Tiene apenas sesenta días de vida. Se llama Juan Pablo y con su vocecita, casi de susurro, va comunicando su mensaje entre doctores, mujeres que le atienden y personas que lo conocen. No tiene cerebro debido a una malformación durante su gestación. Cuenta sólo con el tallo cerebral, lo que le permite desarrollar las funciones elementales para vivir.
Nació en una institución pública de la ciudad de León, en México. Su madre, sin conocer su estado de salud, lo dio en adopción desde su nacimiento quedando en la sombra del anonimato. De hecho nadie advirtió su malestar sino hasta un mes después.
La casa de adopción VIFAC (Vida y Familia), inmediatamente le buscó acogida en uno de los hogares de su lista de espera. Una familia le recibió con inmensa alegría. Lo llevaron a casa, lo bautizaron; pero pronto su felicidad se tornó en desencanto. Simplemente no era el bebé que esperaban y en esos días recibieron la llamada de otra casa de adopción para recibir un bebé sano.
¿Qué hacer con Juan Pablo? Para la joven pareja creció la dificultad de decidir viendo a su ángel sin cerebro dormidito entre las sábanas de su nueva cuna. Ya no sería la cuna de Juan Pablo. Nuestro ángel voló de regresó a la casa de adopción hasta encontrar una familia que le quisiera sabiendo que, quizá, nunca dirá mamá y que su reloj de arena marcará la hora de partida en poco tiempo.
Así llegó la historia de Juan Pablo hasta su actual familia. Un matrimonio joven de León, con hijos propios, y con un corazón tan grande como para aceptar con amor este nuevo Don que Dios les confiaba. «No sean tontos, será una carga…» «Significará gastos médicos y las cosas no están para eso…» «Se encariñarán con él y después sufrirán su muerte…»
Todo tipo de “recomendaciones” llovieron a la puerta de su hogar, pero el amor a la vida, a la inocencia y a la fragilidad de Juan Pablo, ha sido un sol mucho más fuerte y luminoso. «No te imaginas lo especial que es -me decían-. Cada momento encierra en sus ojitos el esfuerzo por vivir.»
Como buen ángel, este bebé llega con un anuncio. Su corta vida trae como lluvia fresca el mensaje de otro Juan Pablo, el del gran Papa que siempre defendió la vida, sobre todo la de los más indefensos, haciéndonos valorar la dignidad de toda persona por el hecho de ser persona, con salud o en la enfermedad.
Parece una contradicción, pero la historia de Juan Pablo es un milagro, un milagro de amor. Una llamada al amor y al agradecimiento por la vida, así como una exigencia a protegerla y defenderla por encima de cualquier otro valor.
Actualmente, la familia del bebé ha comenzado una cadena de oración. Esperan que mucha gente se una a ellos pidiendo a Juan Pablo el Grande que interceda desde el cielo por la vida de nuestro pequeño Juan Pablo.
Roel Osorio
Buenas Noticias
Si quieres comunicarte con el autor, envía un mensaje a: buenasnoticias@arcol.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario