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Muchísimo. Hoy sabemos que el feto es un ser plurisensorial cuyos sentidos entran en acción con una secuencia preordenada: en primer lugar se manifestará la sensorialidad táctil, después la química (gusto y olfato), la vestibular (equilibrio), el oído y finalmente la vista. El desarrollo precoz en el útero de los sentidos tiene una doble función: la de modelar el sistema nervioso central, proporcionando estímulos que interactúan con el crecimiento de grupos de neuronas, dirigiéndolo por un camino fisiológico, y la de introducir al nasciturus en el mundo exterior produciendo un tipo de aprendizaje en el útero.
Ya desde la 8ª semana después de la concepción están presentes en el feto en la zona de la boca los receptores del tacto, que después se extenderán por toda la superficie del cuerpo en pocos meses, pero es hacia la 22ª-24ª semana cuando estarán listas las conexiones con la corteza cerebral. El feto responde a los estímulos que llegan a través del vientre de la madre: cuando una mujer embarazada está echada, es posible tomar en la mano su útero, con toda la mano, como un balón, para tomar contacto con el niño: una ligera presión del dedo hace de reclamo y el niño reacciona y se pone en movimiento. Es deseable que el padre, en lo posible, participe en este «juego» y en Siena estos conocimientos son la base para un curso que hacemos en la Clínica Obstétrica para las parejas a fin de aprender a entrar en contacto con el niño prenatal.
Hacia las 25 semanas de gestación, el feto ha desarrollado el oído. Dentro del útero la voz de la madre llega con una intensidad mucho mayor que la voz de un ajeno (¡o del padre!) y a esta voz el feto se acostumbra, tanto que varios experimentos nos demuestran que el neonato recién nacido sabe distinguir la voz de su madre de la voz de una extraña. Así como sabrá distinguir los olores de la madre. Esto servirá para reconocer la leche materna, que tiene un sabor y un olor similar al líquido amniótico que durante nueve meses le ha empapado lengua y labios.
En 2001 en Pediatrics se publicó una investigación que demuestra que en el momento del destete el lactante prefiere sabores que había percibido en el útero en un cierto período, si bien estos sabores no se le habían proporcionado durante la lactancia. Por lo tanto el feto tiene memoria. Esto, que parecía ser sólo prerrogativa de los psiquiatras, hoy es patrimonio del pediatra para explicar varios fenómenos. Recientemente hemos llegado a cabo un estudio sobre qué sucede a los niños de bailarinas que en el embarazo no habían dejado de bailar: ¡para dormirse requerían la media ser acunados más enérgicamente que los demás! Y además, ¿qué es acunar al neonato sino reconstruir aquel ambiente sereno que tenía en el útero: movimientos rítmicos, perfume de la madre, voz indistinta pero presente y canturreante, oscuridad, pero presencia de paredes y límites que no encontraría si se le dejara bruscamente en una cama?
Sí, por ejemplo sobre la memoria a corto plazo, demostrando que el feto se acostumbra a los estímulos externos como un niño ya nacido. Hemos usado estímulos sonoros enviados a través de la pared del útero y hemos medido ecográficamente cómo el feto reacciona guiñando los ojos molesto y después como se habitúa al ruido. Es posible ver esto en un breve video on-line (http://www.medicinaepersona.org/).
Los estudios sobre el neonato prematuro aportan cada vez más datos sobre las características del sueño en el útero. El profesor Rivkees de la Universidad de Yale en 2000 demostraba la presencia de un ritmo día-noche desde la mitad de la gestación. Hoy sabemos que desde las 28 semanas de gestación son diferenciables las fases del sueño. Desde la 30ª semana está presente el sueño activo, el equivalente al sueño REM del adulto, aquél en que se desarrolla la mayor parte de los sueños. Por lo tanto nada nos impide decir que en el útero el feto tiene todos los «instrumentos» para soñar: una actividad eléctrica cerebral adecuada y la presencia de estímulos que construirán sus contenidos. También en el útero el sueño es importantísimo porque ahí sucede la máxima proliferación de células nerviosas y la producción preferencial de ciertas hormonas.
Parece imposible, pero el dolor del feto y del neonato fue reconocido sólo a finales de los años ’80. No obstante está claro que nuestros prematuros nacidos a las 23-24 semanas sienten dolor. Y los cambios hormonales después del estímulo doloroso han sido demostrados en los fetos de 20 semanas o poco más. Sobre los pequeñísimos nacidos antes de término recientemente hemos experimentado un sistema de analgesia basado en técnicas de distracción no farmacológicas. Tuvimos razón: el neonato prematuro siente el dolor, llora, pero logra también interactuar con quien tiene cerca aceptando ser consolado y distraído, ¡tanto como para no sentir más dolor! Un video de tres estudiosos americanos sobre el llanto del feto se puede descargar on-line (http://fn.bmjjournals.com/).
El feto tiene un mundo de sensaciones, pero también de acciones. El feto responde a su manera a los estímulos externos, se sobresalta si oye ruido, responde a las caricias. Pero se ejercita para la vida al aire libre: continuamente realiza ejercicios de respiración, aún inmerso en el líquido amniótico, y se han registrado intentos de emitir sonidos visualizando las cuerdas vocales. Tiene hipo y hace muecas que se parecen a la sonrisa o al llanto. Sus movimientos responden a las fases de calma o movimiento de la madre, y también a la cantidad de azúcar que come la madre.
Que el feto es ya un nuevo miembro de la familia y una compañía para la madre aún antes de nacer. |
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