Poco tardaron los que se dicen tolerantes en salir contra la ultima carta pastoral del Arzobispo de Oviedo sobre la familia alegando lo de siempre: la Iglesia está en otra época, los obispos son homófobos, aún existe la inquisición. Simple y llanamente tonterías. Parodiando a un sabio de la antigüedad podríamos decir que, casi de forma general, si un gay o una lesbiana militante mediática te llama homófobo es, lisa y llanamente, porque no tiene argumentos con los que poder contrarrestar aquellos que tu le ofreces para mostrarle tu desacuerdo ante el reconocimiento de sus uniones como “matrimonio”, tal y como siempre se ha entendido.
De poco vale que dejes claro que quieres para sus uniones los mismos derechos que tienen socialmente los matrimonios pero que las cosas distintas deben de llamarse, para identificarlas mejor, de forma diferente. Y por mas que uno lo pretenda, una unión entre hombre y mujer, entre dos hombres, entre dos mujeres, o entre transexuales son cosas, cada una de ellas, diferentes.
Te dirán que por no querer que a sus uniones se les llame matrimonio eres homófobo, mala persona, facha, maltratador, dionosaurio y poco más que te acusarán también, de haber asesinado a Kennedy o de tener a Bin Laden encerrado en el baño de tu casa.
Si se te ocurre manifestarte en contra de una ley que socialmente no tiene un amplio consenso y que, a falta de referéndum sobre la misma, incluso se puede pensar que es mayoritariamente rechazada, avisarán al fiscal general del estado para que controle y vigile, al mas puro estilo Carod, que nadie lleve pancartas ofensivas y que nadie insulte.
Pero si semanas después ellos salen a la calle para proclamar, con vergüenza de algunos gays y lesbianas mas serios y menos aparatosos, el día de su orgullo nadie tiene derecho a recurrir ante el mismo fiscal que se vistan de obispos, que se mofen de la religión, que luzcan una cruz de la que pende una muñeca y no la imagen de Jesucristo o que, de forma inocente dicen, se incite en una pancarta a quemar la Conferencia Episcopal. Pero ellos son los del talante, el respeto y el buen rollito. ¡Manda huevos!, que citaría Trillo.
La Carta Pastoral del Arzobispo no deja de recordar, de forma humilde y sin contener ningún tipo de ofensa o ataque, cual es la doctrina de la Iglesia. Después cada uno, creyente o no, de base o de altura, hipotenusa o cateto, puede pensar, opinar, criticar e incluso predicar lo que Dios le de a entender y hacer lo que le plazca pero el Obispo ha cumplido con su misión de recordar al Pueblo de Dios, que incluye a sacerdotes y laicos, que es lo que sobre la familia dice la Iglesia. Nos guste mas o nos guste menos. Cada uno es libre, después, de situarse dentro de ella o fuera.
Si luego algunos políticos se apuran en ganar espacio mediático por ser los primeros en casar a parejas gays o por dar la bienvenida civil a los niños queriendo imitar, de forma absurda y torticera, los sacramentos de la Iglesia pues que lo hagan y que aprovechen el minuto de gloria que eso les va a brindar porque esa es la única gloria y lo que les va a durar el reconocimiento que la historia les hará.
Si no fuera porque hay reacciones que tras el progresismo, lo políticamente correcto, la moda o la falsa concepción del significado de la igualdad, esconden una profunda intolerancia y una incapacidad emocional para aceptar opiniones discrepantes, todo esto podría sonar a chiste. Pero es que estamos hablando de algo muy serio, de algo que afecta profundamente a nuestra concepción del ser humano y de la sociedad. Y eso no es ninguna broma, eso es algo muy serio que todos deberíamos de cuidar un poco más.
Por Julio Asterio Fernández López
No hay comentarios:
Publicar un comentario