viernes, julio 03, 2009

La segunda manzana del Paraíso

"Quien dice que el avance de la ciencia arrincona a Dios es que no conoce a Dios ni sabe de su grandeza. Y está empecinado en demostrar que el hombre es capaz de crearse a sí mismo."
Justo Aznar


REDACCION HO.- El valenciano Justo Aznar es uno de los más importantes investigadores españoles. Doctor en Medicina, Aznar es en la actualidad director de investigación del Instituto de Ciencias de la Vida de la Universidad Católica San Vicente Mártir de Valencia.

Pocos científicos españoles han publicado tantos trabajos de investigación, quinientos hasta la fecha. Aznar ha sido jefe del Departamento de Biopatología Clínica del Hospital la Fe de Valencia, fundó y presidió la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia, ha sido director del Observatorio de Bioética, fue cofundador del Centro de Investigación del Hospital Universitario La Fe.

En el curso de esta conversación con HazteOir.org, Justo Aznar habla sobre uno de sus trabajos más reconocidos, en el que ha empleado muchos años, las células madre embrionarias. Pero también reflexiona sobre el papel del científico en las sociedades contemporáneas, sobre ciencia y fe y sobre la tentación que algunos investigadores tienen de "comerse la segunda manzana del Paraíso".

Me temo que a pesar del esfuerzo pedagógico de algunos, entre los que usted se encuentra, sigue faltando información ante esos titulares que tanto abundan últimamente sobre células madre que lo curan todo. Empecemos pues por el principio. ¿Qué son las células madre?

Las células madre son aquellas de las que se pueden generar otras. Es como el fondo de desarrollo del embrión y también el fondo de supervivencia del organismo adulto. Las células madre embrionarias se obtienen del blastocisto, que es el embrión en su quinto día de desarrollo, y las adultas las tenemos en todo el organismo.

Las células madre sirven para reponer las que se van perdiendo. Por ejemplo, nace una célula del corazón y se divide en dos. Una es la célula destinada al tejido del corazón y otra es la madre de ésta, que actúa como una reserva de la primera. De modo que en el cuerpo siempre tenemos las células duplicadas, cada una con su repuesto.

¿Cómo se obtienen las células madre?

Se obtienen de la sangre que se encuentra en el cordón umbilical, de la médula ósea, de la grasa, de los músculos. Y del blastocisto. El embrión se rompe y de él salen las células madre para el cultivo en el laboratorio. El gran problema es que para obtener las células madre embrionarias hay que destruir una vida, hay que destruir el embrión del que se extraen, cosa que no sucede con las células madre adultas.

¿Esa destrucción del embrión es comparable al aborto provocado?

Desde un punto de vista ético, el aborto provocado supone la destrucción de una vida humana. En este sentido es igual destruir esa vida a los tres días de existencia que a los dos meses. Para sortear este hecho, lo que sostienen los defensores de la investigación con células madre embrionarias es que la vida humana no empieza con la fecundación sino con la consolidación de la implantación en el útero. Por lo tanto, los embriones que todavía no se han implantado no tendrían ningún valor ontológico, ni biológico, y podrían ser destruidos, o se podría hacer lo que se quisiera con ellos hasta que cumplen el día catorce de su existencia. A partir de ese momento consideran que ya son seres humanos.

Trasladar la fecha de la vida del día uno al catorce es en realidad abrir la puerta a una nueva legalidad.

En España Ley de Reproducción Asistida no solo acepta esta idea sino que incluso le cambia el nombre al embrión que todavía no ha llegado a los 14 días. Le llama preembrión. Porque se trata de decir que no es un embrión para así poder destruirlo.

¿A quién pertenecen las células madre embrionarias? ¿Quién es su propietario?

Las células madre embrionarias son físicamente del embrión pero este no puede ejercer ningún derecho, de modo que esa jurisdicción corresponde a los padres biológicos. Por eso en este tipo de prácticas es esencial que se tenga el consentimiento informado de los padres.

¿Y los padres que autorizan el uso de células madre embrionarias son conscientes de que están destruyendo sus propios embriones?

La información es obligatoria. Otra cosa es cómo se lleva a la práctica esa obligatoriedad y qué nivel de conocimiento del proceso y de todas sus consecuencias tienen los padres.

En nuestro país se han obtenido líneas de investigación con células embrionarias sin el previo consentimiento de los padres. En Estados Unidos un caso como ese, en el que no se contó con la autorización informada de los padres biológicos, hubiera desembocado en el encarcelamiento del responsable de la investigación. Aquí, cuando se conoció el hecho, la única reacción fue denegar el permiso para que las investigaciones prosiguieran.

