Víctor Galeone, Obispo de San Agustín, en Florida, Estados Unidos, se enteró en el Día de la Madre del regalo que ella le hizo con todas las circunstancias en su contra: su nacimiento. «Por primera vez en mi vida comprendí lo que significa el regalo de la vida, y lo precioso que es», admite.
Suso Trillo/La Razón
La vida del obispo de San Agustín (Florida) cambió cuando el Día de la Madre de 1970, Rita, le confesó el secreto de su nacimiento. En una revista americana, St.Augustine Catholic, explicó su historia.
Él, que entonces era un cura diocesano americano e hijo de italianos, le dijo a su madre la decisión que acababa de tomar; se iría a los Andes peruanos durante cinco años como misionero. Ella, al escuchar estas palabras, rompió a llorar. Víctor le recomendó que tendría que aprender a olvidarse un poco de él, pero ella no lloraba por su inminente viaje. El verdadero motivo era otro.
En 1935 se vivía en todo el mundo una profunda crisis económica. El padre de Víctor, inmigrante italiano, llevaba tiempo buscando empleo y lo único que conseguía eran trabajos temporales mal pagados. Así era difícil mantener a una familia con tres hijos.
Rita se dio cuenta de que había perdido dos periodos, y fue a ver a una trabajadora social ante la posibilidad de que pudiera estar embarazada. Esta le recomendó que fuera a ver a un médico para ver si recuperaba el periodo. Ella se dio cuenta de que le estaba proponiendo abortar, por lo que se negó en rotundo. «Moriría yo primero», le dijo. La trabajadora le recordó que tener el hijo sería un fallo porque «su marido apenas puede manteneros a usted y sus hijos, y es una irresponsabilidad que lo tengan», le reprochó. Pero Rita seguía negándose a abortar. La trabajadora, ante la negativa de la madre, la amenazó con que el Gobierno le retiraría las ayudas que las familias cobraban por entonces, dos tarjetas que daban derecho a una bolsa de frijoles secos cada dos semanas y alguna prestación de carbón para el invierno. Rita le contó la amenaza a su marido que la apoyó, a pesar de que podrían quitarles una ayuda muy necesaria. «Muy bien, déjalos y devuelves las tarjetas, Dios sabrá recompensarnos», le respondió su marido.
El obispo Galeone, permaneció sin dormir después de oír la confesión de su madre. «Por primera vez en mi vida comprendí lo que significa el regalo de la vida, y lo precioso que es», recordó.
*********************
No hay comentarios:
Publicar un comentario