Las celulas madre, estaminales o troncales están en el centro del debate científico. |
En España se ha generado una considerable polémica al hacerse público que sangre del cordón umbilical de la Infanta Leonor fue enviada a un banco privado de células madre del cordón umbilical de Tucson, en los Estados Unidos (cf “ABC”, 27 de Febrero de 2006). Los Príncipes de Asturias habían aceptado una propuesta en este sentido hecha por la Clínica donde había nacido su hija; una propuesta que muchos otros padres también aceptan.
No nos interesa en este artículo entrar en el debate que enfrenta a quienes defienden la existencia de bancos privados de células madre procedentes de los cordones umbilicales contra quienes, por el contrario, defienden que esos bancos han de ser públicos.
Pero el tema es sugerente y se nos presenta como una ocasión para esclarecer, en la medida de lo posible, las implicaciones éticas del uso de las células madre.
Primeramente debemos decir qué son las llamadas “células madre”. Las “células madre” (o “stem cell”, “células estaminales”) son aquellas células progenitoras, auto-renovables, capaces de regenerar uno o más tipos celulares diferenciados. En palabras sencillas, se podría decir que una célula madre es aquella célula capaz de generar “fácilmente” otras células que podrían ser empleadas para regenerar tejidos. Muchas de las enfermedades humanas se producen por la degeneración y la muerte de los tejidos que forman el cuerpo; enfermedades de este tipo son, por ejemplo, las enfermedades degenerativas (diabetes juvenil, Parkinson, esclerosis múltiple, etc.). Si fuese posible regenerar esos tejidos, se avanzaría en la curación de esos males.
Existen dos tipos de células madre: las células madre “embrionarias” y las células madre de “adulto”. Las células madre “embrionarias” derivan de la masa celular interna del embrión humano, cuando el embrión tiene aún pocos días de vida. Las células madre de “adulto” derivan de tejidos humanos como la piel, el músculo cardíaco y esquelético, o de la sangre del cordón umbilical.
Existe un gran debate entre los científicos sobre la utilidad de ambos tipos de células madre. Se han logrado importantes éxitos en orden a la curación de infartos y de otras enfermedades con el uso de células madre de adulto, procedentes del mismo paciente. Hasta la fecha, no parece que las células madre embrionarias sean tan eficaces como las de adulto, porque las células madre embrionarias tienden a producir tumores en el organismo.
Desde el punto de vista ético, dejando a parte la cuestión de la eficacia, la valoración que se puede hacer del uso de las células madre es muy diversa, dependiendo de si se trata de células “embrionarias” o bien de células de “adulto”.
No hay, en principio, ninguna objeción ética al empleo de células madre de adulto. No va en contra de la ética utilizar las células procedentes de la sangre del cordón umbilical, o de la piel, pongamos por caso, para curar una enfermedad degenerativa.
Sí hay objeciones, y muy serias, al empleo de células madre “embrionarias”; es decir, extraídas del embrión humano. Si la obtención de esas células exige la destrucción del embrión humano, resulta evidente que este recurso es éticamente inadmisible. No es lícito matar a un embrión humano para obtener células que, hipotéticamente, podrían servir para curar enfermedades. Y la razón de ello es muy clara: La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el primer momento de la concepción. “Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida” (“Catecismo de la Iglesia Católica”, 2270). El embrión humano “debe ser tratado como una persona desde la concepción” y debe “ser defendido en su integridad”, como todo ser humano (cf “Catecismo de la Iglesia Católica”, 2274).
Un fin bueno - curar una enfermedad - no justifica un medio malo - matar a un ser humano en su etapa embrionaria de existencia - . Como tampoco sería aceptable matar a una persona adulta para curar a otra. La ciencia sin conciencia termina, a la larga, volviéndose contra el hombre. También en el campo de la Medicina tiene aplicación el quinto mandamiento: “¡No matarás!”.
Los Príncipes de Asturias no han atentado contra la vida por el hecho de permitir la conservación de sangre del cordón umbilical de su hija. Porque las células que podrían extraerse de esa sangre no son células embrionarias; es decir, no se ha tenido que matar a un embrión humano para obtenerlas. Por este motivo, los Obispos españoles han recordado, con ocasión de este debate, que la crioconservación (“congelación”) del cordón umbilical es una técnica que no presenta ninguna objeción moral (cf “La Razón”, 1 de Marzo de 2006).
Guillermo Juan MoradoAdopcion Espiritual
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