son intrínsecamente malas (intrinsice inhonestum),xiii y explica que la anticoncepción viola “la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador. ”xiv La cultura de la muerte ha emprendido una guerra silenciosa contra la cultura de la vida. De la balanza no solamente penden las vidas de millones de niños no nacidos, sino también el futuro de la familia. Juan Pablo II afirmó que “la familia se encuentra en el centro de la gran lucha entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte, entre el amor y cuanto se opone al amor. ”xv ¿Qué lado tiene la ventaja hoy? Hay una cifra muy escueta: hoy, menos del 1% de todas las parejas casadas en edad de procrear en los Estados Unidos utiliza el método de planificación natural. xvi Una respuesta convincente: la teología del cuerpo, de Juan Pablo II Podemos cambiar la mentalidad anticonceptiva y ayudar a construir una cultura de la vida mediante lo que Juan Pablo II nos dejó como legado: una defensa conmovedora de la verdad sobre la planificación familiar natural. En su Teología del Cuerpo, Juan Pablo II sitúa las enseñanzas de la Iglesia en el contexto de una visión total del ser humano.

En tres grandes pinceladas, el difunto Santo Padre presenta una visión completa de la persona humana. Todo comienza con el hombre original antes del pecado. Solo en medio de la creación, Adán vive la soledad original. Aunque era el amo de todas las criaturas, se siente extremadamente solo porque sólo él es una persona, un sujeto consciente llamado a entregarse por amor y a recibir la entrega de otra persona. Cuando Dios crea a Eva, Adán exclama: “¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!” (Gen 2:23). Por el cuerpo de Eva, Adán la reconoce como persona, con la cual él está llamado a formar una comunión de personas (communio personarum) a imagen del amor que se entrega de la Santísima Trinidad. xvii Luego sigue una de las frases más bellas del libro del Génesis. “Los dos, el hombre y la mujer, estaban desnudos, pero no sentían vergüenza” (Gen 2:25). ¿Por qué no sentían vergüenza? Antes del pecado, Adán y Eva conocían completamente el significado nupcial del cuerpo. Dios los creó hombre y mujer para que se entregaran uno al otro por amor. Cada uno ve en el cuerpo del otro una persona para ser amada. “Se ven y se conocen a sí mismos con toda la paz de la mirada interior, que crea precisamente la plenitud de la intimidad de las personas. ”xviii La libertad de entregarse el uno al otro que Adán y Eva viven es destruida pronto por un hecho misterioso: cometen un pecado. Con el pecado, surge en la escena el hombre histórico. El pecado trae consigo la capacidad de usar a la otra persona como un objeto en vez de amarla como persona. El significado nupcial del cuerpo corre ahora grave peligro. El hombre caído ya no es capaz de hacer el don gratuito de sí mismo que su Creador había ideado.

Es Cristo, en su insondable amor y misericordia, que rescata a la humanidad mediante su sufrimiento en la cruz y la gloria de su resurrección. Al redimir al hombre, Cristo también redime el cuerpo. Hace posible para el hombre y la mujer recapturar la libertad de ese don, al caminar por el estrecho pero jubiloso camino de la vida en el Espíritu Santo.

La visión total de la persona humana se completa al reflexionar sobre el destino futuro de la humanidad. El hombre escatológico representa la plenitud de nuestro destino con Dios, luego de la resurrección de nuestros cuerpos. Paradójicamente, el significado nupcial del cuerpo alcanza su plenitud en el cielo, donde “ni ellos tomarán mujer ni ellas marido” (Mt 22:30). ¿Cómo es esto posible? En el cielo, la única respuesta adecuada a la efusión del amor de Dios es entregarnos completamente a Él en todo lo que somos como seres humanos. Es por esto que la entrega exclusiva entre esposo y esposa en el matrimonio, aunque se haga por el amor de Dios, no existe más en el cielo. Al entregarnos a Cristo, el Novio, también nos estaremos entregando a todos los otros en Él –la comunión de los santos. La perspectiva de la vida eterna revela la belleza del llamado al celibato, a la vida consagrada, como otra forma de cumplir con la obligación nupcial del cuerpo. Los que se consagran a Cristo mediante la pobreza, la castidad y la obediencia, hacen presente en la tierra, con anticipación, la unión virginal, pero conyugal, con Dios que cada persona vivirá en el cielo hasta la eternidad.

El vasto panorama de la visión total de la persona que Juan Pablo II presenta hace posible comprender en toda su profundidad y belleza las enseñanzas de la Iglesia sobre el amor conyugal y la procreación. Cada acto de unión conyugal es una expresión de la entrega completa de un cónyuge al otro y de la aceptación de cada uno en toda su totalidad como persona. Este amor que se entrega es fructífero, tanto en la unión de la pareja en “una sola carne” como en su apertura a una nueva vida. Es la imagen del amor fructífero de la Trinidad.

Aquí también se revela lo maligno de un acto de anticoncepción. La anticoncepción viola la verdad del lenguaje del cuerpo. Significa que se miente con el cuerpo. Por un lado, el esposo le dice a la esposa, en el lenguaje natural del acto conyugal, “me entrego completamente a ti con todo lo que soy, y te acepto completamente como persona”. Pero por el otro lado, el hombre no da su capacidad de ser padre, y la mujer no aceptar su capacidad de ser madre. En consecuencia, la anticoncepción impide que el acto conyugal sea un acto de amor verdadero, personal y de completa entrega, como fue concebido que fuera.