La sensibilidad de muchos países en esta materia es muy grande. En Corea, el mayor científico de aquel país en este terreno, Woo Suk Hwang, tenía tanto prestigio que había estatuas suyas en las calles, incluso sellos con su imagen, disponía de un avión particular y estaba considerado como una de las mayores personalidades del país. Pero fue destituido de todos sus cargos no por un hecho probado sino tan solo por una sospecha: la de que había presionado a sus becarias para que le cedieran óvulos con los que luego él obtuvo líneas embrionarias. Bastó que no quedara explícita y diáfana la autorización para el uso de los óvulos. En otros países se hilan estos asuntos con una finura tremenda y aquí, en cambio, las cosas no se están tratando de la misma forma.

¿Qué curan las células madre embrionarias?

Con las células madre embrionarias hasta ahora nunca se ha curado a nadie de nada. La utilización terapéutica de las células madre adultas no requiere la clonación. Pero para que una célula madre embrionaria pueda curar a un enfermo primero hay que clonar a esa persona, las células tienen que ser obtenidas de un embrión que sea un clon del paciente. Solo así, cuando se le trasplanten las células, éstas no le producirán rechazo. Hasta ahora nadie lo ha logrado. En Estados Unidos hay un registro de absolutamente todos los ensayos clínicos que se llevan a cabo. En ese registro se contabilizan más de 800 ensayos con células madre. Todos han utilizado células adultas. Con células madre embrionarias no hay ninguna investigación.

Y a diferencia de las células madre embrionarias, ¿las adultas curan?

Las más de 800 investigaciones clínicas que figuran en ese registro de Estados Unidos se están aplicando sobre 75 tipos de enfermedades distintas. Hasta ahora los resultados obtenidos sobre enfermedades cardíacas son poco demostrativos. Se obtienen algunas mejoras pero todavía no se curan esas enfermedades. En cambio hay investigaciones sobre otras patologías aplicando células madre adultas que están avanzando. En Madrid se están tratando favorablemente enfermedades como la de Crohn, una enfermedad de tipo intestinal, utilizando células madre adultas procedentes de la grasa del propio paciente. En el área de la medicina regenerativa, las células madre adultas serán el gran avance médico del siglo XXI.

No tengo ninguna duda de que dentro de seis o siete años, en la puerta de urgencias de los hospitales, habrá una unidad de terapia celular y a un señor que llegue con infarto de miocardio, le tratarán con células madre propias, suyas. Eso supondrá un gran avance en la atención al paciente y estoy convencido de que se puede conseguir en no mucho tiempo.

Las células adultas presentan muchas ventajas sobre las embrionarias y además, desde un punto de vista ético, no plantean ningún problema. Sin embargo los medios de comunicación hablan de las células madre embrionarias como la gran panacea y se defiende su uso desde muchas instancias, incluso desde el propio gobierno de la nación.

Las células embrionarias constituyen un material muy útil a la hora de hacer experiencias biomédicas. No sirven para curar pero son magníficas para experimentar. Hay investigadores con escaso coraje moral que defienden el uso de células embrionarias con argumentos de este tipo: si no me dejan utilizar y destruir embriones humanos, no podré curar tal enfermedad. Y eso no es cierto.

¿Así pues es falsa la clonación terapéutica?

Los investigadores que sostienen este tipo de argumentos, utilizar embriones para curar, etc., deberían decir la verdad, deberían decir: mis experiencias son de tanto valor que merece la pena destruir embriones humanos para llevarlas a cabo. Es más honesto eso que decir que se va a curar tal o cual enfermedad. No es cierto cuando hablan de clonación terapéutica, de destruir el embrión para curar a la gente. A la clonación le han añadido el adjetivo de terapéutica porque la sociedad rechaza destruir una vida humana. Pero si se le dice que es para un fin terapéutico, entonces las cosas son distintas. Por eso se habla de clonación terapéutica.

En España ya hemos abierto la puerta, al menos la legal, a la clonación humana.

La Ley sobre Técnicas de Reproducción Asistida aprobada en España admite lo que denomina ‘transferencia nuclear somática'. Esa expresión oculta la clonación. Como la idea de la clonación provoca rechazo social, se recurre a una denominación técnica que la mayoría de la gente no entiende.

Esta ley permite el proceso que conduce a la clonación. Con arreglo a ella es perfectamente legal coger, por ejemplo, una célula de la piel de la oreja de una persona cualquiera, aislar el núcleo de esa célula, donde se encuentra todo el genoma de esa persona, introducirlo en el óvulo de una mujer al que previamente se ha quitado el núcleo, y finalmente estimular esa célula. El ser que nace de ella es un clon. A eso la ley lo llama ‘transferencia nuclear somática'. Y eso es perfectamente legal en España.

