Lo cuenta muy brillantemente Juan Meseguer en Aceprensa y lo tomo prestado
Un año más, la alfombra roja del Festival de Cannes se ha convertido en el centro de atención de curiosos, periodistas y amantes del glamour. Pero la edición de este año no sólo ha dado que mirar: el cineasta Sean Marckos ha denunciado que en las dos ediciones anteriores no le dejaron recorrer la alfombra por ir en silla de ruedas.
La polémica comenzó hace tres años. Marckos, cineasta canadiense de origen argentino, sufre una distrofia muscular, que le mantiene en silla de ruedas. En 2007 logró que su película Al otro lado entrara a concursar en una de las secciones del Festival de Cannes.
La versión de Marckos es que, como iba en silla de ruedas, la organización de Cannes le impidió desfilar por la alfombra roja en 2008 y 2009. Para acceder al Palais des Festivals, tuvo que entrar por la puerta de atrás.
Este año Marckos no ha querido tentar la suerte por tercera vez. Se ha quedado en casa para terminar su documental Just Imagine, en el que va a flagelar la obsesión por la belleza física que impera en el evento.
La otra versión es la de la portavoz del Festival de Cannes, Marie-Pierre Hauville: “Hay 50 escalones en la alfombra roja del Palais. Sería demasiado peligroso instalar una rampa. Lo hemos mirado”, dijo en declaraciones a medios canadienses.
La polémica en torno a Marckos ha causado desconcierto. Nadie sabe a qué atenerse. Los hay que, horrorizados, se preguntan: “¿Será verdad que la alfombra roja de Cannes discrimina a los discapacitados?”.
Cineastas transhumanos
Quizá muchos se indignen al escuchar la historia de Marckos, relegado a la puerta de atrás por ir en silla de ruedas. Pero este tipo de discriminaciones no despierta la misma reacción en otros escenarios.
Pensemos, por ejemplo, en la posibilidad de eliminar los fetos que no pasen la criba eugenésica (cfr. Aceprensa, 7-10-2009); algo que será posible en España tras la entrada en vigor de la nueva ley del aborto el 5 de julio.
Así lo advirtió hace unos días el ginecólogo Juan Luis Delgado, coordinador de la Unidad de Medicina Fetal del Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca (Murcia), durante unas jornadas organizadas por la Asociación de Bioética de Madrid.
Fruto de su experiencia médica, Delgado constata: “Parece estar creciendo en la población el deseo de tener hijos perfectos, sin ningún grado de discapacidad, lo que dará lugar a un creciente número de abortos en fetos con patología tratables, que vivirían con unos niveles de calidad de vida bastante aceptables”.
A lograr esos “hijos perfectos” va encaminado el transhumanismo, una corriente de pensamiento que –dijo en el mismo congreso Elena Postigo, profesora de Bioética y Antropología en la Universidad CEU San Pablo–aspira a mejorar las capacidades físicas, intelectuales y psíquicas de la especie humana a través de la ingeniería genética, la eugenesia embrionaria y prenatal, y otras tantas tecnologías más.
Visto así, no cabe duda de que los cineastas transhumanos del futuro no plantearán tantos problemas como Sean Marckos. El paseíllo por la alfombra roja de Cannes está asegurado. Más difícil lo tendrán, en cambio, los fetos diagnosticados con alguna discapacidad. Ni siquiera podrán denunciarlo con un documental.
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