Una cultura de la vida en lo más profundo ¿En qué terreno se ganará o perderá la batalla por la cultura de la vida? No en un juzgado, sino en la tranquila convicción de innumerables homilías, artículos y charlas sobre las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio y la Teología del Cuerpo del Papa Juan Pablo II.

Entonces, llegará el día cuando se promocione la cultura de la vida, no solamente en las leyes, sino en el corazón mismo de las relaciones más íntimas entre un hombre y una mujer.

El padre Walter J. Schu, L. C. fue ordenado sacerdote de la Legión de Cristo en 1994 y es el autor de The Splendor of Love: Juan Pablo II’s Vision for Marriage and Family. (New Hope, Ky. , New Hope Press: 2003) ($19. 95).

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1 “Este estudio encontró que el 71 por ciento de las 223 jóvenes adolescentes que salieron embarazadas había hablado sobre la anticoncepción con un profesional sanitario en el curso del año antes de salir embarazadas”. Brian McGuire, “Sex Education Can Backfire, Says British Study,” en el National Catholic Register, Vol. 76, No. 36, 3-9 de septiembre de 2000, 1.
2 Vea Stanley K. Henshaw and Kathryn Kost, “Abortion Patients in 1994-1995: Characteristics and Contraceptive Use,” 28 Family Planning Perspectives 140, 145 (table 2) (1996).
3 Janet E. Smith, “Paul VI as Prophet,” in Why Humanae Vitae Was Right: A Reader, 523.
4 Germain Grisez, Living a Christian Life (The Way of the Lord Jesus, Volume 2), (Quincy, Ill: Franciscan Press: 1993), 505.
5 Germain Grisez, Living a Christian Life, 515-516.
6. Juan Pablo II afirma que la diferencia entre la anticoncepción y la planifcación familiar natural es “antropológica y al mismo tiempo moral”, Familiaris Consortio, 32. Énfasis en el original.
7 John Paul II, Familiaris Consortio, 32.
8 Vea Horacio B. Croxatto, et al. , “Mechanism of action of hormonal preparations used for emergency contraception: a review of the literature,” 63 Contraception 111-121 (2001); Chris Kahlenborn et al. , “Postfertilization Effect of Hormonal Emergency Contraception,” 36 The Annals of Pharmacology 465 ( March 2002); John Wilks, “The Impact of the Pill on Implantation Factors – New Research Findings,” 16 Ethics & Medicine 15-22 (2000); Keith L. Moore and T. V. N. Persaud, The Developing Human: Clinically Oriented Embryology, 7th ed. (2003), 56; Walter L. Larimore and Joseph B. Stanford, “Postfertilization Effects of Oral Contraceptives and Their Relationship to Informed Consent,” 9 Archives of Family Medicine 126-133 (2000).
9 Susan Harlap, Kathryn Kost, and Jacqueline Darroch Forrest, Preventing Pregnancy, Protecting Health: A New Look at Birth Control Choices in the United States (New York: The Alan Guttmacher Institute, 1991), declara que cuando no son eficaces de algún otro modo, los artefactos intrauterinos funcionan “al responder con una inflamación local a un cuerpo invasor, lo cual impide la implantación si hay fertilización” (27), los anticonceptivos orales “cambian la membran interior del útero al impedir la implantación en caso de que hubiese fertilización” (27), la píldora de solo progestina funciona “impidiendo la implantación” (28), los implantes anticonceptivos funcionan al “impedir la implantación del óvulo fertilizado” (28), y las inyecciones de progestina funcionan en maneras similares a la de la minipastilla y a los implantes” (29). Vea Ashley y O’Rourke, Healthcare Ethics, 3rd ed. , 278-79; Kristine M. Severyn, “Abortifacient Drugs and Devices: Medical and Moral Dilemmas,” Linacre Quarterly 57 (Aug. 1990): 50-67; Rudolf Ehmann, “Problems in Family Planning,” Anthropotes 7 (1991): 100-101. Citado en Germain Grisez, Living a Christian Moral Life, 505.
10 Vea Humanae Vitae, 17 de Pablo VI.
11 W. Bradford Wilcox, “The Facts of Life and Marriage: Social Science & the Vindication of Christian Moral Teaching,” Touchstone, rnero-febrero 2005. Como fue reimpreso en Zenit Rassegna.
12 Humanae Vitae, 14.
13 Ibid. The Catechism of the Catholic Church reitera la condena que hizo Paulo VI de que todas las formas de anticoncepción son intrínsecamente malas, en el numeral 2370.
14 Humanae Vitae, 12. Catecismo de la Iglesia Católica, 2336.
15 Juan Pablo II, Carta a las familias, 1994, 23.
16 Joseph B. Stanford, M. D. , “Sex Naturally,” First Things 97 (November 1999), 28-33.
17 Juan Pablo II,. Audiencia general del 14 de noviembre de 1979, y en sobre La Teología del Cuerpo (Boston: Pauline Books and Media, 1997), 46-47.
18 Juan Pablo II, Audiencia general del 2 de enero de 1980, y en Ibid.,

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