Por Pedro F. Frisneda/EDLP
En una rueda de prensa en Manhattan, el Vaticano anunció, por medio de un representante, su primera asociación y colaboración exclusiva con una empresa biofarmacéutica internacional para apoyar el avance de experimentos científicos con células madre adultas con fines terapéuticos
El sacerdote Tomasz Trafny del Consejo Pontificio para la Cultura del Vaticano y la doctora Robin L. Smith, presidenta y directora ejecutiva de NeoStem, Inc. Foto: Pedro F. Frisneda/EDLP
Nueva York — Sin duda, entre la Iglesia Católica y la ciencia hay un antagonismo inmenso e histórico. Y, cuando se trata de las nuevas investigaciones genéticas con células madre, ese conflicto es aún más profundo. Sin embargo, ayer quedó claro que la Iglesia y la ciencia pueden darse la mano en pro del beneficio de toda la humanidad.
El acuerdo, entre el Consejo Pontificio para la Cultura de la Ciudad del Vaticano, en Roma, y la compañía biofarmacéutica NeoStem, Inc., en Estados Unidos, busca expandir las investigaciones con células madre, explorar su aplicación clínica en el campo de la medicina regenerativa y crear conciencia sobre estas terapias y sus prometedores resultados para tratar y curar algunas enfermedades.
“Apoyando los programas de investigaciones que involucran lo último en la ciencia de las células madre, que no dañan la vida humana, tomamos un paso más cerca a un progreso que puede aliviar el innecesario sufrimiento humano”, dijo el sacerdote Tomasz Trafny del Consejo Pontificio para la Cultura del Vaticano.
“Mucha gente cree que la Iglesia está en contra de la ciencia, pero quiero decir enfáticamente que esto no es cierto. La ciencia y la fe se complementan la una con la otra y se necesitan la una a la otra. Promovemos iniciativas y el diálogo entre ciencia y teología, con reflexiones filosóficas”, aclaró Trafny.
El apoyo del Vaticano a estas investigaciones —informó el cura— incluye la financiación, con un millón de dólares, de la nueva tecnología VSEL, que son células muy pequeñas, que tienen características físicas muy parecidas a las encontradas normalmente en las células embriónicas, que son capaces de interactuar con un ógano específico con el fin de reparar el tejido que ha sido dañado o que está enfermo. Esto abre la posibilidad de lograr los mismos beneficios asociados a las células madre embriónicas, sin los problemas éticos y morales asociados a este tipo de células.
“Por más de 40 años los médicos han estado usando células madre adultas para tratar varios tipos de cáncer de la sangre, pero no ha sido sino hasta ahora que se está comenzando a hacer realidad la promesa de usar células madre adultas para curar un significativo número de otras enfermedades”, dijo la doctora Robin L. Smith, presidenta y directora ejecutiva de NeoStem.
“Hay avances clínicos y económicos tremendos al recibir un trasplante de nuestras propias células madres, debido a que no hay problemas con rechazo inmunológico. Injertar nuestras propias células madre es más rápido, seguro y menos costoso que recibir células madres de otra persona”, agregó Smith.
El acuerdo entre el Vaticano y NeoStem busca, además, desarrollar programas e iniciativas educativas, publicaciones y cursos académicos para enseñar a estudiantes, profesores, líderes religiosos y al público en general, sobre la relevancia cultural de dichos experimentos y su impacto e implicaciones en las áreas teológica y ética.
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