En este momento clonar un ser humano es muy difícil. Pero hace un par de meses ya se ha logrado clonar monos. A mi no me cabe la menor duda de que no se tardará demasiado en clonar seres humanos hasta la fase de blastocisto. Un investigador norteamericano de origen chipriota, Panaiotis Zavos, afirma que ya lo ha logrado y que con sus técnicas ha conseguido que media docena de señoras estén embarazadas con clones humanos.

La investigación en este ámbito está dando lugar a la aparición de un nuevo mercado negro que usted ha denunciado en varias ocasiones y a experimentos que repugnan a la razón.

En España un óvulo puede costar unos mil euros. En Estados Unidos, dos o tres mil dólares. Pero se puede llegar hasta los diez mil si se trata de un óvulo perteneciente a una chica joven, rubia, universitaria, inteligente. Se está consolidando y se empieza a regular este mercado de óvulos, que son los elementos necesarios para producir un clon. La clonación se produce tomando el núcleo de una célula adulta y transfiriéndolo a un óvulo al que previamente se le ha quitado el núcleo.

En el Reino Unido se ha dado otro paso sustituyendo el óvulo humano por un óvulo de vaca. Se han creado así un híbrido de hombre y animal. Eso en España, con la legislación actual, ya se puede hacer.

La justificación de estos experimentos es que podrán curar y acabarán con muchas enfermedades.

Cuando los políticos tratan asuntos como estos, duros, difíciles de admitir, y sobre todo cuando lo hacen a través de los medios de comunicación, si dicen que son para curar a gente que está sufriendo mucho, la cosa entra mejor y la sociedad acepta estos procedimientos con más facilidad. Se está vendiendo esa idea terapéutica pero la práctica no persigue ese fin.

El argumento terapéutico es una falacia dirigida a que la sociedad reciba de una manera más amable experiencias que en sí mismas no tienen nada de amable, como es la clonación de un ser humano.

El investigador ha de tener la honradez científica de reconocer que sus experiencias son tan interesantes que considera que no es inmoral destruir un embrión para llevarlas a cabo. Lo que no puede decir es: mis experiencias justifican destruir un embrión porque voy a curar a una persona. No es así. A lo mejor lo que haces es estudiar los mecanismos de la enfermedad y quizá dentro de veinte años se obtendrá una curación.

La gran esperanza de la investigación pasa ahora por las células iPS.

Durante todos estos años se ha perseguido la clonación humana y se ha podido comprobar que técnicamente es muy difícil de conseguir, es muy costosa y además resulta éticamente inadmisible. Pero mientras se intentaba, en noviembre de 2007 aparecieron las células iPS, que no son embriones pero con las que se puede experimentar de la misma manera que si fueran células madre embrionarias. Desde un punto de vista técnico son mucho más fáciles de obtener y el proceso también es mucho más barato. Gran parte de los investigadores se están pasando a este nuevo campo, entre ellos James Thompson, el descubridor en 1998 de las células madre embrionarias, por lo que está considerado como el padre de las células madre. Si las células iPS son más baratas, más fáciles y no tienen problemas éticos, no entiendo que algunos se obcequen en seguir otros caminos.

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Los defensores del aborto, de la destrucción de embriones y de las células madre embrionarias suelen militar en una suerte de laicismo científico según el cual, cuanto más avance la ciencia, menos espacio quedará para la fe.

El investigador profundiza en las raíces de la naturaleza, y si está convencido de que la naturaleza la ha creado Dios, lo que va a encontrar es lo que Dios ha creado. No concibo que pueda haber una antinomia entre una investigación que busca conocer algo y el Creador de ese algo.

A veces la ciencia utiliza medios, como el de la destrucción de embriones, que no son los más correctos desde el punto de vista ético. Lo que en mi opinión hay que hacer es tratar de encontrar unos medios que sirvan para profundizar con ética en la Creación. Quien dice que el avance de la ciencia arrincona a Dios es que no conoce a Dios ni sabe de su grandeza. Y está empecinado en demostrar que el hombre es capaz de crearse a sí mismo. Queremos ser como dioses. El científico que así piensa está en camino de comerse la segunda manzana del Paraíso, "Seréis como Dios".

Quienes se oponen a todas estas técnicas suelen ser tachados de reaccionarios, de insolidarios con los enfermos y de integristas.

A lo largo de nuestra conversación ha aparecido Science, o Nature, pero no ha aparecido ninguna encíclica. Animaría a quien piensa que esto es cosa de integristas a que se informe, que acuda a las fuentes, que averigüe si tienen algo que ver las células iPS con el dogma católico.

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