Mi querido niño, mi tesoro, mi pequeño regalito de Dios, ya sabes el poco tiempo que estuvimos juntos y cómo te echo de menos. Te escribo para decirte que te quiero, que me duele profundamente no haberte querido lo suficiente para impedir que te arrancaran de mis entrañas, y por eso te pido perdón; por haber tenido la debilidad de acercarme a una clínica, cuando había tenido tantas veces anteriormente la fortaleza de no ir, aunque tuviera pedida cita.
Sé que te quería porque la primera vez que pedí cita fue por teléfono, era más fácil, y después lloré.
Como ya te he contado me movìan el egoísmo y la cobardía, pero ahora sé que no hay razón suficientemente importante.
Aquel fatídico último día fui a la clínica diciendo que tenìa dudas, porque sentía pena por tí, pedí que me hicieran una ecografía para seguir adelante a pesar de todo si eras niña, me dijeron que no lo eras y casi sin tiempo de reaccionar ya me habían puesto algo para dilatar el cuello del útero. Cuando me incorporé de la camilla y vi tu carita congelada en el monitor del ecógrafo, comencé a llorar y ya no he parado desde entonces.
Me pregunto ahora por qué no salí corriendo a pedir ayuda para no perder a mi niño, en lugar de quedarme allí llorando, esperando a pasar al quirófano, como oveja al matadero; pero supongo que los dos valiums y la inyección que me pusieron ayudaron a ello. Asì que allí me quedé, y pasé a quirófano en el que no te dí a luz, aunque dolió tanto como un parto sin epidural, sino que te dí a la oscuridad; donde dejó de latir tu corazoncito; y donde no se oyó tu llanto, después de llenarse de aire tus pulmones, sino el ruido infernal de un aspirador y la voz del ginecólogo que decía:”ya no estás embarazada”. En ese momento hubiera deseado volver a llorar, pero entonces el dolor no me dejaba, sólo podía apretar los dientes y los puños para soportarlo, y quedarme muy quieta porque me habían dicho que si no lo hacía corría peligro mi vida.
No se oyó más llanto que el mío, cuando me incorporé y le pregunté al ginecólogo qué harían contigo. Y así me volví a casa dejándote allì, en un congelador, sin el calor de mis entrañas y sintiéndome vacéa y con un terrible dolor y remordimiento.
Ahora, que he encontrado a unas personas profundamente buenas y religiosas que me han ayudado, y que Dios en su infinito amor y misericordia me ha perdonado, sólo necesito acabar de perdonarme a mí misma y que me perdones tú.
Me han dicho que ahora eres un angelito que velas por nosotros desde el cielo. La verdad es que esa idea no me consuela mucho, más bien me hace llorar; pero pienso que si es así eso significa que algún día podremos volver a vernos y entonces podré darte todos los besos y abrazos que no pude darte aquí, y tú tal vez puedas decirme como me decía uno de tus hermanos:”uno beso mamá”.
Te quiero, mi pequeño regalito de Dios. Perdóname por no haberte querido lo suficiente.
Esto quiere ser, no sólo una carta de amor a mi hijo, sino también una carta de denuncia, hacia la sociedad que muchas veces empuja a la mujer a abortar y sin embargo vive de espaldas a esa realidad y desconoce el enorme dolor físico y psíquico que sufre la mujer que aborta y del que nadie le informa antes de tomar esa decisión .
Una denuncia de lo terriblemente fácil que es abortar en España; sólo se necesita pensar que tu embarazo es un problema, y un día, a caso diez minutos de debilidad, en que tengas el valor de acercarte a una clínica abortista, y allí encontrarás a unos “médicos” dispuestos a certificar que tu salud psíquica corre peligro y arrancar a ese niño de tus entrañas a cambio de unos cuantos euros, mintiéndote sobre cómo será el proceso y sin informarte sobre las secuelas físicas y psicológicas que puede dejarte.
En fin esa es la realidad a la que espero que poco a poco hagamos frente, que sepamos que seguramente casi el 90% de los abortos que se producen en España no son legales, porque se acogen al supuesto de riesgo para la salud psíquica de la madre en fraude de ley.
Espero que algún día podamos corregir esa situación. Será difícil porque parece que lo progresista es ayudar a la mujer a abortar, cuando lo progresista serìa informarla adecuadamente para que tome una decisión conscientemente, y ofrecerle otras soluciones cuando piensa que esa es la única solución. Porque esa vida que crece en nuestras entrañas no nos pertenece a nosotras, sino a Dios, y eso lo digo yo ahora, que era de las que estaba a favor del aborto y decía que era un derecho a decidir que tiene la mujer. He tenido que pasar por esa terrible experiencia para cambiar de idea. Hagamos que el menor número posible de mujeres tengan que pasar por esa experiencia para cambiar de idea
Adopcion Espiritual
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